sábado, 9 de junio de 2012

PONGÁMONOS A DISCRECIÓN


MONUMENTO A LOS CAÍDOS DE ESTADO MAYOR. ESCUELA DE
GUERRA (MADRID)                                   FOTO: www.blog.sedic.es
Antes de continuar con esta entrada, me he dado cuenta de que todavía no he escrito el motivo por el que decidí abrir este blog. Creo que es obvio que no es por afán de notoriedad, con un número de visitas que, si quitamos las de los familiares, las mías y las accidentales, podría llevarme a pensar que soy el único humano conectado a Internet en el universo. Tampoco es la plasmación de una "necesidad irrefrenable" que, a modo de válvula de escape, da salida al “volcán” intelectual que llevo dentro, la exhibición impúdica de unas imágenes íntimas e introspectivas de mis “adentros” o el infructuoso intento de mejora de mis mediocres cualidades narrativas. No, soy de Infantería, por lo que el motivo creo que es mucho más simple… ¿O no?

FORMACIÓN EN LA ACADEMIA GENERAL MILITAR 1990
FOTO: AUTOR
Después de más de 20 años de profesión militar he visto la transformación que en demasiados casos sufrimos los oficiales de la extinta escala superior en el devenir de nuestra carrera. Creo que ya lo he descrito anteriormente: pasamos de ser potenciales líderes de moral inquebrantable, preocupados sólo por la preparación propia y de nuestros hombres en beneficio de la eficacia de nuestra unidad, a sombras egoístas de nosotros mismos, demasiado atemorizados por todo aquello que pueda lastrar nuestra proyección profesional. Algunos, los menos gracias a Dios, la sufren nada más salir de la Academia General Militar. Son tenientes "de Estado Mayor" que creen, literalmente, que llevan el bastón de general en la mochila[1]. Otros empiezan la metamorfosis al enfrentarse al primer “salto” importante que supone el ascenso al empleo de comandante. Es la entrada en el club de los “jefes”, de acuerdo con la antigua división de empleos militares. 

Pero la verdadera prueba de fuego, la travesía del desierto que pocos consiguen finalizar sin mácula, es el ascenso a coronel y, especialmente, a general. Es como si un “rayo” nos tirara del caballo, pero al contrario de lo que le ocurrió a San Pablo, no vemos la Luz Verdadera, sino que el golpe nos causa una amnesia progresiva. Se nos olvidan las vivencias pasadas; escondemos en el rincón más oscuro de nuestra memoria, para evitar que perturbe nuestra conciencia,  los grandes momentos de milicia disfrutados, y sufridos, con nuestros subordinados; desaparece nuestro espíritu crítico; y, finalmente, nuestra médula ósea se convierte en Blandy blue. Abrazamos vehementemente el lema “el que se mueve no sale en la foto”. Vamos, que don Tancredo a nuestro lado es un friky del breakdance. Ante la mirada atónita de los que nos conocen, abandonamos el mundo real y empezamos a navegar por nuestro Matrix particular. Y eso cuando no nos volvemos desvergonzados y entusiastas partidarios de todo aquel que pueda influir en nuestra carrera, ya sea animal o vegetal, político o militar. Esta mutación no es, por supuesto, ni uniforme ni inevitable. De hecho, también he de decir que los que logran finalizar ilesos este ironman de las tentaciones, se convierten (continúan siéndolo en realidad) en jefes excepcionales que multiplican su prestigio en cada uno de sus actos, que ejercen el mando con ejemplaridad y asumen las responsabilidades sin titubeos. Podrán cometer errores sí, pero escuchan, reflexionan, deciden y mandan. Son con los que yo, particularmente, me iría a la guerra sin dudarlo un segundo[2]. Por supuesto, no sé en qué grupo estoy; sólo en cuál me gustaría estar. Tampoco seré yo quien lo juzgue.

ULISES Y LAS SIRENAS DE HERBERT JAMES DRAPER
Como Ulises en la Odisea[3] empiezo a oír los cantos de sirena y, sinceramente, no sé si la cuerda que me ata al mástil de mi barco resistirá. Por eso quiero, y aquí está el objeto de este blog, dejar ahora, todavía cuerdo, testimonio de quién soy, de dónde vengo y lo que pienso, y que en un futuro, si me convierto en lo que ahora tanto detesto, alguien me lo pueda echar en cara con datos en la mano. Que pueda sacarme los colores diciéndome: “Mire, mire lo que escribía hace unos años”. Así que, si un día veis que este blog desaparece, seguramente sea que ya estoy en fase de pupa. Es decir, convertido en un capullo. Hecha esta aclaración, prosigo.

MIEMBROS DEL NZSAS EXHAUSTOS TRAS EL COMBATE EN EL HOTEL
INTERCONTINENTAL DE KABUL EL 29JUN11. UNA DE LAS VÍCTIMAS DE LOS
TERRORISTAS FUE EL PILOTO CIVIL ESPAÑOL ANTONIO PLANAS.
FOTO: www.bilbainodepro.blogspot.com.es
Estamos viviendo unos tiempos más que difíciles de los que, por supuesto, no se libran las Fuerzas Armadas. En nuestro ámbito, del impacto de la crisis no escapa prácticamente nada: desde los grandes programas de armamento a cosas tan simples y mundanas como el papel[4]. Si bien las agrupaciones que tienen previsto su despliegue en operaciones siguen llevando a rajatabla su estricto e intenso programa de instrucción y adiestramiento, el resto ven cómo se complican, día a día, no ya las maniobras en los grandes campos nacionales, sino el simple hecho de salir al tiro, practicar el despliegue de una sección de carros o el desembarco de un mecanizado. La mayoría de las unidades están haciendo un esfuerzo ímprobo por encontrar “soluciones imaginativas”[5], pero hasta la imaginación, en estos casos, tiene un límite.

Entre las poesías que han dejado huella en mi memoria a lo largo de mi vida militar, hay una que me gustaría traer aquí y ahora. No he sido capaz de encontrar su autor, sin duda hispanoamericano y muy probablemente uruguayo, pero su significado es universal. Es la siguiente:

         Póngase a discreción y escúcheme soldado,
         quiero hablarle de lo que está pasando,
         no quiero verlo más con los ojos tristes,
         la cabeza baja y el corazón cansado.

         Es difícil lo que voy a decirle
         porque antes nunca había pasado,
         y se hace difícil entender las cosas
         cuando entenderlas hace daño.

         Cuando usted se puso este uniforme
         supo que tenía que vivir luchando,
         y que en el trabajo de todos los días
         no había lugar para el desgano.

         Ya sé que el sueldo le queda corto,
         que en el cuartel se achicó el rancho,
         y para tener bien a los gurises
         tuvo que salir a changar a otro lado.

         Ya sé que quedan pocos hombres
         y que entra de guardia con veinticuatro,
         y justo ayer se le enfermó la patrona,
         y se terminó de completar el cuadro.

         Esto, esto es el sacrificio
         del que tanto le habían hablado,
         es la frontera entre los débiles y los fuertes,
         entre ser civil o ser soldado.

         Es el orgullo de sentirse hombre
         a fuerza de aguantar los golpes bajos,
         de caer y levantarse mil veces
         sin que nadie lo vea derrotado.

         Así es como se le sirve a la Patria
         con el corazón fuerte y bien templado,
         para aguantar de frente a los que ahora
         nos quieren débiles y fracasados.

         Ahora, si todavía tiene ganas
         de sentirse un buen soldado,
         vaya, agarre su fusil y venga conmigo,
         tenemos que seguir entrenando.

SOLDADO AMERICANO EXHAUSTO EN AFGANISTÁN. PREMIO
WORLD PRESS PHOTO 2007. SU AUTOR, TIM HETHERINGTON,
MURIÓ EN 2011 CUBRIENDO EL CONFLICTO LIBIO.
Eso es, antes de pensar en tirar la toalla, antes de entrar en una espiral autodestructiva de “rajes”, antes de que hagan mella los que aprovechan la crisis para redoblar los ataques contra la Institución[6], es hora de parar un momento, ponerse a discreción, y escuchar al soldado que llevamos dentro. Esa voz interior que nos llevó a abrazar esta profesión. Ese Pepito Grillo que sí se acuerda de cómo las pasaban nuestros antecesores en sus trayectos por el “camino español[7]”, de la eterna mojadura en Flandes, mes tras mes, sin ver un escudo. Ese que no olvida a los que murieron en Cuba y en Filipinas, y en Annual. Es, en fin, el que nos recuerda lo que una vez dijo el clásico y que no me cansaré de sacar a colación: “Yo no sé qué tiene esta profesión que, a pesar de los sacrificios, riesgos, ingratitudes y miserias, son tales las satisfacciones y alegrías que se está orgulloso y feliz de pertenecerla y con el siempre deseo de continuar en ella”

MANIFESTACIÓN CONTRA LOS GASTOS MILITARES EN
VALLADOLID  FOTO: www.elnortedecastilla.es
No, no me divierte el recorte de sueldo y pagas extraordinarias, ni las reducciones en todos los ámbitos que están afectando   a nuestra “vida y funcionamiento” diario como militares. Es duro, sobre todo cuando los que toman o fuerzan esas decisiones, ahora o en el pasado, están muy lejos de predicar con el ejemplo. Pero todavía me considero por encima de todo eso. Todavía creo que “a España servir hasta morir” es más que un lema arrancado de una montaña por unos acomplejados. Todavía encuentro diariamente, dentro y fuera de mi profesión, mil razones para seguir tirando de este viejo y destartalado carro patrio.

SOLDADOS ESPAÑOLES EN BADGHIS (AFGANISTÁN)
FOTO: ET.
Hoy, con un pie en la escalera del avión que me llevará a Afganistán, miro con preocupación la situación de “acoso y derribo” en la que dejo a mi querida España. Desde dentro y desde fuera. Y el problema es que ese conjunto de valores que aceleran, en todos los ámbitos, la recuperación de una nación en situaciones apuradas, hace tiempo que la sociedad española los apartó por desfasados y ridículos. Como decía Unamuno, “me duele España”. Mañana empezará la Eurocopa y todo se olvidará unos días. “Pan y circo”, aunque cada vez menos pan y ya demasiados payasos.
Sólo espero que las noticias que me vayan llegando cuando esté lejos sean un punto de luz al final del túnel y no una punzada más de desasosiego en un territorio hostil.


[1] La frase original es de Napoleón: “Chacun de mes soldats a dans son sac à dos le bâton de maréchal”. Posteriormente, la utilizó mucho en sus arengas el general Perón.
[2] Aunque es obvio, explicaré para aquellos no familiarizados con la expresión castrense, que decir de un militar que “me iría a la guerra con él”, es el máximo elogio que le podemos hacer. De hecho, en mi particular clasificación, están estos “perros de la guerra”, los guerreros, y los demás, funcionarios de uniforme, laboriosos, simpáticos e inteligentes en su mayoría, útiles para mover ese mastodonte que son las Fuerzas Armadas, pero que, aparentemente, no valen para ejercer el fin último de nuestra profesión que es mandar hombres en el combate. Mandar, en su simple extremo, a matar y morir.
[3] La Odisea, de Homero. Canto XII.
[4] Lo dejo ahí, papel, porque es aplicable a los dos, el de escribir y el otro.
[5] La situación me recuerda al “camióptero” que viví de teniente en el Tercio. La mayoría de los ejercicios de “desembarco aéreo” y helitransporte eran así, en camión. Practicábamos la entrada y salida de UH-1H, el magnífico helicóptero de entonces, poniendo filas dobles de bancos que simulaban los asientos reales. “Embarcábamos” y “desembarcábamos” una y otra vez, haciendo el gesto de apertura y cierre de las puertas correderas. Eso sí, cuando volábamos de verdad, era todo un acontecimiento.
[6] Por ejemplo, las manifestaciones en contra de los gastos militares y, los militares en sí, celebradas en Valladolid y otros puntos de España el pasado sábado 2 de junio, Día de las Fuerzas Armadas, o la continua perorata de determinados partidos y asociaciones, que ha arreciado en los últimos meses. Aprovecho para recomendar el articulo que sobre este tema ha escrito la excepcional periodista M. Ángeles Moya en www.ateneadigital.es/RevistaAtenea/REVISTA/articulos/GestionNoticias_8834_ESP.asp. También se puede leer desde el enlace que hay en el lateral de este blog.
[7] El camino español es el corredor que tuvieron que abrir los Tercios para alimentar de provisiones y tropas la guerra en Flandes. Aunque con diversas variantes, el camino español unía Milán y Bruselas y los tercios invertían una media de 50 días en recorrer los aproximadamente 1.000 kilómetros que separaban ambas ciudades.