jueves, 2 de abril de 2015

QUE NO OS ENGAÑEN

Hace unos pocos días, el viernes 27 de marzo, organizamos en el patio del Batallón de Infantería Mecanizada "Cantabria" I/6 una Misa de campaña. El motivo no fue otro que honrar la memoria de los soldados del batallón Abel García Zambrano y Carlos Martínez Gutierrez, muertos durante la misión Libre Hidalgo XX, en el Líbano, hace ya un año. Fue un acto sencillo, al que asistieron las familias de los dos militares, aún rotas por el dolor. La vida da arponazos que ni el tiempo es capaz de curar. No hubo protocolo, ni formación, ni honores. Sólo un grupo de militares arropando a unas familias que no encuentran consuelo y recordando a los que cumplieron, hasta sus últimas consecuencias, aquello que un día juraron al besar nuestra Bandera. 

La carga emotiva del acto fue indescriptible. Emoción de la
SDO. CARLOS MARTÍNEZ GUTIÉRREZ
que yo no pude abstraerme en ningún momento. No les conocía, ya que asumí el mando de la unidad tres meses después del regreso del contingente. Sólo soy, como jefe del batallón, el guardián de su memoria. Pero lo que vi esa mañana soleada, en mitad de la dehesa extremeña, me ha hecho reflexionar y escribir estas letras. Tengo muy presentes las palabras que sobre la milicia vienen resonando en los platós televisivos de la mano de personas de uniforme como el teniente de complemento Segura o la comandante Cantera y su marido. Me llegan también párrafos de los libros que han escrito y que tan profusamente están promocionando. Los leo incrédulo y me pregunto en qué clase de burbuja he vivido yo todo este tiempo... o qué intereses les mueven a ellos. Porque lo que yo viví en el patio de mi unidad me confirma lo que llevo sintiendo estos últimos veintiséis años de servicio a España. Lo que hace que me ponga el uniforme con ilusión cada mañana. Lo que me dispara el pulso en las venas y me eriza el vello al oír el Toque de Oración... Ví a un padre fundido en un abrazo profundo, sincero y emocionado con el general que mandaba la Brigada Líbano (BRILIB) XX. Vi el cariño con el que sus madres trataban al que fue su capitán; un castillo de más de 
un metro noventa con un corazón que no le cabe en el pecho. Vi a sus jefes de pelotón con el corazón en un puño y a los oficiales, suboficiales y personal de tropa que estuvieron involucrados en la repatriación de los cuerpos, tanto en el Líbano como en España, arropando de nuevo a las familias. Vi, en fin, a cabos y soldados de su compañía, militares hechos y derechos, llorando a lágrima viva al acercarse a saludar a los padres de los que fueron sus compañeros. Porque quien diga que los militares no lloramos, miente.

SDO. ABEL GARCÍA ZAMBRANO
No, yo no vivo en ninguna burbuja. He visto "mierda" y a "mierdas" durante estos veintiséis años, como cualquier persona en cualquier empresa. Aquellos que han cruzado la línea roja de nuestro Régimen Disciplinario y nuestro Código Penal Militar en la mayoría de los casos han sufrido las consecuencias de su acciones u omisiones. Aquellos que han incumplido nuestras Reales Ordenanzas sin alcanzar las líneas anteriores, normalmente han obtenido el desprecio de sus compañeros de armas y su evocación es sinónimo de desprestigio. En esta empresa todos nos conocemos... Que alguno se haya ido "de rositas", puede ser; pero yo no lo conozco. Lo que sí puedo decir es que la generalidad de los que han sido y son mis superiores, compañeros y subordinados han tenido y tienen una calidad humana y militar excepcional. Y en las unidades, en todas pero yo puedo hablar de las mías –el Tercio "Don Juan de Austria" 3º de la Legión, el Regimiento "Asturias" nº 31, el Mando de Operaciones Especiales, el Regimiento "Garellano" nº 45 o el Regimiento "Saboya" nº 6–, se encuentra la pureza, la verdadera esencia de la milicia. Y esto muchas veces se nos olvida en los cuarteles generales y estados mayores. Los trescientos militares que el pasado viernes estuvimos en aquella misa, desde el general al último soldado incorporado al batallón hace menos de veinte días, sentimos que hay algo que trasciende a nuestro mero papel de funcionarios. Hay algo que va más allá de unas frías reglas de comportamiento del militar escritas en un ley orgánica. Un código, como alguien dijo alguna vez, que en las situaciones difíciles nos lleva a no pensar nunca en nosotros mismos, sino primero en nuestros compañeros, porque sabemos que ellos están pensando en nosotros.

Que no os engañen. Esa es la verdadera milicia. Difícilmente los veréis en televisión. Hombres y mujeres que han elegido llevar un uniforme porque tienen un alto concepto de ellos mismos. Una religión de hombres honrados, como decía Calderón. Con ovejas negras, sí, pero que en la inmensa mayoría de las ocasiones la pagan. Los que buscan desprestigiar a la Institución en beneficio propio, los que esperan en la puerta de algún palacio a que les paguen los treinta denarios... Esos, esos son, los que, en su éxito, llevan su penitencia.
EL CAMINO ESPAÑOL. DE FERRER DALMAU