sábado, 2 de diciembre de 2017

EL ADIÓS

Despedida de la Bandera. Foto: Bda. C. Pacheco
Hay momentos importantes en la vida de un oficial. El ingreso en la Academia General Militar, la Jura de Bandera, los ascensos, los destinos… Pero también hay otros instantes que, sin tener una relevancia especial, poseen una carga emotiva excepcional. El pasado 6 de septiembre viví uno de ellos.

En aquel momento, entregaba, después de tres años, el mando del Batallón de Infantería Mecanizada “Cantabria”, I del Regimiento de Infantería “Saboya” nº 6, con guarnición en Bótoa (Badajoz). Ese día, el jefe saliente –o sea, yo– sólo era el comparsa del gran protagonista, el jefe entrante. Para aquel momento, ya había dicho prácticamente todo lo que tenía que decir. Cerraba una semana llena de emociones, viviendo con un continuo nudo en la garganta. ¡Joder, en estos tres años he pasado con mis chicos más tiempo que con mi familia!... Y les he cogido mucho cariño…

Antes de la entrega formal de la unidad me quedaba un último acto. Es una
VCI PIZARRO. Foto: CBO1º JM. Juguera
ceremonia, sencilla, íntima y muy corta. Una verdadera joya que atesora el “Saboya”. No es otra que la despedida de la Bandera de la unidad, que se realiza en la Sala de Banderas del Regimiento. Se celebra ante muy pocos testigos –el entorno más próximo del cuadro de mando o militar de tropa que se despide–, presidida por el coronel jefe, y con la única rigidez que implica la presencia de la Bandera Nacional, con su abanderado y capitán acompañante.

El simple hecho de entrar en esa sala dispara las pulsaciones. Se respira un ambiente que invita a vivir el momento con intensidad. El tiempo que pasó hasta que el coronel ocupó su lugar en la habitación, me sirvió para repasar los grandes momentos vividos estos años en tierras extremeñas. “Animosorum ducum terra” –tierra de bravos caudillos–, reza en el escudo la Brigada “Extremadura” XI y doy fe de la bravura, la dureza y la nobleza de los hombres y mujeres de este apartado pero magnífico rincón de España. Los he visto trabajar a temperaturas bajo cero y con calor asfixiante, de día, de noche, con lluvia incesante o azotados por el implacable Cierzo –Moncayo para los que nos movemos por el campo de maniobras y tiro de San Gregorio–. En Badajoz, Córdoba, Zaragoza o en Irak. Da igual. No he tenido la suerte de acompañarles a Letonia, pero me los imagino asombrando al resto de la enhanced Forward Presence (eFP). O, en estos días, desplegando en El Líbano una vez más. 

Tiro nocturno de morteros 120 mm sobre TOA. Foto: BIMZ
No, no busquéis en ellos la espectacularidad de mi querida Legión, ni esperéis que salten de un avión como los paracaidistas, ni que escalen un tres mil y desciendan esquiando… Pero si queréis ver un soldado en estado puro, capaz de unir en una misma unidad la potencia y velocidad del combate blindado en una plataforma tecnológicamente avanzada como es el VCI PIZARRO F-II y, un segundo después, el coraje y el arrojo de la Infantería a pie, entonces sí, asomaros al Batallón “Cantabria”. Les veréis trabajar con la humildad y abnegación de los que viven y trabajan en una tierra muchas veces olvidada por el resto de España.

Estaba absorto en estos pensamientos cuando vi cómo el jefe de la Plana
BIMZ "Cantabria". Foto: CBO 1º JM Juguera
Mayor del Regimiento me hacía un gesto para iniciar mi despedida. Me acerqué a la Bandera, saludé, incliné con respeto la cabeza y me descubrí para besar su paño. Cuando eres un jurando más en un jura multitudinaria, civil o militar, tu tiempo frente a la Bandera es fugaz, presionado por el compañero al que precedes y sujeto al redoble del tambor que marca tu paso. Aquí, liberado de esa presión, me permití el lujo de aguantar, consciente y profundamente feliz, un par de segundos ese beso. Después, una vez devuelta a su vitrina la Bandera, pasé a firmar en el Libro de Honor del Regimiento y a leer el texto que escribí la tarde anterior. Nunca me ha costado tanto una lectura. En cada punto tragaba saliva y respiraba hondo, cogiendo fuerzas para el siguiente envite emocional.

Decía Cervantes en boca de don Quijote: “Yo no sé qué tiene esta profesión que a pesar de los sacrificios, riesgos, ingratitudes y miserias, son tales las satisfacciones y alegrías que se está orgulloso y feliz de pertenecerla y con el siempre deseo de permanecer en ella”. Así tengo la suerte de sentirme. Veintiocho años después de besar mi Bandera por primera vez, sigo apasionado por esta profesión. Y sólo le pido a la Inmaculada Concepción de María que, como un día me dijo mi padre, ponerme el uniforme nunca se convierta en rutina.

TEXTO DE LA DEDICATORIA:

ANTE TODO, SOBRE TODO, SIEMPRE... ¡ESPAÑA!
NUNCA PENSÉ QUE EL MANDO DE MI ÚLTIMA UNIDAD DE COMBATE LO HARÍA ENCUADRADO EN UN REGIMIENTO CON UN LEMA ASÍ. ¡QUÉ ORGULLO!
UN LEMA QUE RESUME DE FORMA SENCILLA, DIRECTA, INDUDABLE, LO QUE DEBE SER LA VIDA DEL MILITAR. DEJO AQUÍ AMIGOS, SUDOR, RISAS Y, POR QUÉ NO, LÁGRIMAS. DEJO TRABAJO, SACRIFICIO, ALEGRÍAS Y DECEPCIONES. DEJO, EN FIN, TRES AÑOS INTENSOS DE VIDA DE SOLDADO.
PERO ME LLEVO EL PROFUNDO HONOR DE HABER MANDADO EL MEJOR BATALLÓN DE ESPAÑA. UNA UNIDAD FORMADA POR UN CRISOL DE GUERREROS EJEMPLARES. ME LLEVO EL NEGRO LÁBARO CÁNTABRO TATUADO EN MI CORAZÓN. GRACIAS POR TODO.

                          BADAJOZ, 06 DE SEPTIEMBRE DE 2017

S/GTMZ desplegado en Letonia. Foto: PIO SP eFP