domingo, 3 de abril de 2011

LAS ARMAS Y LAS LETRAS

Los últimos sucesos ocurridos en la capilla de la Universidad Complutense de Madrid han terminado de cabrearme. Cuando recibí el Real Despacho de Teniente, me entregaron también un papelito en el que se decía literalmente: “La superación de los planes de estudios de la Enseñanza Militar de Grado Superior equivaldrá a los títulos oficiales de Licenciado, Arquitecto o Ingeniero, facultando a quien la ostente para acceder al tercer ciclo de los estudios universitarios”. Poca importancia le di en ese momento. Soy militar por vocación y convicción y siento en el alma aquello que decía el clásico: “Yo no sé qué tiene esta profesión que a pesar de los sacrificios, riesgos, ingratitudes y miserias, son tales las satisfacciones y alegrías que se está orgulloso y feliz de pertenecerla y con el siempre deseo de continuar en ella”.

No necesito que me equiparen a nada ni tengo el complejo que avergüenza a algún uniformado, generalmente de alta graduación, de no haber pasado por la universidad. Y de aquí viene mi enfado. No sólo por el sentimiento de ultraje e impotencia que, por mi condición de católico, apostólico y romano, me invade, sino por que me intenten convencer de que tengo algún tipo de tara por no haber pasado por “el templo del saber” y compartido pupitre con alguno de esos inanes. ¿Por qué tengo yo que envidiar a aquellos que pasan por una institución que impide, en aras de una supuesta libertad de expresión, precisamente el ejercicio de otra, la religiosa? ¿Cómo puede ser referencia de nada una institución que permite el abucheo e, incluso, la agresión a determinados oradores por el simple hecho de pensar de forma diferente?

Son una minoría, sí. Pero, cuando la mayoría es indolente y permisiva, se convierte en cómplice.  Estamos hartos de verlo en este país. Quizá sea injusto y sea verdad lo que el rector de la Universidad Complutense de Madrid dice en su página web: “Una universidad de referencia en el Estado español”. Lo de "Estado español" me recuerda a la previsión del tiempo en la ETB. La comunidad universitaria de bien ha intentado reaccionar con limitado éxito mediático, que por desgracia es el que cuenta en España, redactando y firmando la Declaración de Somosaguas. Bonito gesto pero que es como enfrentarse a almohadazos con una banda de highlanders juramentados.

Dentro de cinco años, cuando los oficiales salgan de las academias con una carrera civil, este debate habrá terminado (otros empezarán, me temo). Hasta entonces que nadie me venga con complejos y comparaciones. Acepto las palabras que Cervantes puso en boca de su ingenioso hidalgo: “Nunca la lanza embotó la pluma, ni la pluma la lanza” (capítulo  XVIII de El Quijote); y ejemplos en nuestra Historia hay miles.

Pero retomando el clásico de la literatura española, en su capítulo XXXVIII, "Que trata del curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras”, éste nos dice: “Y es razón averiguada que aquello que más cuesta se estima y debe de estimar en más. Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de estómago, y otras cosas a estas adherentes, que, en parte, ya las tengo referidas; mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo lo que a el estudiante, en tanto mayor grado que no tiene comparación, porque a cada paso está a pique de perder la vida”.


Pues eso.