Carlos en un alto. Curso de Básico Estival de Montaña (Foto: R. Santisteban) |
Queridísimo compañero, camarada, amigo Carlos:
Hoy me salto nuestras citas “regulares” de las formaciones, cuando conectamos en ese toque de corneta que me encoge el corazón, y he decidido escribirte. ¿La culpa? Ya sabes, esta bendita promoción que nos unió para siempre. Hoy ha sido Salva, en otras ocasiones, Manete. Todos los años por estas fechas, siempre hay alguno que nos pega un toque al resto y nos trae tu recuerdo. Sí, ya, no hace falta, pero el trabajo nos come y nuestras neuronas dan cada vez para menos… Todos lo agradecemos mucho, especialmente yo, que soy un desastre.
¡25 años ya! ¡Qué barbaridad! Veinticinco años hace que este mundo se le quedó pequeño a tu gran corazón y te fuiste allí Arriba para poder ayudarnos mejor. Primero, a Marisa y María, ejemplo de entereza y serenidad durante todo este tiempo. Pude hablar con Marisa largo y tendido en las bodas de plata de nuestra salida de teniente. ¡Qué mujer! Ya te conté que tengo un amigo de la infancia en Irún. ¡Cómo me habla de vuestras familias! Yo, sonrío por dentro y pienso: “¡Qué me vas a contar…!”. Me encanta ver que tus chicas no han perdido el contacto. Te sonará a tópico, pero nada se plantea como promoción sin tenerlas en cuenta. Unas llamadas, unos correos, unos mensajes… ¡Y ahí está Marisa!
Carlos y yo a punto de salir para equitación. 1º AGM (Foto: Pedro Erice) |
Pero Carlitos, además, estoy seguro de que nos cuidas a nosotros. Antonio y tú, allí arriba, mano a mano, para que esta panda de soldados que formamos vuestra promoción, siga sirviendo a España. Y estoy seguro de que trabajáis duro porque no conozco una promoción igual. Alguno lo tengo más perdido, pero seguro que veis el papel que la XLIX está haciendo, ahora que hemos alcanzado puestos de mayor responsabilidad. Hace unas semanas veía a Javi por la tele, ¡el “albañil”!, ¿te acuerdas? Joder, parecía el ministro de Educación. ¡Qué tablas tiene ya, el tío, frente a las cámaras! Pues así, cada uno en su parcelita, todos. Quizás en cosas menos espectaculares y mediáticas, como Miner, que sacó a flote la compleja recepción de todos los nuevos vehículos de Infantería del Ejército, o Perico, que dobló despliegue en Irak —sé que velas por los que están fuera con un cuidado especial— y ahora está “remando” al lado del Jefe de Estado Mayor del Ejército. Menos espectaculares, como te digo, pero claves para que todo esto siga funcionando pese a la que está cayendo. Y dentro y fuera de las Fuerzas Armadas, que a España se la sirve de muchas formas y cada uno toma el camino que cree conveniente.
La sonrisa de Carlos. No la mostraba tan abierta muy a menudo. Esta es del día en el que nos entregaron, en 1ª AGM el uniforme hidrofugado. ¡Picaba como el infierno! |
Reconozco que, a veces, echo de menos aquellos momentos en los que nuestra preocupación casi sólo era llegar a los puntos de una topográfica. Como aquella noche, de marcha por los barbechos toledanos —“y no atraveséis sembrados”, decían los “protos”…, je, je—. Tú llevabas el mochilón detrás y la placa de mortero delante. Como dijo el coronel Sánchez de Toca, en aquella magnífica conferencia que nos dio en la Academia de Infantería, nunca se sabe qué es peor, si el tubo o la placa… Pues ahí ibas tú, en un “bocadillo” pequeño —ni tú ni yo somos torres, reconócelo—, entre la mochila y la placa. Charlando, riendo y rajando…, que es lo que hacíamos los cadetes. Y, de vez en cuando, un "cigarrito pal pecho, por lo bien que lo hemos hecho”, que también te gustaba mucho eso del fumeteo. De repente, un tropiezo y de morros al suelo. La tierra arada, la placa y el peso de la mochila desplazada hacia delante formaron una "conjunción planetaria” que te dejó ahí clavado. No tenías forma de levantarte y, nosotros —ya sabes que un poco cabroncetes sí que somos—, disfrutamos el momento con unas risas.
L Curso Superior de Montaña. Día del accidente. (Foto: JM G. Cabrero) |
Nos recuerdo juntos en unas maniobras en Los Alijares. Un extraño lapsus de inactividad, los dos sentados en una ladera, mirando hacia la Ermita de la Virgen de Guía en ese momento mágico en el que el sol se pone en el horizonte y el frío empieza a calar. Fue una conversación pausada, seria, casi diría atípica para nuestros veintipocos años, sobre los cursos que haríamos al salir de la Academia. Mi propuesta sobre el de operaciones especiales no te convencía nada. El cigarrillo a los labios, calada profunda, negación y el humo saliendo pausado por tu nariz. Al final elegiste el superior de montaña. La bendita…, y la maldita montaña. Esa pared sur del Posets…
Estas y muchas otras escenas me vienen a la mente y siempre me provocan una sonrisa, cierta nostalgia… Pero nunca tristeza.
En fin, Carlos, no te entretengo más. Gracias por interceder por nosotros, dale un abrazo muy fuerte a ese armario empotrado que es Antonio y nos vemos cuando el Jefe diga. Estaré preparado y estoy seguro de que me jalonarás el camino en mi escalada. Hablamos en el próximo acto, cuando en el toque de oración, vuelva a fijar los ojos en el cielo con un nudo en la garganta… Cuídate, cuidaos.
Un abrazo fortísimo de tu compañero, camarada y amigo,