martes, 30 de agosto de 2016

ESPAÑOLES EN IRAK. ADIESTRANDO A LA BRIGADA 72.


He tenido el honor y la responsabilidad de participar en la tercera rotación de la misión Inherent Resolve –Alfa/India en nomenclatura española– en Irak, como jefe del Equipo de Adiestradores de Brigada. Nuestra misión se puede resumir en una sencilla frase: Instruir y adiestrar a las unidades del Ejército Iraquí para que afronten la lucha contra el Daesh en las mejores condiciones posibles. ¡Y qué misión! Alguna vez, la justificación de la presencia de las Fuerzas Armadas en un escenario puede ser complicada de entender para el español medio. Por ejemplo, mientras Bosnia-Herzegovina o Kosovo podían ser socialmente asumibles por la proximidad geográfica, la implicación en Afganistán o El Líbano escapaba muchas veces a la comprensión del que leía la noticia de la muerte de un cabo en la posición 428 en Ghayar o escuchaba que un Improvised Explosive Device (IED, Artefacto Explosivo Improvisado) había arrancado las piernas a un teniente y su soldado conductora a unos kilómetros de Ludina. Pero en Irak, como en Mali o Centroáfrica, la lucha militar[1] contra el Daesh y sus franquicias la entiende casi todo el mundo. Porque el Daesh está matando en Paris, Niza, Londres o Bruselas y no lo ha hecho todavía en España porque nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado son la releche. Y recalco, desgraciadamente, el “todavía”. ¡Es tan difícil prever dónde matará un descerebrado que no tiene nada que perder!




Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah.
Pero, sobre todo, les están matando a ellos. A los iraquíes y a los sirios. Y los occidentales no nos enteramos (o no nos queremos enterar) ni de la mitad de lo que allí pasa. Y os aseguro que la crueldad de las ejecuciones del Daesh no la había visto en ningún otro escenario. Por eso estoy tan orgulloso de esta misión. De haber estado allí, con ellos. De haber puesto el granito de arena hispano en su lucha allí, que repercute también en la nuestra aquí. “Un soldado no vive mucho en Irak” nos decía el comandante de la compañía Ranger de la Brigada 35… Y es verdad que había mucha “carne picada” –carne de cañón, para ser menos gráfico–, mucho soldado que tenía todas las papeletas para caer en el instante que asomara los morros en Faluyah, Ramadi o Mosul, pero como repetí hasta la saciedad a los mandos iraquíes que conocí, “si con nuestro trabajo somos capaces de salvar la vida aunque sea a uno más de tu hombres, sólo eso ya supondrá una satisfacción y nuestro esfuerzo estará bien empleado”. Aumentar su supervivencia y su letalidad en el tiempo disponible. Así de simple… ¡y así de duro!


El artículo que aparece a continuación lo escribí, cruzado ya el ecuador de la misión, para la revista del regimiento “Saboya”. Ahora lo cuelgo aquí para dar a conocer un poco más lo que los soldados españoles hacemos a unos miles de kilómetros de casa. Allí pasamos la Navidad. Allí sudamos algo más que la camiseta convencidos de la utilidad de nuestra misión. De las tres brigadas que instruimos la tercera rotación de A/I, el artículo se centra en la 72 Brigada del Ejército Iraquí. La primera y la que más tiempo estuvo con nosotros. Son nuestros chicos de la 72 y este artículo va por ellos. Y que Alá les proteja.

Lanzamiento de manguera explosiva MICLIC en uno de los temas de fuego real de la Brigada 72. Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah.

 No es fácil resumir en unas cuantas líneas lo que han sido dos meses intensos de instrucción y adiestramiento de la brigada 72 del Ejército Iraquí. Intensidad hasta en nuestra toma de contacto, en la que los instructores, todavía con la imagen de la despedida en la retina, entraron a “frotamiento duro” en el adiestramiento de los “yundis[1]. No hay tiempo para "aclimatarse" en estas misiones. La 72 brigada no era una unidad recién llegada. Llevaban ya un mes largo de instrucción y el buen trabajo del contingente A/I-II estaba dando sus frutos. Lo previsto –y ahí empezamos a descubrir que hablar de previsiones en Irak es como fiarte del horóscopo de una revista del corazón– era que en dos semanas terminasen su adiestramiento con un gran ejercicio de batallón, denominado Combined Arms Breaching Exercise (CABEX, Ejercicio Interarmas de Apertura de Brechas).
Así, sin prisa pero sin pausa, empezamos a trabajar. Sin hacer mucho ruido, con tanta modestia de recién llegados como ganas de hacer un buen trabajo, conscientes de la responsabilidad de representar a España, en general, y a la Brigada de Infantería Mecanizada “Extremadura” XI en la apertura de este teatro para las Fuerzas Pesadas, en nuestro ámbito terrestre. La brigada 72 estaba dividida en tres batallones de Infantería con tres compañías de fusiles –dos de ellas ligeras –sobre camión en el mejor de los casos– y una tercera dotada con el Mine-Resistant Ambush Protected (MRAP) MaxPro norteamericano–, una sección de reconocimiento con vehículos Hummer – “Hummvies” que llaman los americanos–, y una sección con tres morteros de 81 mm. Estas eran las unidades que veníamos preparados para instruir: Tres batallones para tres Equipos de Batallón Polivalente (EBP) con instructores de Infantería y Artillería. Pero de nuevo, empezamos a descubrir lo que se ha convertido en el lema de la Agrupación: “Nada es fácil en Besmayah”. Así, teníamos que instruir también a una compañía Ranger, una sección de protección y una batería de morteros de 120 mm. La verdad es que no tenía muchas opciones: o debilitaba a los EBP sustrayéndoles personal o debilitaba mi Plana Mayor asignando “dobles gorras” a alguno de ellos. Finalmente la solución salomónica que adopté fue que mi capitán logístico S1/S4 y mi teniente de transmisiones S6 instruirían a los 90 “yundis” de la compañía Ranger y la sección de seguridad y mi capitán de operaciones AS3, artillera, con un artillero de cada EBP instruiría a la batería de morteros de 120 mm. No hubo ni una mala cara ni un “pero” en ninguno de ellos ni en sus respectivos jefes. Primer tiempo del saludo, como buenos soldados. Llegaban al mediodía de la instrucción y, por la tarde, les esperaban en su mesa las tareas de “planíferos”. Nunca les podré agradecer lo suficiente esa predisposición que mostraron para sacar adelante una situación delicada.

Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah.
La rutina diaria –si es que aquí se puede hablar de rutina– era, más o menos, así: La hora de levantarse era una decisión individual pero rondaba las 05:30 de la mañana. Es increíble lo bien que los contendores de “Villalatas” –la zona donde vivimos la mayoría de los instructores, denominada así por sus techos de uralita y carpintería de aluminio– guardan el frío. En aquella época, el termómetro que tengo dentro de mi cuarto llegó a marcar los 6ºC. “¡Un poco flojo, mi teniente coronel!” –pensará algún lector. Seguramente tenga razón, pero mi recuerdo es de un fresquito “intenso” al salir del saco de dormir. Quizás sea también un tema psicológico. Cuando te levantas en un iglú o una fosa en la nieve, sales preparado para lo que hay fuera. Aquí, en el semi-desierto iraquí, no esperaba que la temperatura en el interior de mi cuarto fuera apenas unos grados más alta que la exterior. Ahora empieza a pasar lo contrario: la temperatura interior es asfixiantemente más alta que la exterior… ¡Qué bien! Con las legañas puestas, el siempre “agradable” paso por el contenedor de ablución, con su espectro de olores y la incertidumbre, cada vez menor gracias a Dios y a la Unidad de Apoyo de Base (UABA), de si se habría agotado el agua o no. Después, al desayuno. La última estación de esta rutina inicial era cargar los blancos, la munición, el equipo en los vehículos y montar las columnas. En aquellos tiempos, con la puerta principal cerrada por las inundaciones y habilitada una secundaria, la acumulación de MRAPs, camiones, autobuses y pick-ups, por metro cuadrado de barro era un espectáculo. Parecía imposible que los chicos de la Unidad de Protección (UPROT) supieran cuales eran los vehículos de sus columnas y los instructores a que MRAP, español o inglés, tenían que seguir. Los instructores y los “ángeles guardianes” de cada unidad de marcha se reunían en un breve “briefing” de seguridad –briefing “bajo las ruedas” lo denominaban los paracaidistas en similitud al “briefing bajo las alas” de sus saltos. Nosotros, por comodidad, decidimos denominarlo “briefing” sobre las ruedas…–. Acababan las últimas instrucciones y ese caos de gente yendo y viniendo con cajas de munición y blancos, intérpretes, vehículos, voces en español, portugués, inglés y árabe… desaparecía en un par de minutos como por arte de magia. Me gusta verlos marchar por la mañana. Aparte de que considero que es mi obligación de jefe, por si surge algún problema, hablar unos segundos con ellos, darles la mano, un golpe en la espalda o intercambiar una simple sonrisa, refuerza mi convicción de la enorme calidad humana y profesional de los instructores que hemos traído a Besmayah. Me he sentido y me siento orgulloso de ellos cada minuto de esta misión y rezo para que vuelvan todos a casa sin novedad.

De The Punisher se pasó a The
Spanisher... ¡Impresionante!
El punto de encuentro con la unidad iraquí era directamente en los campos de instrucción. Entre las pintas que traían los “yundis” y los “hummvies” “customizados” con planchas de acero, parecían salidos de la versión Bollywood de “Mad Max”… Uno con casco, otro con gorra, el de más allá con gorro de lana… El de un lado con el gorro de lana debajo del casco, y el del otro, incomprensiblemente, había conseguido meterse el  pasamontañas con el casco puesto. Cazadoras de los Bulls, chaquetas, zapatillas de deporte, botas de colores diversos... Mucha parafernalia de air-soft. Muchas calaveras de “The Punisher” pintadas en los cascos, auriculares conectados con la nada, mini-cámaras de plástico… En resumen, un espectáculo.

Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
La primera actividad de la mañana solía ser la educación física. Por supuesto, los instructores iban con pantalón del uniforme, botas y camiseta. La pistola al cinto y unos cuantos fusiles a la espalda. Siempre al lado de los “yundis”. Siempre delante de los “yundis”. La ejemplaridad ha sido una de las grandes bazas de la Unidad de Instructores de Brigada (BDE)-III y estoy seguro que de los anteriores contingentes también. Eso de trotar no les hacía mucha gracia, pero terminaron corriendo más de 30 minutos seguidos. Estiramientos, fuerza y algunos juegos para terminar. Son muy competitivos y así se esforzaban sin tener que tensar la cuerda. Después llegaba la instrucción de combate. Repetir una y otra vez las posiciones, los movimientos, las órdenes. Parecía que de un día para otro olvidasen todo lo aprendido. Vuelta a empezar. Intentar que los capitanes y los jefes de batallón se implicaran en la instrucción. Ahí, la mano izquierda de los instructores, especialmente de los capitanes, hizo milagros. Prácticamente no había suboficiales y dos o tres tenientes en toda la brigada. Las secciones estaban la mayoría mandadas por “yundis” más o menos dotados, por lo que el panorama era bastante complicado en todo lo referente a planeamiento y liderazgo.


Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
El Programa de Instrucción (PoI) tenía dos pilares básicos: Las Tácticas, Técnicas y Procedimientos de aproximación a una población y el combate dentro de un núcleo urbano. Todo iba enfocado a incrementar su letalidad a la vez que se aumentaba igualmente su posibilidad de supervivencia en esos dos escenarios. La Brigada Paracaidista (BRIPAC) creó una sección de zapadores en cada batallón. Las instruían ingenieros británicos y americanos y se especializaron en la apertura de brechas. Es otro de los conceptos que estamos intentando cambiar en esta guerra: Apartar un poco la Contrainsurgencia (COIN) y retomar el combate convencional, en el sentido de que es imposible limpiar cada IED que una unidad encuentra en su avance, cuando el Daesh ha sembrado miles de ellos. Tienen que tratarlos como los campos de minas de la guerra convencional, abrir brechas en ellos y seguir avanzando. Después, en escalones más retrasados, los ingenieros irán limpiado las áreas más importantes. Como ya he dicho, en la instrucción de las unidades de Infantería todo era repetir una y otra vez conceptos básicos. Fuego y movimiento. De binomio, de pelotón y de sección. Protección. Romper el contacto, avanzar por una calle, limpiar un edificio. Defensiva temporal de una posición, reacción contra una emboscada. Y los instructores siempre ahí. Siempre haciéndolo primero. Siempre ejemplares.

Foto: A Cortés. BPC III Besmayah
Aparte del adiestramiento de los tres batallones de Infantería y las secciones de zapadores también estaba la compañía Ranger. Los “malahui”, con un buen capitán al frente y un alférez cuasi-psicópata como jefe de la sección de protección. Aunque por el nombre puede parecer que esta compañía era una unidad de gente escogida, en realidad era todo lo contrario, era la unidad de castigo. Allí iban los malos, los indisciplinados, los enfermos, los viejos, los muy gordos y los demasiado flacos,… Y con todos ellos, unos noventa, un capitán español y un teniente portugués hicieron maravillas. Hicieron que esa galería de los horrores tuviera sentido de unidad. El propio general, que en varias ocasiones habló con desprecio del adiestramiento de su compañía, finalmente reconoció el gran nivel alcanzado (siempre hablando en la escala relativa en la que se movía la brigada 72). Reconozco que les cogí especial cariño.


Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
Además, aparte del trabajo con estas unidades, se impartieron varios cursos específicos para determinadas capacidades. Así, se agrupó a todos los equipos de snipers de la brigada en un curso de dos semanas del que gracias al esfuerzo de sus tres instructores –dos españoles y un portugués– se alcanzó un nivel más que aceptable. Otro curso fue el Explosive Hazard Awareness  Course (EHAT), impartido por los británicos, una especie de C-IED básico dirigido a darles alguna oportunidad más de supervivencia en un entorno plagado de explosivos improvisados. Este curso se daba a todo el personal de la brigada y los más avezados pasaban a realizar dos cursos más específicos: Detect IED, que como su propio nombre indica está enfocado en la detección de IED y “trampas cazabobos”, –booby traps– en inglés, y Defeat IED, que busca dotarles de cierta capacidad de remoción mecánica de esos mismos artefactos.

Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
Por último estaba la batería de morteros de 120 mm, que fue uno de nuestros grandes quebraderos de cabeza. No logramos que los iraquíes trajeran munición para los tubos de 81 mm de los batallones y los veinticinco disparos que hicimos con los de 120 mm fueron casi un milagro. Tubos americanos e iraníes, con munición polaca de origen soviético –de la URSS de toda la vida– y unas tablas de tiro en árabe que perfectamente podían haberlas encontrado en un paquete de Phoskitos. De hecho, el primer disparo fue 900 metros corto… ¡No está mal! El trabajo que hicieron los artilleros con ellos fue magnífico. Aguantaron pacientes y profesionales todas las argucias del jefe del Grupo para “escaquearse” del trabajo o no traer la munición. Con perseverancia y buen hacer fueron capaces de formar al calculador, los observadores avanzados y la línea de piezas. Incluso fueron ellos los que dispararon con la unidad de morteros de la 71 brigada que se adiestraba en la Task Force de Taji. Las limitaciones nacionales de los neozelandeses y australianos les impedían salir de su base para hacer el tiro… Y allí estuvieron los artilleros españoles. En dos días les enseñaron nuestros procedimientos de puntería –que prefirieron a los aprendidos con sus anteriores instructores– y realizaron el tiro con ellos. Vinieron de la División y de la jefatura de Artillería iraquí a verles y, como no podía ser de otra forma, les felicitaron.

Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
Del Combined Joint Force Land Component Command – Iraq (CJFLCC-I, el cuartel general del Mando Componente Terrestre que ellos incompresiblemente pronuncian “siflic”) cada vez llegaba una variación nueva. Las desconexiones que muchas veces existen entre los cuarteles generales y las unidades. Unos en los mundos del Power Point y las grandes estrategias y otros en el puñetero barro. Puedo hablar sin tapujos porque he estado en los dos lados y sé de qué hablo. Ya he comentado la situación prevista cuando llegamos a Besmayah en diciembre y la existencia del famoso ejercicio de fuego real CABEX, a ejecutar por uno de los batallones, con el que finalizaría el adiestramiento. Estábamos empezando a pensar cómo meterle mano a ese ejercicio, que no nos convencía, cuando llegó la ampliación del periodo de instrucción y la primera visita del General Clarke, jefe por entonces del Componente Terrestre. Allí, ya con el pulso tomado a la brigada 72, le dijimos que el nivel alcanzable por la unidad no era batallón, sino compañía. Fue un jarro de agua fría, pero el tiempo nos dio la razón. A cambio, se nos ordenó que todas las compañías de la brigada tendrían que hacer ese ejercicio de fuego real. Además, y eso lo decidimos nosotros porque somos así de “chulos”, todas las compañías realizarían un ejercicio de asalto y limpieza de una zona urbanizada con fogueo y demoliciones reales (el polígono está preparado para poder hacer fuego real y voladuras de puertas y butrones).


Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
Y a ello nos pusimos en esas cuatro semanas. Un trabajo intenso que hacía que los días volasen. Trabajo que, finalmente, cristalizó y fuimos capaces de realizar los 10 ejercicios de fuego real de compañía que incluían fusilería de 5,56 mm. y snipers de 7,62 mm; ametralladoras de 5,56 mm, 7,62 mm y 12,70 mm disparando desde el suelo y desde vehículos MaxPro y Hammer; lanzagranadas de 40 mm y anticarro LAW de 66 mm; humos, granadas de sonido y explosivos para simular la apertura de brechas, además de la que abría el vehículo blindado con pala empujadora (Dozer), que rellenaba un foso y abría el pasillo en un merlón. En tres de estos ejercicios no hubo simulación, sino que las aperturas fueron reales. Para ello, además de con la Dozer, se abrieron brechas con otros tres métodos diferentes: manguera pesada (MICLIC) que lo hacía en un área de IEDs contra vehículos, dos mangueras ligeras (APOBS) que lo hacían en los cinturones de IEDs contra personal y una carga en “T” de explosivo plástico que reducía un T-wall a arenilla. Además, en uno de ellos se hizo fuego real de morteros y participó un carro de combate T-55, que hizo fuego con la máquina DsHK de su torre. En palabras del General de tres estrellas MacFarland, que manda el Teatro de Operaciones y presenció uno de estos ejercicios, “el mejor ejercicio de fuego real que he visto en Irak”. Por si fuera poco, hicimos los otros 10 ejercicios de compañía de combate en zona urbanizada y limpieza de edificios, todos con sus respectivas voladuras.

Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
Las cifras de la preparación de la 72 brigada, sólo en el tiempo en que estuvo con nosotros, BDE III, hablan por sí solas de la intensidad de la preparación. Con una media de 900 militares en la instrucción diaria se consumieron 221.000 disparos de 5,56 mm, 49.000 de 7,62 mm, 34.500 de 12,70 mm, 1.400 granadas de 40 mm, 81 lanzagranadas anticarro LAW… Nada más hay que ver el crédito anual de un regimiento de Infantería española para darse cuenta de la envergadura de lo realizado. Ahora, nuestros “chicos” de la 72 están partiéndose el cobre en el norte, en Makhmur. En el primer día de avance le sacaron 9 kilómetros a su brigada “hermana”, y en los sucesivos tomaron y liberaron varias aldeas en posesión del Daesh. Están en defensiva ahora, rechazando contraataques y acometidas de vehículos suicidas. Han tenido varias bajas, pero ahí siguen. Seguramente sean las casualidades del combate y esa suerte que unas veces te sonríe y otras te golpea con dureza, pero el hecho es que, a día de hoy, la 72 está haciendo un gran papel y su nombre se asocia a los españoles.

Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
Mirando atrás, ahora que trabajamos ya a más de 30ºC con la brigada 35, parece que han pasado años desde aquellos días en los que el barro lo invadía todo y el frío de la mañana se colaba por los huecos del chaleco. Nueva unidad, una acorazada con más de 1300 militares a los que hemos filiado en cuatro días, 3 carros de combate M1 Abrams, 6 carros T-72 y 11 vehículos de combate de Infantería BMP-1 para formar tripulaciones de soldados recién reclutados, perfeccionar las pocas que ya están formadas y mejorar la instrucción táctica de sus unidades, al menos hasta el nivel sección (en el Ejército Iraquí las secciones son de tres vehículos). Cuatro batallones y una compañía Ranger. Menos tiempo, más liderazgo, más disciplina y más ganas de trabajar que los anteriores. Hemos normalizado la instrucción nocturna, a pie y con los blindados, fuego real incluido. Sí, parecen mejores, pero sin pasarse… nuestros chicos de la 72 tenían un "color especial".

Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
Y nosotros, con las mismas ganas que al inicio de la misión. Vuelvo a salir a diario para ver a mis instructores ¡Qué gente más excepcional! Como lo fueron, seguro, los de la Brigada Legionaria (BRILEG) y la BRIPAC. Pero estos son los míos y, simplemente por eso, para mí los mejores soldados sobre el planeta. Implicándose hasta las cachas, sin medir esfuerzos, asumiendo conscientemente los riesgos, como siempre hemos hecho allí donde nos han mandado. El soldado español “conecta” enseguida con cualquiera, ya sea iraquí, maliense, croata, serbio o afgano... Lo llevamos en los “gérmenes”, como alguien dijo una vez. Veo la diferencia a diario, ya que mando instructores británicos, norteamericanos y portugueses. Sólo estos últimos se acercan un poco a nuestra forma de ser. Pero esa conexión que te permite acercarte a ellos con naturalidad, que te den besos al encontrarte o despedirte –sólo los amigos lo hacen–, te cojan de la mano como si de una pareja paseando por la Gran Vía se tratase, te inviten a un falafel –bocata de pan de pita con una albóndiga de pasta de garbanzo y ensalada dentro– hecho en la trasera de una pick up (que las primeras veces expulsarás de tu cuerpo de forma explosiva en las siguientes horas), te desmiguen el pollo con las manos y te lo pongan en tu plato o te cuenten sus confidencias, esa forma de ser, es el arma de doble filo que nos puede impedir reaccionar con la rapidez necesaria si alguna vez la situación se tuerce. Y la memoria histórica de esta unidad sabe lo rápido que se tuercen las cosas en Irak…



Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
Somos soldados españoles, con todas sus letras, defectos y virtudes y no, ellos, los yundis, no crean ese vínculo tan profundamente. Si alguna circunstancia rompiera la “luna de miel” en la que trabajamos, no les costaría un milisegundo rebañarnos el cuello si tuvieran oportunidad. De un día para otro y sin mediar explicación. ¡Ris-ras! Para ellos sería normal y justificado. Mientras, nosotros podríamos seguir dudando si desenfundar o no. Cuanto más tiempo pasa con ellos, más dudas puede tener el instructor a la hora de reaccionar instintivamente ante una amenaza cierta. Lo sabemos, lo hemos trabajado en la preparación y ahora se lo recuerdo constantemente a mi gente. Y yo soy el primero que aprovecho esa relación privilegiada con ellos, ya que facilita la coordinación y resuelve los pequeños problemas del día a día.


Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
Por eso es tan importante la presencia de nuestros queridos “ángeles guardianes”, la UPROT, que mantienen la necesaria y fría distancia para reaccionar, sino al primero, antes de que se produzca el segundo disparo. Esa es la principal dificultad de esta misión. Esa es la balanza de confianza que hay que usar con maestría. Esa es la grandeza de esta unidad de instructores que tengo el honor de mandar y que no olvidaré el resto de mi vida. Pero dejemos los sentimentalismos para la vuelta a España. Ahora hay que seguir trabajando duro, contra viento y marea porque, como dije antes… ¡Nada es fácil en Besmayah!


Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah







[1] Soldado en iraquí. Muchas veces, entre los españoles se generalizaba su traducción a militar iraquí o incluso a persona de esa nacionalidad o material de ese origen.

6 comentarios:

  1. Y la gente aquí, en Expaña, con el desconocimiento total de lo que hacéis, pensando que el Ejercito Español va de Misiones a besar niños, a dar chupa chups, y a poner tiritas. Sois los perfectos desconocidos. La culpa no la tenemos nosotros......Y es una pena que no haya nadie que cree un departamento de Relaciones Públicas.
    Un abrazo muy fuerte.
    Pedrice.

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  2. Gracias por el comentario. El departamento de Comunicación está creado. En el MINISDEF y los Cuarteles Generales. El problema es que no hay que olvidar que la política de comunicación en materia de Defensa la marca el Gobierno. Y a veces que prefieren tenernos en el armario... Un abrazo fortísimo padre.

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    1. @Alejadedisue (Twitter)6 de octubre de 2022, 20:58

      Existe el DECET, es el departamento de comunicación y relaciones públicas del Ejército. Habláis sin conocimiento de causa.

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    2. Soy PESERICE: Conozco el DECET a la perfección. No sólo por haber estado destinado cinco años en el EME y haber trabajado con ellos en cada acto militar del ET de SMER durante cuatro años, sino también porque mi mujer trabajó en él como periodista durante casi once años. Creo que “conocimiento de causa” tengo para regalar… Un saludo.

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  3. Enhorabuena por el trabajo realizado. Se ha hecho larga tu vuelta por aquí, pero con semejante despliegue de actividad no me extraña. Lo dicho, buen trabajo.

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  4. Muchas gracias Jesús. La verdad es que el tiempo no ha dado para asomarme al blog. Poco a poco intentaré normalizarme, pero no es fácil. Un abrazo muy fuerte

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