sábado, 8 de diciembre de 2012

LA INFANTERÍA ES COMO SU PATRONA

La visité todas las noches que dormí en la Academia. Antes de acostarme, pasaba por su capilla en penumbra y me arrodillaba a Su vera. Le daba las gracias por el día pasado y le pedía que me echara un cable en el que entraba. Recuerdo momentos de angustia y de alegría, los ojos fijos en aquella imagen de la Inmaculada. Desde entonces, siempre me ha acompañado en mi vida de infante y nunca me ha dejado de Su mano. Y os aseguro que no se lo he puesto fácil.

Hoy en Kabul ha hecho un día sorprendentemente templado y soleado que ha calentado un poco más nuestros corazones de infantes. Hemos recordado  a nuestra Patrona con una sencilla formación. Homenaje a nuestros muertos e himno de Infantería. Hacía mucho tiempo que no lo cantaba. Es un daño colateral de estar destinado en un Estado Mayor fuera de las unidades, demasiado tiempo ya. No me acordaba de lo que me gusta y de lo orgulloso que me siento de ser infante. Después, unos gazpachos manchegos. 

Pero hoy, como estoy haciendo últimamente para mantener vivo este blog durante mi despliegue, no seré yo quien escriba. Era alférez cadete en Toledo cuando un coronel vino a darnos una de las innumerables conferencias que recibimos en nuestros dos años toledanos. "Otro ladrillaco" -pensamos todos. Pero no, ese coronel nos enganchó desde el primer momento de tal forma que obligamos a nuestro "primeraco" a pedirle el texto de su alocución. 

Era el coronel José María Sánchez de Toca y Catalá, infante, Doctor en Historia y una pluma formidable. Aquí está su discurso, como homenaje a mi Fiel Infantería y humilde agradecimiento a la Inmaculada, mi Patrona y, también, la de España. 

INFANTERÍA es un soldado febril que exige un puesto de primera linea, le pegan tres tiros, pierde una mano y aún le quedan ganas de escribir El Quijote. Se llama Cervantes, pero también podrían contestar a lista como Alonso de Ercilla, Lope de Vega o Calderón.
Es también el Cabo que grita en la alambrada que tiren sobre él porque está rodeado; o el que se queda ciego de una explosión y, ciego y todo, destruye unos carros y rechaza el ataque.
El Sargento legionario que muere en el asalto, y viene a saberse en sus papeles que era Grande de España. O el Brigada que toma el mando de la Compañía batida y aplastada y la saca adelante. El Alférez que pierde los dos brazos, y sostiene la Bandera con los codos; o el Teniente que entra pistola en mano en una cueva a desalojar a un puñado de enemigos armados.

INFANTERÍA es un Capitán al que han dejado cojo de un cañonazo y prepara su Compañía para empresas divinas; el Comandante que acompaña a su General al destierro, aunque ni está obligado ni comparte sus ideas; o el que cuando recibe la orden de retirarse se queda con los oficiales a cubrir la retirada de los soldados y al final solicita: "Fuego sobre nosotros".
La INFANTERÍA es perdonen la insistencia el Teniente Coronel que en la alternativa entre el fusilamiento o dos ascensos se niega a traicionar a los suyos; o el Coronel que no se rinde aunque le fusilen al hijo. El General que planta cara al amo de Europa, o el que replica que la retirada es al cementerio.

Pero estos son la INFANTERÍA excepcional. Mejor aún, la INFANTERÍA que se crece cuando vienen mal dadas. Porque la vida cotidiana de la INFANTERÍA no es heroica; solamente cansada. A veces aburrida y casi nunca triste.
Lo normal es la fatiga, el frío, la mojadura, el sudor. Lo corriente, lo que marca el programa, es que le duelan hasta las botas; la garganta seca y el pulso disparándose en las sienes, un chorro entrecortado de fuego en los pulmones, surcos morados en los hombros. Dormir en la nieve o salir del avión al oscuro silencio del salto nocturno. Trepar interminablemente para volver a bajar hasta que tiemblen las rodillas. Tirarse al suelo sin resuello cada veinte metros. Acarrear una mochila inmensa y una ametralladora, una radio, o el tubo o la placa del mortero. Nunca se sabe qué es peor, si la placa o el tubo; hay opiniones.

Lo ordinario son las horas de guardia esperando que no pase nada, que es lo mejor que puede pasar. La sed. El hambre. Quedarse aterido o abrasarse, o ambas cosas a diferentes horas; y todo ello procurando sonreír y cantar. Y todo eso no agota lo que es la INFANTERÍA.
INFANTERÍA es tratar de hacer bien lo que hay que hacer, aceptando de entrada que puede salir mal, y asombrarse gozoso cuando sale bien. Es esforzarse sin pedir nada a cambio; si acaso un rato de vidilla, porque la INFANTERÍA es humilde hasta para pedir, por no darse importancia. Como el Gobernador de Filipinas que solicitaba razonablemente una Compañía de Infantería española para conquistar China, y no se la dieron porque no la había. Sino, quién sabe cual sería hoy la mayor nación de habla española. INFANTERÍA humilde y necesaria como el pan, que moja en todas las salsas y por Dios que no falte. INFANTERÍA machacada y estrujada como uvas que se hacen vino alegre y suben a la garganta en palabras sencillas: "esto no es nada", "está hecho", "no importa" o "todavía aguanto". Naturalmente, no nos engañemos, la INFANTERÍA reniega, pero sólo lo justo y para que quede claro que es humana.

La INFANTERÍA es mayormente andar, dormir en el suelo y compartirlo todo. Es haber entendido que se vive para los demás; que la vida es una larga marcha hasta llegar al salto de la muerte a la vida; y verlo bien y no tomarlo a la tremenda. Y es que hasta cierto punto (sólo hasta cierto punto, porque somos de barro y Ella es Inmaculada), la INFANTERÍA es como su Patrona; y esta es afirmación que debe esclarecerse:
Probablemente la que dijo: "Hágase en mí según tu palabra" se mire en los que aceptan, obedecen y aguantan. La que arrancó de su Hijo, en un milagro antes de tiempo, seiscientos cuarenta litros de buen vino, es porque le gusta que se beba y se ría. La Hija predilecta del que a Sí mismo se llama Dios de los Ejércitos; a la que compararon a modo de piropo con un Ejército en orden de batalla, no puede ser indiferente a los soldados. La Madre de aquel Hijo andariego que dormía en el suelo y lo compartió todo, puede entender muy bien la vida del infante. Porque se ha de advertir que aunque es Madre de todos, que eso no se discute, hay indicios que apuntan a que la Inmaculada tiene predilecciones.

Placa colocada por el ejército norteamericano en
homenaje a las victimas españolas del Yak en la base
aérea de Manás.
Un encuentro (no diré casual, porque no es fácil apreciar desde aquí lo que hacen ahí arriba); hubo un encuentro, digo, en una situación de vida o muerte en que la INFANTERÍA veía sólo muerte una visión que aclara mucho el orden de valores y el verdadero sentido de las cosas. Un 7 de Diciembre de hace bastantes siglos, la INFANTERÍA tuvo que enterrarse en una isla sitiada por barcos enemigos; cada uno preparaba su tumba en la trinchera que excavaba cuando un soldado cualquiera encontró a la Purísima en el barro. Una imagen lozana como acabada de salir de las manos del artista; y al saberlo, los infantes recordaron el hecho de que la Virgen no abandona a los suyos.

Lo demás ya lo saben; fue el milagro de Empel, que dicen los católicos, o una desafortunada concurrencia de circunstancias insólitas, que dijo el enemigo.
Aquella noche heló y el 8 de Diciembre, el día de la Purísima, la flota huyó y la INFANTERÍA española, hambrienta y aterida, rompió el cerco en dos horas.
Por eso desde entonces, hay una larga historia de amor mutuo. Una historia de amor que hace cien años tuvo el refrendo de una Real Orden nombrándola Patrona oficialmente.
Una historia de amor fácil de contar:
Ella que mira siempre por nosotros.
Nosotros, que la llevamos siempre en la mochila de nuestro corazón.

martes, 2 de octubre de 2012

EL JURAMENTO A LA BANDERA


El día amaneció frío pero, poco a poco, el sol fue calentando la sobria plaza de armas de la Academia General Militar de Zaragoza. Yo, caballero cadete de primer curso, no necesité ese día ayuda del sol para calentar mi agitado corazón. Con los nervios casi infantiles atenazados en mi estómago, tras tres años de preparatoria, la oposición y el primer contacto con la vida militar en el Campamento “María Cristina”, me disponía a jurar bandera. Tenía veintiún años recién cumplidos, los suficientes como para entender la seriedad del compromiso que, como futuro oficial del Ejército de Tierra, estaba a punto de adquirir con mi Patria.
La voz sonó atronadora, casi amenazante, por la megafonía instalada en el patio:

“¡Caballeros Cadetes! ¿Juráis por Dios o por vuestro honor y prometéis a España, besando con unción su Bandera, obedecer y respetar al Rey y a vuestros Jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa de la soberanía e independencia de la Patria, de su unidad e integridad territorial y del ordenamiento constitucional, hasta la última gota de vuestra sangre?”.

“¡Si, lo juramos!” –respondimos con toda la ilusión y la fuerza del inicio de la carrera puesta en nuestras palabras.

“Si así lo hacéis, la Patria os lo agradecerá y premiará, y si no, mereceréis su desprecio y su castigo, como indignos hijos de ella”.[1]

Aunque casi me la sabía de memoria, oír esta frase en aquel momento me heló de golpe la sangre. Y lo que es peor, su recuerdo me la ha vuelto a helar en varias ocasiones durante mi vida militar. 
Ya apenas escuché al sacerdote decir aquello de: “Ruego a Dios que os ayude a cumplir lo que habéis jurado y prometido” y, sinceramente, todos en aquel patio íbamos a necesitar Su ayuda.



Carboncillo del pintor José Ferre Clauzel. www.alcantara.forogratis.es
Nunca imaginé, ni en la peor de mis pesadillas de cadete, lo que ese juramento me iba a hacer pasar. Nunca imaginé el debate que provocaría en mi interior, la carga de profundidad moral y psicológica que esas palabras llevaban implícitas. En esas primeras pesadillas de soldado, siempre me imaginé luchando y muriendo, en duro combate, contra un enemigo exterior. Combatía feroz contra un ejército, más o menos regular, más o menos organizado. Incluso alguna vez combatí contra bandas terroristas (sí, en mis sueños, al frente de mi sección de “legías”, les dábamos hasta en el cielo de la boca a los jodidos cobardes gudaris de ETA. Tirando de bayoneta, ¡zis-zas!, pero eso sí, sin acritud. Muy profesionales. Acabando con “un cigarrito p’al pecho, por lo bien que lo hemos hecho”, como años después me dirían mis caballeros legionarios de verdad al romper filas). Sí, esas eran mis pesadillas: morir en combate. Y repito, pesadillas, que putas las ganas que tengo de morir. Eran y son las reglas del juego. El posible final que todo militar debe asumir y aceptar, y os aseguro que aquí, en Afganistán, esa posibilidad pasa por tu mente cada vez que sales en coche por la barrera o te montas en un avión o un helicóptero.

Pero no, no estaba preparado para vivir esto. No estaba preparado para un enemigo tan bien posicionado en el panorama nacional. Un enemigo que sería capaz de ponerme contra el paredón, de señalarme con el dedo inquisidor al grito de “¡golpista!” por citar el artículo 8º de la Constitución[2], esa que la mayoría de los españoles nos dimos[3]. Un enemigo que aprovecha los momentos difíciles que estamos pasando para minar aún más los endebles cimientos que nos sostienen. Un enemigo minoritario, falso e hipócrita, pero que con los años ha acumulado el poder suficiente, poder de matón amenazante, para acogotar a toda una Nación. El mismo enemigo, en fin, capaz de acusarnos a los militares de vivir al margen de la Constitución hace unos años, y revolverse ahora rabioso cuando a unos respetables militares retirados, reitero lo de retirados, posiblemente alguno de los que sufrió aquellas acusaciones, se les ocurre decir que debe cumplirse esa misma Constitución. ¡Qué ironía! O, mejor dicho, ¡qué pena!



Pero que nadie se asuste o se rasgue las vestiduras antes de tiempo. No hace falta ser doctor en Derecho para saber que las Fuerzas Armadas, como Institución, no pueden decidir el cómo ni el cuándo tiene que cumplir con su mandato constitucional. El estamento militar, como organización perfectamente imbricada en la sociedad que debe defender e imbuida de los valores democráticos que lleva años defendiendo dentro y fuera de España, seguirá cumpliendo con su trabajo diario, preparados para cumplir cualesquiera que sean las misiones que le asigne el Gobierno de la Nación. Quién tenga dudas sobre este punto, o no ha cambiado de siglo todavía o pertenece a la calaña de mierdas de la que he hablado antes.

Cadete de la AGM. Foto: www.heraldo.es
Pero, ¿qué pasa con el individuo?, ¿qué pasa con mi juramento, con esa última gota de mi sangre? ¿Realmente somos un ciudadano más, un espectador atónito ante lo que está pasando en España? ¿Es el voto nuestra única arma en esta situación? Llevo mucho tiempo haciéndome estas preguntas, más últimamente, como podéis suponer, y la respuesta a la que he llegado es que nuestra acción “extra” no puede más que circunscribirse a la cadena de mando y al servicio. Me guste o no, es eso y los derechos que como ciudadanos conservamos compatibles con nuestra condición militar. Esa parte final de mi juramento, no la inicial, ¡Dios nos libre!, ya me ordenarán cuándo tengo que cumplirla. Así que, igual que cuando llegas a tierra después de saltar en paracaídas, en esos últimos cincuenta metros en los que todo se acelera, sólo queda “apretarse” y esperar. Quizá esté tranquilizando mi conciencia. Quizá no las tenga todas conmigo y por eso he unido la tecla como arma arrojadiza a mi exiguo arsenal. Pero ya lo dijo el director de la misma Academia en la que yo juré bandera cuando le ordenaron su cierre:

“…se deshace la máquina, pero la obra queda; nuestra obra sois vosotros, los 720 oficiales que mañana vais a estar en contacto con los soldados, los que los vais a cuidar y a dirigir, los que, constituyendo un gran núcleo del Ejército profesional, habéis de ser, sin duda, paladines de la lealtad, la caballerosidad, la disciplina, el cumplimiento del deber y el espíritu de sacrificio por la Patria, cualidades todas inherentes al verdadero soldado, entre las que destaca como puesto principal la disciplina, esa excelsa virtud indispensable a la vida de los ejércitos y que estáis obligados a cuidar como la más preciada de vuestras prendas.
¡Disciplina!..., nunca bien definida y comprendida. ¡Disciplina!..., que no encierra mérito cuando la condición del mando nos es grata y llevadera. ¡Disciplina!..., que reviste su verdadero valor cuando el pensamiento aconseja lo contrario de lo que se nos manda, cuando el corazón pugna por levantarse en íntima rebeldía, o cuando la arbitrariedad o el error van unidos a la acción del mando. Esta es la disciplina que os inculcamos. Esta es la disciplina que practicamos. Este es el ejemplo que os ofrecemos.
Elevar siempre los pensamientos hacia la Patria y a ella sacrificarle todo, que si cabe opción y libre albedrío al sencillo ciudadano, no la tienen quienes reciben el sagrado depósito de las armas de la nación, y a su servicio han de sacrificar todos sus actos[4]”.

He tratado de tener siempre presentes estas palabras durante mi vida militar, las dedicadas a la disciplina y las referentes al libre albedrío, porque, por mi carácter he sentido, siento, muchas veces esos sentimientos. Disciplina, porque somos los depositarios de las armas de la Nación. Manteniendo en nuestro puesto cabeza tranquila, cuando a nuestro lado todo es cabeza perdida[5]. Sacrificando todos nuestros actos al servicio de la Patria, de la que forman parte todos sus ciudadanos, no al nuestro. ¡Qué grandeza!

Acto a los Caídos en la AGM. Foto: www.defensa.gob.es

Poco espacio nos va dejando la normativa vigente a los militares para siquiera pensar en cumplir individualmente con nuestro juramento. Incluso esto que estoy escribiendo aquí se acerca peligrosamente a esa delgada línea roja que cada vez ciñe más nuestra libertad de expresión. Pero desde la distancia, desde Afganistán, donde campan extremismos étnicos y religiosos primos-hermanos de los que sufrimos allí, quiero dejar claro mi compromiso con la Patria y la vigencia, con toda su problemática, de lo que una mañana soleada juré por Dios en Zaragoza.
Sin complejos y sin miedo, porque no soy yo quien debe tenerlo.



[1] Hablar de las versiones del juramento a la Bandera daría para escribir un libro. Sólo diré que esta es la versión con la que yo juré, publicada como Ley 79/1980, de 24 de diciembre, con un artículo único. Fue sustituida por la contenida en la Ley 17/1999, de 18 de mayo, de Régimen del personal de las Fuerzas Armadas, que decía así: “¡Soldados! ¿Juráis por Dios o prometéis por vuestra conciencia y honor cumplir fielmente vuestras obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?”. Los soldados contestan: “¡Sí, lo hacemos!”. Y aún hubo un cambio más, la versión actual, contenida en la Ley 39/2007, de 19 de noviembre, de la carrera militar. Sí, lo habéis adivinado, Dios, como que sobra: “¡Soldados! ¿Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor cumplir fielmente vuestras obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?”. Los soldados contestan: “¡Sí, lo hacemos!”.
[2] El artículo 8º de la Constitución dice, simplemente, lo siguiente: “Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”.
[3] Recuerdo los resultados de aquel 6 de diciembre de 1978: El Proyecto fue aprobado por el 87,87% de votantes que representaba el 58,97% del censo electoral, con una participación del 67,11%. Pero lo curioso es que el porcentaje de voto afirmativo fue del 69,12% en las Vascongadas y un 90,46% en Cataluña. Alguien debería reflexionar sobre qué hemos hecho mal durante este tiempo, porque pensar que ahora se repetiría el mismo resultado es un poco ilusorio. (Datos: www.congreso.es)
[4] 14 de junio de 1931. Discurso de Francisco Franco Bahamonde, director de la Academia General Militar con motivo de su cierre.
[5] Inspirado en el “Si…”, de Rudyard Kipling.

sábado, 9 de junio de 2012

PONGÁMONOS A DISCRECIÓN


MONUMENTO A LOS CAÍDOS DE ESTADO MAYOR. ESCUELA DE
GUERRA (MADRID)                                   FOTO: www.blog.sedic.es
Antes de continuar con esta entrada, me he dado cuenta de que todavía no he escrito el motivo por el que decidí abrir este blog. Creo que es obvio que no es por afán de notoriedad, con un número de visitas que, si quitamos las de los familiares, las mías y las accidentales, podría llevarme a pensar que soy el único humano conectado a Internet en el universo. Tampoco es la plasmación de una "necesidad irrefrenable" que, a modo de válvula de escape, da salida al “volcán” intelectual que llevo dentro, la exhibición impúdica de unas imágenes íntimas e introspectivas de mis “adentros” o el infructuoso intento de mejora de mis mediocres cualidades narrativas. No, soy de Infantería, por lo que el motivo creo que es mucho más simple… ¿O no?

FORMACIÓN EN LA ACADEMIA GENERAL MILITAR 1990
FOTO: AUTOR
Después de más de 20 años de profesión militar he visto la transformación que en demasiados casos sufrimos los oficiales de la extinta escala superior en el devenir de nuestra carrera. Creo que ya lo he descrito anteriormente: pasamos de ser potenciales líderes de moral inquebrantable, preocupados sólo por la preparación propia y de nuestros hombres en beneficio de la eficacia de nuestra unidad, a sombras egoístas de nosotros mismos, demasiado atemorizados por todo aquello que pueda lastrar nuestra proyección profesional. Algunos, los menos gracias a Dios, la sufren nada más salir de la Academia General Militar. Son tenientes "de Estado Mayor" que creen, literalmente, que llevan el bastón de general en la mochila[1]. Otros empiezan la metamorfosis al enfrentarse al primer “salto” importante que supone el ascenso al empleo de comandante. Es la entrada en el club de los “jefes”, de acuerdo con la antigua división de empleos militares. 

Pero la verdadera prueba de fuego, la travesía del desierto que pocos consiguen finalizar sin mácula, es el ascenso a coronel y, especialmente, a general. Es como si un “rayo” nos tirara del caballo, pero al contrario de lo que le ocurrió a San Pablo, no vemos la Luz Verdadera, sino que el golpe nos causa una amnesia progresiva. Se nos olvidan las vivencias pasadas; escondemos en el rincón más oscuro de nuestra memoria, para evitar que perturbe nuestra conciencia,  los grandes momentos de milicia disfrutados, y sufridos, con nuestros subordinados; desaparece nuestro espíritu crítico; y, finalmente, nuestra médula ósea se convierte en Blandy blue. Abrazamos vehementemente el lema “el que se mueve no sale en la foto”. Vamos, que don Tancredo a nuestro lado es un friky del breakdance. Ante la mirada atónita de los que nos conocen, abandonamos el mundo real y empezamos a navegar por nuestro Matrix particular. Y eso cuando no nos volvemos desvergonzados y entusiastas partidarios de todo aquel que pueda influir en nuestra carrera, ya sea animal o vegetal, político o militar. Esta mutación no es, por supuesto, ni uniforme ni inevitable. De hecho, también he de decir que los que logran finalizar ilesos este ironman de las tentaciones, se convierten (continúan siéndolo en realidad) en jefes excepcionales que multiplican su prestigio en cada uno de sus actos, que ejercen el mando con ejemplaridad y asumen las responsabilidades sin titubeos. Podrán cometer errores sí, pero escuchan, reflexionan, deciden y mandan. Son con los que yo, particularmente, me iría a la guerra sin dudarlo un segundo[2]. Por supuesto, no sé en qué grupo estoy; sólo en cuál me gustaría estar. Tampoco seré yo quien lo juzgue.

ULISES Y LAS SIRENAS DE HERBERT JAMES DRAPER
Como Ulises en la Odisea[3] empiezo a oír los cantos de sirena y, sinceramente, no sé si la cuerda que me ata al mástil de mi barco resistirá. Por eso quiero, y aquí está el objeto de este blog, dejar ahora, todavía cuerdo, testimonio de quién soy, de dónde vengo y lo que pienso, y que en un futuro, si me convierto en lo que ahora tanto detesto, alguien me lo pueda echar en cara con datos en la mano. Que pueda sacarme los colores diciéndome: “Mire, mire lo que escribía hace unos años”. Así que, si un día veis que este blog desaparece, seguramente sea que ya estoy en fase de pupa. Es decir, convertido en un capullo. Hecha esta aclaración, prosigo.

MIEMBROS DEL NZSAS EXHAUSTOS TRAS EL COMBATE EN EL HOTEL
INTERCONTINENTAL DE KABUL EL 29JUN11. UNA DE LAS VÍCTIMAS DE LOS
TERRORISTAS FUE EL PILOTO CIVIL ESPAÑOL ANTONIO PLANAS.
FOTO: www.bilbainodepro.blogspot.com.es
Estamos viviendo unos tiempos más que difíciles de los que, por supuesto, no se libran las Fuerzas Armadas. En nuestro ámbito, del impacto de la crisis no escapa prácticamente nada: desde los grandes programas de armamento a cosas tan simples y mundanas como el papel[4]. Si bien las agrupaciones que tienen previsto su despliegue en operaciones siguen llevando a rajatabla su estricto e intenso programa de instrucción y adiestramiento, el resto ven cómo se complican, día a día, no ya las maniobras en los grandes campos nacionales, sino el simple hecho de salir al tiro, practicar el despliegue de una sección de carros o el desembarco de un mecanizado. La mayoría de las unidades están haciendo un esfuerzo ímprobo por encontrar “soluciones imaginativas”[5], pero hasta la imaginación, en estos casos, tiene un límite.

Entre las poesías que han dejado huella en mi memoria a lo largo de mi vida militar, hay una que me gustaría traer aquí y ahora. No he sido capaz de encontrar su autor, sin duda hispanoamericano y muy probablemente uruguayo, pero su significado es universal. Es la siguiente:

         Póngase a discreción y escúcheme soldado,
         quiero hablarle de lo que está pasando,
         no quiero verlo más con los ojos tristes,
         la cabeza baja y el corazón cansado.

         Es difícil lo que voy a decirle
         porque antes nunca había pasado,
         y se hace difícil entender las cosas
         cuando entenderlas hace daño.

         Cuando usted se puso este uniforme
         supo que tenía que vivir luchando,
         y que en el trabajo de todos los días
         no había lugar para el desgano.

         Ya sé que el sueldo le queda corto,
         que en el cuartel se achicó el rancho,
         y para tener bien a los gurises
         tuvo que salir a changar a otro lado.

         Ya sé que quedan pocos hombres
         y que entra de guardia con veinticuatro,
         y justo ayer se le enfermó la patrona,
         y se terminó de completar el cuadro.

         Esto, esto es el sacrificio
         del que tanto le habían hablado,
         es la frontera entre los débiles y los fuertes,
         entre ser civil o ser soldado.

         Es el orgullo de sentirse hombre
         a fuerza de aguantar los golpes bajos,
         de caer y levantarse mil veces
         sin que nadie lo vea derrotado.

         Así es como se le sirve a la Patria
         con el corazón fuerte y bien templado,
         para aguantar de frente a los que ahora
         nos quieren débiles y fracasados.

         Ahora, si todavía tiene ganas
         de sentirse un buen soldado,
         vaya, agarre su fusil y venga conmigo,
         tenemos que seguir entrenando.

SOLDADO AMERICANO EXHAUSTO EN AFGANISTÁN. PREMIO
WORLD PRESS PHOTO 2007. SU AUTOR, TIM HETHERINGTON,
MURIÓ EN 2011 CUBRIENDO EL CONFLICTO LIBIO.
Eso es, antes de pensar en tirar la toalla, antes de entrar en una espiral autodestructiva de “rajes”, antes de que hagan mella los que aprovechan la crisis para redoblar los ataques contra la Institución[6], es hora de parar un momento, ponerse a discreción, y escuchar al soldado que llevamos dentro. Esa voz interior que nos llevó a abrazar esta profesión. Ese Pepito Grillo que sí se acuerda de cómo las pasaban nuestros antecesores en sus trayectos por el “camino español[7]”, de la eterna mojadura en Flandes, mes tras mes, sin ver un escudo. Ese que no olvida a los que murieron en Cuba y en Filipinas, y en Annual. Es, en fin, el que nos recuerda lo que una vez dijo el clásico y que no me cansaré de sacar a colación: “Yo no sé qué tiene esta profesión que, a pesar de los sacrificios, riesgos, ingratitudes y miserias, son tales las satisfacciones y alegrías que se está orgulloso y feliz de pertenecerla y con el siempre deseo de continuar en ella”

MANIFESTACIÓN CONTRA LOS GASTOS MILITARES EN
VALLADOLID  FOTO: www.elnortedecastilla.es
No, no me divierte el recorte de sueldo y pagas extraordinarias, ni las reducciones en todos los ámbitos que están afectando   a nuestra “vida y funcionamiento” diario como militares. Es duro, sobre todo cuando los que toman o fuerzan esas decisiones, ahora o en el pasado, están muy lejos de predicar con el ejemplo. Pero todavía me considero por encima de todo eso. Todavía creo que “a España servir hasta morir” es más que un lema arrancado de una montaña por unos acomplejados. Todavía encuentro diariamente, dentro y fuera de mi profesión, mil razones para seguir tirando de este viejo y destartalado carro patrio.

SOLDADOS ESPAÑOLES EN BADGHIS (AFGANISTÁN)
FOTO: ET.
Hoy, con un pie en la escalera del avión que me llevará a Afganistán, miro con preocupación la situación de “acoso y derribo” en la que dejo a mi querida España. Desde dentro y desde fuera. Y el problema es que ese conjunto de valores que aceleran, en todos los ámbitos, la recuperación de una nación en situaciones apuradas, hace tiempo que la sociedad española los apartó por desfasados y ridículos. Como decía Unamuno, “me duele España”. Mañana empezará la Eurocopa y todo se olvidará unos días. “Pan y circo”, aunque cada vez menos pan y ya demasiados payasos.
Sólo espero que las noticias que me vayan llegando cuando esté lejos sean un punto de luz al final del túnel y no una punzada más de desasosiego en un territorio hostil.


[1] La frase original es de Napoleón: “Chacun de mes soldats a dans son sac à dos le bâton de maréchal”. Posteriormente, la utilizó mucho en sus arengas el general Perón.
[2] Aunque es obvio, explicaré para aquellos no familiarizados con la expresión castrense, que decir de un militar que “me iría a la guerra con él”, es el máximo elogio que le podemos hacer. De hecho, en mi particular clasificación, están estos “perros de la guerra”, los guerreros, y los demás, funcionarios de uniforme, laboriosos, simpáticos e inteligentes en su mayoría, útiles para mover ese mastodonte que son las Fuerzas Armadas, pero que, aparentemente, no valen para ejercer el fin último de nuestra profesión que es mandar hombres en el combate. Mandar, en su simple extremo, a matar y morir.
[3] La Odisea, de Homero. Canto XII.
[4] Lo dejo ahí, papel, porque es aplicable a los dos, el de escribir y el otro.
[5] La situación me recuerda al “camióptero” que viví de teniente en el Tercio. La mayoría de los ejercicios de “desembarco aéreo” y helitransporte eran así, en camión. Practicábamos la entrada y salida de UH-1H, el magnífico helicóptero de entonces, poniendo filas dobles de bancos que simulaban los asientos reales. “Embarcábamos” y “desembarcábamos” una y otra vez, haciendo el gesto de apertura y cierre de las puertas correderas. Eso sí, cuando volábamos de verdad, era todo un acontecimiento.
[6] Por ejemplo, las manifestaciones en contra de los gastos militares y, los militares en sí, celebradas en Valladolid y otros puntos de España el pasado sábado 2 de junio, Día de las Fuerzas Armadas, o la continua perorata de determinados partidos y asociaciones, que ha arreciado en los últimos meses. Aprovecho para recomendar el articulo que sobre este tema ha escrito la excepcional periodista M. Ángeles Moya en www.ateneadigital.es/RevistaAtenea/REVISTA/articulos/GestionNoticias_8834_ESP.asp. También se puede leer desde el enlace que hay en el lateral de este blog.
[7] El camino español es el corredor que tuvieron que abrir los Tercios para alimentar de provisiones y tropas la guerra en Flandes. Aunque con diversas variantes, el camino español unía Milán y Bruselas y los tercios invertían una media de 50 días en recorrer los aproximadamente 1.000 kilómetros que separaban ambas ciudades. 

sábado, 19 de mayo de 2012

LA MADRE PATRIA


Joaquín Sabina. FOTO: www.lapoderosa.org.ar

Sí, yo soy de esos memos que ven a España como la Madre Patria de las naciones hispanoamericanas[1]. Mi abuelo escribió en 1945: “Un programa político-económico: América empieza en los Pirineos[2]”, y siempre he estado de acuerdo con él. Sé que ahora no está de moda. Que lo cool es aplaudir las expropiaciones de empresas españolas a ritmo de Sabina o Serrat. Era de esperar en este país de acomplejados y quintacolumnistas y en aquellos dirigidos por “salvapatrias” populistas.


Pero, de nuevo, no voy a caer en la fácil generalización. No, no les voy a poner aquí a parir, desde la Madre Patria (lo repito, a ver si a alguno le salen sarpullidos de leerlo). Porque, al contrario que en Sodoma y Gomorra, siempre hay un justo. Y aquí va mi respetuoso homenaje para ellos, los vivos y los muertos, nadadores contracorriente orgullosos de la sangre que corre, o corría, por sus venas.

Laura Alonso, diputada argentina. FOTO: www.larazon.es
Valiente y ejemplar la actitud de la diputada argentina Laura Alonso, del partido Propuesta Republicana (PRO), que aguantó a pie firme la bronca parlamentaria por oponerse a la expropiación de YPF. Me admiraron, especialmente, sus declaraciones posteriores: «Que me digan española no es un insulto, es un halago[3]».

FOTO: www.elsistema.info
Pero hoy quiero traer aquí otro texto, mucho menos mediático. Es de un militar, como no podía ser de otra forma. Néstor Roberto Estévez era teniente del ejército argentino y escribió una carta, en Sarmiento (Chubut), el día de la partida de su regimiento rumbo a las Malvinas, el 27 de marzo de 1982. Debía ser entregada a su padre por un camarada en caso de que él falleciera en combate, como ocurrió dos meses después. El texto era el siguiente:

        Querido papá:
     Cuando recibas esta carta yo ya estaré rindiendo cuentas de mis acciones a Dios Nuestro Señor. Él, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de mi misión. Pero fíjate vos ¡Qué misión! ¿No es cierto? ¿Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todos destinados a recuperar las Islas Malvinas y restaurar en ellas nuestra Soberanía? Dios, que es un Padre generoso, ha querido que éste su hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a nuestra Patria. Lo único que a todos quiero pedirles es 1º) Que restauren una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo. 2º) Que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea la apertura a la tristeza y, muy importante 3º) Que recen por mí.
     Papá, hay cosas que, en un día cualquiera, no se dicen entre hombres pero que hoy debo decírtelas: Gracias por tenerte como modelo de bien nacido, gracias por creer en el honor, gracias por tener tu apellido, gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que es el fruto de ese hogar donde vos sos el pilar.
     Hasta el reencuentro, si Dios lo permite.
     Un fuerte abrazo, Dios y Patria !O muerte!

                                                                                   Roberto


Cementerio de Darwin, cerca de la Pradera del Ganso (Goose Green). Allí están
enterrados 237 soldados argentinos.
FOTO: www.todo-noticias.com
Qué queréis que os diga. Me enorgullece y emociona. En él pienso cuando me nombran a Argentina. En él y en la multitud de apellidos españoles, la mayoría, que como el suyo engrosan la lista de los 649 caídos en las Malvinas[4]. Ellos conforman, como militar que soy, la imagen que tengo de Argentina, no la panda de políticos y adláteres que torticeramente utilizan su sacrificio.

Al resto, lo dicho…, a seguir con lo vuestro.


[1] Según el Diccionario Panhispánico de Dudas, Hispanoamérica es “el conjunto de países americanos de lengua española”. Es decir, 20 naciones, si incluimos a Belice y Puerto Rico.
[2] Con la caña de pensar, Fred Noan.
[3] www.larazon.es, entrevista publicada el 5 de mayo de 2012.
[4] La cifra está sacada de www.malvinense.com.ar. El listado nominal lo pude leer en www.malvinasonline.com.ar/index.php/el-conflicto/listado-de-caidos.html, que recoge la Ley 24.950/98 que les declara héroes nacionales (también la 25.424/01 que la modifica).