domingo, 20 de febrero de 2022

MI SOLDADO DAVID

Volver a mi querido Regimiento “Asturias” 31 me ha traído a la mente muchas imágenes del pasado y al corazón, muchos sentimientos que, como brasas de una hoguera en la madrugada, sólo necesitaban de una suave brisa para avivarse. Fueron años intensos, como estos ­–mi vida militar nunca ha sido aburrida–, pero vividos con esa especial intensidad de la juventud. Pero hoy no quiero hablar de operaciones especiales, de misiones en el exterior o tipos duros que se afeitan en seco a navaja. Hoy quiero hablar de otra parte de la realidad. De aquellos militares que no se ven –o no se quieren ver– desde fuera. Aquellos que no nos gusta enseñar porque no cuadran en el estereotipo que nosotros mismos queremos vender. Ahí forman el que está pasado de peso, el que tiene una lesión de por vida –APL (Apto con Limitaciones) se llaman– que le impide llevar el ritmo normal de la unidad, el descoordinado hasta el infinito, el que vive “empanao” permanentemente, el de pensamiento al ralentí, el gris, el que todo lo intenta mil veces y mil veces fracasa… Todos ellos forman también cada mañana y son parte intrínseca de las unidades. Es importante que quede claro que a los que me refiero aquí es a aquellos que cumplen, o intentan, al menos, cumplir con sus cometidos. A pesar de todas las dificultades a las que se enfrentan. Los malos, los vagos, los sinvergüenzas, los delincuentes, que desgraciadamente también los tenemos, no se merecen que les escriba una línea y dedico mucho de mi tiempo a que o bien asuman sus responsabilidades y vuelvan al camino correcto o que salgan, con una marca en el trasero, de las Fuerzas Armadas. 

 

Sí, hoy quiero hablarles de un soldado que no usarían para el calendario del periódico Tierra, un tema táctico de fuego real de exhibición o el izado de bandera del Día de la Fiesta Nacional. Pero que fue tan soldado mío, tan de “mi gente” como el mejor. O más. Así que, vamos al lío.

 

Esta historia comienza en el inicio del milenio, con el servicio militar recién suspendido y una necesidad acuciante de reclutar soldados profesionales que llenaran el vacío dejado por los militares de reemplazo. Digamos que los filtros en aquel momento eran más laxos de lo que deberían haber sido para la exigencia de la vida militar. Y ahí estaba yo, recién llegado de La Legión, el flamante nuevo jefe de la 3ª compañía del Batallón de Infantería Mecanizada “Covadonga” I/31 del Regimiento “Asturias” 31. Todo “ardor guerrero”. Tenía todavía sobre la mesa de mi despacho la calavera de tamaño natural con el chapiri legionario graciosamente ladeado hacia la derecha que, al poco tiempo, el coronel Coll me “insinuó” que retirara. “Matar y destruir” y punto… Era un día soleado y el servicio de cuartel vino a presentarme a los nuevos soldados que entrarían a formar parte de mi compañía. Eran unos treinta. El suboficial, conociéndome, me advirtió antes de que saliera a recibirles: «Mi capitán, en la segunda fila, verá un soldado con una cara muy rara. No se mosquee, no le está haciendo burla, es que es así». «Joder…» –pensé–. En efecto, aunque un poco exagerada, agradecí la advertencia, porque ahí estaba David. La boca entreabierta para poder respirar, la nariz torcida, los ojos caídos, flaco, un poco encorvado… Eso sí, firme como si le fuera a pasar revista el mismísimo general jefe de la brigada “Guadarrama” XII. 


 

Y ahí empezó nuestra relación. Pronto vi que nunca estaría en el «top» por sus habilidades guerreras pero, sin embargo, en todo lo que hacía ponía el máximo empeño, aunque a veces quedara lejos de conseguirlo. Sin una queja o un mal gesto, volvía a la carga. Una y otra vez. Esa actitud me conquistó. Otros mejor dotados tiraban la toalla o se ponían a rajar descompuestos después de apretarles en una «noche toledana». Él, duplicando el esfuerzo que necesitaban los demás, ahí estaba. Siempre me ha gustado conocer a mi gente y aprovechaba los viernes para tomarme unas cervezas en cantina con quien le apeteciera hacerlo. Ahí fui descubriendo lo que había detrás de ese tipo de físico tan complicado. David provenía de un entorno social muy difícil. No sé, en ese su primer alistamiento, cuánto había de vocación y cuánto de escapatoria de un mundo que te envenena por dentro y por fuera, más peligroso que las balas que puedan lloverte vistiendo de uniforme. Tenía ya una enfermedad degenerativa que en aquel momento sólo se reflejaba en una ausencia casi absoluta de fuerza en las manos y poca en los brazos. Las flexiones de barra las hacía apoyándose en las muñecas –en los entrenamientos sus compañeros se las sujetaban para que pudiera hacerlas– y disparaba el fusil metiendo dos dedos en el disparador… No, definitivamente David no era ninguna máquina de matar. Pero ese problema también sacó lo mejor de la gente de la compañía. De paisano usaba camisas con corchetes para facilitar su cierre y apertura, pero el uniforme y las botas eran para él un mundo. Jamás le faltó un compañero (David, Iván…) que le ayudara con los botones o cordones. 

 

Recuerdo de las primeras salidas en el campo de maniobras de la Academia de Infantería de Toledo. En pleno duro invierno castellano, toda la compañía dormíamos juntos, un saco junto a otro, en la nave diáfana de Torremocha, uno de los clásicos cigarrales de la zona. Serían las cuatro de la madrugada cuando el imaginaria, en la oscuridad absoluta, me despertó sobresaltado. 
–«¡Mi capitán, mi capitán, Molina se ha muerto!»
–«No me jodas… venga, vamos». Descalzo y en calzoncillos seguí el haz de luz de la linterna del soldado, hasta enfocar la cara de David. La imagen, aunque digna del mejor programa de “Cuarto Milenio” de mi admirado Iker Jiménez, me tranquilizó. En efecto, la boca semiabierta, como era su costumbre para poder respirar, no era lo que más llamaba la atención, sino que tenía también los ojos abiertos y medio en blanco. Inmóvil, bien metido en su saco de dormir, no se apreciaba su respiración. La boca abierta y los ojos dirigidos hacia el oscuro vacío creaban un conjunto que justificaba que nuestro vigilante nocturno se llevara el susto de su vida.
–«¡David!» –le agité un poco para despertarle. –«¡David!». 
–«Mi capitán», –reaccionó relativamente rápido–. «Nada, una comprobación, sigue durmiendo, máquina». «Vale» –contestó– y, disciplinado, cumplió la orden…

 

Pasaba el tiempo y David trabajaba duro –sí, dentro de sus posibilidades– y con esa actitud y su simpatía iba haciéndose un hueco en la compañía. Visto desde fuera y sobre todo para aquellos que no conocen las dinámicas de las unidades operativas, podrían pensar que David era el candidato idóneo para sufrir “mobbing” u otro tipo de acoso laboral. Era todo lo contrario. Su entrega y su forma de ser, tan especial, iba ganándose los corazones de todos los que formábamos la compañía. Y que no se metieran con él… Pronto tuvo un binomio que se convertiría, con el tiempo, en uno de sus amigos más íntimos. Era otro David. Un chaval con unas capacidades físicas sobresalientes que cuidaba de él dentro y, sobre todo, fuera del cuartel. Eran algo más que el ying y el yang.

 

Mientras, David seguía alimentado el anecdotario. No sé cuándo se ganó, a pulso, su mote: Bombas. Creo que fue en una formación en la que quiso romper filas antes de tiempo… Casi le cuesta un arresto de su jefe de pelotón. Posiblemente, los problemas intestinales fueran una consecuencia de la enfermedad o la medicación. Recuerdo una evacuación en maniobras, en San Gregorio. Llevaba ya varios días sin hacer “aguas mayores” y hubo que trasladarlo al hospital. Allí tuvieron que «trastearle» por detrás para ayudarle. A su vuelta, las primeras palabras al cabo 1º Yáñez –nuestro hermano mayor en la compañía– fueron: «Mi primero, ya sólo me falta volar en globo… Me han metido una “manguera” por detrás». Él era así, capaz de arrancarnos una sonrisa en la situación más jodida con la mayor naturalidad.

 

Ya he citado el problema que tenía en las manos. Era imposible que pudiera utilizar una pistola con seguridad en una línea de tiro, pero tampoco quería privarle de la experiencia de efectuar, al menos, un disparo con este arma. No es la reglamentaria de todos los puestos, pero procuraba que todos los componentes de la compañía dispararan con todas las armas en dotación. Desde la ametralladora Browning 12.7 hasta el lanzagranadas de 88.9. Así, aprovechando una de las sesiones de tiro de la compañía, me lo cogí aparte y le di la correspondiente teórica. Tuvimos nuestro momento curioso ya que, al no poder tirar directamente de la corredera para montar el arma, intentó hacerlo metiéndosela entre las piernas… «David» –le dije–, «¿Quieres volarte las pelotas?». «No, mi capitán» –contestó–. Y cogiéndola con toda la mano y mucho esfuerzo logró hacer el movimiento. Así que llegó el momento de la verdad, introduje un cartucho en el cargador de la Llama M-82 y empezamos con la secuencia de tiro ensayada en seco. Todo perfecto, pero como mantener la pistola horizontal apuntando al blanco le costaba y le obligaba a forzar la postura en un escorzo imposible, agilicé el trámite: «¡Fuego!». Sonó el disparo, vi la sobreelevación del cañón, en este caso exagerada y la corredera atrás indicando el fin de munición. De repente, David cayó de rodillas y se echó hacia atrás. Bien instruido, había mantenido, aun en esa posición, la pistola apuntando al frente. «¡David!, ¿estás bien?, ¿qué te pasa?» – le dije mientras le cogía la pistola. Todavía desde el suelo, me miró, sonrió y dijo: «¡Qué susto, mi capitán!». Nunca sabré si se quedó conmigo ese día, aunque sospecho que fue una buena vacilada…

 

Perfectamente asentado ya en la compañía, llegó el momento de la renovación de su compromiso con el Ejército. Las circunstancias habían cambiado y ya no existía la presión de captación de años anteriores. Me llamó un comandante de la Plana de Mayor de Mando para decirme que era el momento de deshacerse de David. «Ni de coña» –respondí contundente–. «Es posible que el soldado Molina nunca debiera haber ingresado en el Ejército, pero ese no es mi problema. Lo que sí sé es que ahora, después de trabajar duro estos años, no seré yo quien proponga su expulsión». Mi informe salió favorable a la renovación y creo que bien argumentado. Para su suerte, y la nuestra, en esto me hicieron caso desde arriba…

 

David me acompañó en una actividad bilateral en Marruecos donde hizo un gran papel en el tema táctico combinado que hicimos y también vino, encuadrado en el Subgrupo Táctico “Matanzas”, a nuestra misión en Bosnia-Herzegovina como parte de SPAGT-XVIII. Los aspirantes para ir de misión siempre son muchos más que las vacantes existentes. David fue por derecho propio. Lo encuadré a propuesta de su teniente y su sargento 1º, jefes directos. ¿Cómo puede ser eso?, puede que se pregunte alguno de ustedes a la vista de lo contado hasta ahora. He hablado antes de las dinámicas que hay en las unidades. Cada operación es un mundo, con unas exigencias diferentes, y cada unidad mide y equilibra las capacidades que necesita. Vivir seis meses 24/7 requiere una cohesión especial. Una unidad formada sólo por killers –sin ningún otro atributo destacable– no era lo que necesitaba un escenario de relativa calma como era aquél. El equilibrio era imprescindible. Al lado de ese killer puro (es verdad que muchas veces ambos roles coinciden en la misma persona) hacen falta compañeros que saben escuchar, que saben reír o llorar –según toque– y que están, siempre, dispuestos a echar un cable en esas tareas menos operativas. Ese era David. Un crack –dos grandísimos suboficiales hoy en día, Antonio y Sergio, eran soldados también en aquel 1º pelotón de la II sección y ellos no me dejarían mentir–. Recuerdo cuando inauguramos nuestro “rincón de descanso” en la base de Mostar-España. Con un pijama teñido de rojo, la cara roja, unos cuernos y un tridente, se disfrazó de diablo. Flipé cuando lo vi. Quedamos que cuando viniera el coronel, él le daría novedades. Y así lo hizo: “A la orden de usía, mi coronel, sin novedad en el infierno”. Por supuesto, provocó una sonrisa en el coronel Piñar y una rápida bendición del páter Ángel –quien le impartía la catequesis de bautismo, que recibió ya estando destinado en la base “General Cavalcanti”.

 

Fue a la vuelta de esa misión cuando me incorporé al Mando de Operaciones Especiales. Recuerdo el par de despedidas de mi “núcleo duro”, mis chicos de la 3ª, entre los que estaba, incombustible, David. Recuerdo el banderín de la compañía que me regalaron durante la cena, alabarda incluida –¡No quiero pensar la pasta que se gastaron!. También, en la última salida, cómo el corazón me latía cada vez más fuerte, consciente de que ahí se acababa algo irrepetible. En esos cuatro años había pasado con ellos más tiempo que con mi propia mujer –me casé en 1999, año en el que llegué al regimiento, y me fui en el 2002–. Llegamos al último garito. Ya unos pocos, los irreductibles. Y ahí estaba, también, David. Una copa más y llegó el momento del adiós. Fui dando un abrazo a cada uno de ellos. Un nudo en la garganta y los ojos empantanados. Llegué a David. Me abrazó, desconsolado, y me dijo: «¿Qué va a ser de mí ahora, mi capitán?» Las lagrimas cayeron ya sin disimulo por mis mejillas porque, como dice Dani Martín en su canción Dieciséis añitos, «los valientes son los que saben llorar con la cara descubierta». No recuerdo exactamente mis palabras, pero sé que le dije que tenía a la compañía, y a mí, allí dónde estuviese, y que al próximo capitán se lo ganaría enseguida porque era un grandísimo soldado. Y así fue. En el “Asturias” y en “Cavalcanti”. 

 

Difícilmente se puede entender la 3ª compañía en aquel tiempo sin su presencia. Difícilmente se puede entender el lema “no seremos los mejores, pero sí los más valientes” sin conocerle. Difícilmente se puede entender el coronel que soy ahora si no hubiera tenido a David conmigo. Posiblemente me enseñó más él a mí que yo a él. Tuve la suerte de coger ese periodo inicial de su vida militar, esos primeros cuatro años, pero sé que el resto de su vida, en el Asturias 31 y en la Unidad de Servicios de Base “General Cavalcanti” siguió dejando la misma huella que yo me llevé de él. Hasta el último momento. Hasta aquel triste diciembre de 2019, en el que murió siendo soldado, en casa del que fue su binomio en la compañía, su padrino de bautismo y su más fiel amigo. Hasta el mismísimo Ejército, tan impersonal y cruel muchas veces, le reconoció públicamente sus méritos y se despidió de él como merecía. 

 

Y sé que, como a otros muchos, esa muesca que David me dejó en el corazón me acompañará hasta que me toque a mí también dar ese último salto de la muerte a la Vida. Y, al otro lado, David, junto a César, Santi, Félix… me estarán esperando con unas jarras heladas para echar unas risas y recordar esos tiempos en la 3ª compañía, cuando éramos inmortales. 



 


49 comentarios:

  1. Una verdadera lección de vida. Un fuerte abrazo.

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  2. Una hustoria tan emotiva como humana, muy humana, muy emotiva

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  3. Gracias por el relato, ya me hubiera gustado conocerle.

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  4. Mi Coronel, la historia del Soldado David me ha conmovido por las cualidades humanas que transmite y me ha recordado a algunas parecidas que vivió mi padre siendo Teniente de la Compañía de Esquiadores-Escaladores en los años 40. Gracias por contarla aquí, no se me ocurre mejor forma de exponer el precepto contenido en el art. 22 de nuestras RROO de las FA's.
    Siempre a las órdenes de Usía mi Coronel,
    Fernando Sancho

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    1. Me gustaría saber quién es el coronel que ha escrito este artículo tan entrañable

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    2. Quién es este coronel que sabe plasmar con palabras lo que los demás sentimos y no sabemos hacerlo? Tcol. Roselló Tur

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    3. El coronel que escribe este emotivo artículo que, por cierto, me ha calado hasta lo más profundo de mi corazón, es el actual coronel del Regimiento Asturias 31 D. Pedro Sebastián de Erice LLano.
      Tcol. Rubén.

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  5. Honor y Gloria.
    Y a vd. felicidades por haber tenido la fortuna de estar en su camino.

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  6. Gracias.Nudo gordiano en la garganta.Y aprendices de cataratas mis ojos.Muchas gracias por este recuerdo tan emotivo,tan elevado de un soldado.Se es soldado siempre.Un saludo.

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  7. Mis felicitaciones por el relato, me ha conmovido.

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  8. Maravillosa historia Que en paz descanse y en la gloria estará seguro!!

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  9. Gracias x esas palabras tan bonitas. Soy una d sus hermanas. No te conozco, pero Gracias otra vez.


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    1. Que suerte formar parte de la familia de una persona tan grande y tan maravillosa. Tuve el placer de conocerle y nadie pudo quedar indiferente después de conocerle, enseñandonos el significado de compañerismo y esfuerzo.

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  10. Impresionante relato, mi Coronel.
    Gracias por compartirlo.

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  11. Que gran soldado y que gran Capitan, mi coronel. Sigo su BLOG desde hace años. Su pluma y su talante es un regalo al espiritu de la milicia. ALODUMC

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  12. Que gran soldado y que gran Capitan, mi coronel. Le sigo desde hace años. Su pluma y su talante es un regalo al espiritu de la milicia. ALODUMCO

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  13. No sé qué me ha emocionado más, si la actitud de David, siempre entregado o la de ese joven capitán que sabe ver mucho más allá de la fachada. Que importante es ver lo que alguien como él aportaba al grup.Es la cuadratura del círculo. Gracias por contarlo, gracias por la lección y gracias por ese homenaje a David y a todos los que como él no parecen necesarios.

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  14. Muy bonito. Enhorabuena por esa maravillosa amistad con David.

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  15. Estamos tristes por que se ha ido, y nos sentimos contentos por lo que con el, hemos compartido.

    Emotivas palabras del que siempre será mi "Capitán".

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  16. Gracias por esta fantástica lección de humanidad, compañerismo y amistad.

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  17. Llevo 5 años en la Reserva a donde llegué de Stte.
    Este relato me recuerda muchas de situaciones vividas por mi en la milicia y no se si valdrá para algo lo que le voy a contar mi Coronel.
    Jamás he fallado en mis misiones asignadas, jamás he abandonado a un inferior que necesitase de ayuda humanitaria, porque a tus inferiores hay que conocerlos en el ruedo y no dirigirlos desde los tendidos.
    Esa proximidad con mis subordinados, al pie del cañon, me ha proscrito de por vida, ese enfrentarme con algún jefe cuando he visto acciones inadecuadas contra alguien o he tenido que lanzar un guante directamente, ha alimentado una, llamemosla leyenda negra, que me ha acompañado hasta el final.
    Pero hay a quienes siempre les "jodera" que mis raros Soldados sin ser élite acreditada, solían ser siempre los más efectivos y los mejores.
    Pero ya en mi nueva situación administrativa, me he dado cuenta de que lo que hice fue lo correcto y por ello me felicito a mi mismo cada vez que lo recuerdo.
    Yo me "destete" como Sargento en la BRIAM (Huesca) y las casi nulas perspectivas de continuidad en la zona que venian con la progresiva restructuración de las FFAA en aquellos años (años 80) me llevo a otras tierras donde asentarme, como así ha sido hasta el final.
    Ningun destino "no operativo" es equiparable a uno que no lo sea.
    Ahí está la gran diferencia y es allí donde se forjan esas vivencias que menciona.
    Seguirá su carrera, conocerá nueva gente, tendrá nuevas amistades, pero jamás, y repito jamás, podrá olvidar los nombres de esa gente con la que sufrió y convivió en situaciones duras.
    Eso sí, cambiará de destinos como yo y a los pocos meses habrá olvidado y tendrá que preguntar por alguno de los nombres de aquellos con los que ha estado destinado.
    Lo que nunca olvidará será los nombres de aquellos con los que conoció el sufrimiento y trabajo duro.
    Recuerdo siempre las palabras del que fue mi Teniente en la 1°Sección de la 1°Compañia del IBON de la AGBS D. Luis González Balanzategui en referencia a alguien que dijo: "Dazme colas de Promociones y haré Ejércitos de Leones"
    He llegado hasta aquí a raíz de un whatsapp. Suerte, un saludo y a sus órdenes.

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  18. Me ha gustado mucho todo lo q has contado de mi primo,muchas gracias.
    Me has sacado alguna sonrisa,por q me has hecho recordar su siempre buen humor.Pero también he llorado💔siempre en nuestro corazón

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  19. Le tuve conmigo en Cavalcanti hasta que falleció, en la Unidad de Apoyo a Instalaciones, siempre dispuesto a currar y buen compañero, su trabajo lo hacía como nadie, sus calderas sólo las entendía él y se cabreaba cuando alguien las tocaba. Hubo un par de intentos de echarle del ejército pero siempre hubo algún jefe que no lo permitió. Lástima que no pudimos celebrar con él su fieston de pase a la reserva que teníamos planeado, hubiera sido la ostia. DEP nuestro compañero Molina. El Subte. Davila cómo decía él.

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  20. Preciosa lección de Compañerismo militar sin importar los galones! Le conocí de pasada, pero me ha encantado su relato y engrandece su recuerdo! Muchas gracias mi Coronel!

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  21. Honor y Gloria al Soldado y su Capitán...

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  22. Excelente relato y una gran humanidad.

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  23. Emotivo recuerdo a un soldado de España.

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  24. Relato precioso y de gran emotividad. Dice mucho del soldado David por sus cualidades y del Capitàn-Coronel, por su gran calidad humana. Me ha emocionado profundamente.

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  25. Dos grandes soldados. Mi Coronel has hecho honor al empleo más bonito de la milicia, el de Capitán.
    "La recompensa del Capitán no está en el reconocimiento de su jefe, si no en la mirada de sus hombres".

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  26. Yo si le conocí, compañero de mi hermana y a todos nos afectó mucho su muerte. Era especial, irrepetible. Que Dios le tenga en su gloria.

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  27. He compartido con David muchos años desde que llegó a la USBA Cavalcanti hasta mi pase a la reserva en 2018.Voluntario para todo , una memoria prodigiosa,siempre con ganas de trabajar a la hora de trabajar y con ganas de fiesta a la hora de la fiesta. Fue una lastima su fallecimiento, pero como dijo don Miguel Ríos, los viejos roqueros nunca mueren. Allí donde estés , te echamos de menos Molí 🤘🤘😢

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  28. Un gran soldado, sin duda, un gran coronel. Mi enhorabuena y, mi agradecimiento por esta lección aprendida

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  29. Querido amigo y compañero.
    Mi Coronel.
    Extraordinario testimonio.
    ¡Cuánta humanidad, respeto y cariño a tus subordinados manifiestas aquí!
    ¡Emocionante!
    (Escuché hace muchos años, años 50, a mi padre Sargento de Infantería, entre otros, estos dos proverbios militares:
    "Si tiras de un vehículo atascado con la fuerza de un hombre, cada uno de tus subordinados lo hará con la fuerza de un caballo".
    "Ningún hombre vale para nada.
    Todo hombre vale para algo: Aprovecha ese algo de cada hombre")
    No hay duda que puedes aplicártelos.
    Un fuerte abrazo.
    Amancio Alonso Álvarez.


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  30. Gracias por compartir esas vivencias, de aquella mili que vivimos los que hoy ya estamos en las casillas de salida. Donde se formaban soldados y hombres.

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  31. Este testimonio, representa los mejores valores de la PERSONA.Ejemplar y edificante.

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  32. Maravilloso relato. Muy emotivo,humano y de superación. Con un gran apoyo por sus mandos.

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  33. Yo tube la suerte de conocerle a el y a usia muy bonitolas palabras que le ha dirigido y lo a descrito pocos jefes de cia hacen estos homenajes tan merecidos

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  34. Mi coronel, una maravillosa leccion de humildad hacia los nuestros...«hacerse querer de los inferiores»...de las RROO de las FAS.
    Desde la tambien trinchera de las OPs siempre a tus ordenes!

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  35. Billy
    Por las unidades que he estado estos 40 y pico años de milicia , tropas nómadas,Coe 21,policia armada y nacional, paracas,BOEL, siempre hemos tenido un MOLINA en nuestra Unidad, pero han sido tan buenos soldados, que todos hemos aprendido de ELLOS , tú lo has explicado tan bien que me has hecho recordarlos....
    Molina siempre PRESENTE
    Un abrazo compañero ñ

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  36. Una gran lección de vida militar ⚔ que ayuda a entender los valores que le hacen falta a nuestra sociedad actual, enhorabuena por el relato, granito a granito ayudamos a mejorar, gracias.

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  37. Magnífico relato. Hoy desde las estrellas seguirá cuidando a todos los que fueron, son y serán sus compañeros en los destinos que estuvo. Una oración en su recuerdo a este héroe anónimo que por sus circunstancias se convirtió en un soldado ejemplar

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  38. Mi querido Coronel, soy José corrochano y me ha emocionado. Conocí a David y se que estara en el cielo de los soldados, allí nos esperará.

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  39. En el año 1999 fui destinado al Regimiento Asturias 31 con el empleo de Suboficial Mayor, Miguel A. Falomir, recien ascendido y con toda la ilusión de un hombre de 44 años en plenas facultades físicas y con la ambición de llevar a mis suboficiales a lo más alto de la ética militar. Recuerdo perfectamente al Capitan de la tercera compañía, si no recuerdo mal compartimos con el Coronel Jefe del Regimiento D. Blas Piñar una marcha a la Sierra de Madrid de doble jornada. Bonito recuerdo hacia el capitán que me consta lo mucho que quería a sus hombres y es respeto que prodigaba nuestro Capitán legionario. Desconozco por desgracia la historia de David, pero estuvimos juntos en Bosnia en el 2000. Fuerte abrazo mi Coronel imagino que me recordará fui a Mozambique con el Coronel Coll.

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  40. Uffff..., "MOLI", el maquina de Cavalcanti, DESCANSA EN PAZ, SOLDADO DE ESPAÑA!!!
    MI CORONEL..., muchas gracias, por este magnífico, humano y real relato; coincidí, con ustedes ,en EL GOLOSO, creo, que llegamos a la vez, yo, a la USBA.
    Con DAVID, coincidí, durante muchos años, en CAVALCANTI, tuve el honor de estar en su Bautismo y efectivamente como ha dicho, su jefe directo en mantenimiento, siempre fue respetado y querido en la USBA y en las demás unidades del Acuartelamiento. En fin, gente así necesita nuestra ESPAÑA!!!
    "A ESPAÑA, SERVIR HASTA MORIR "
    UN SALUDO!!!

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  41. Que buen ejemplo para todos. Un emocionante relato de la esencia de la milicia. Compañerismo en estado puro. Me parece reconfortante y me llena de orgullo pertenecer a este tipo de unidades. Fuerza y honor.

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  42. Muchas gracias mi coronel, por este gran relato. Una vez más, aprendiendo.
    Gracias!!!!

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  43. Bonita lección en todos los sentidos en esta profesión de nombres honrados. Esta vez la misión ha sido complida, desde los compañeros, los mandos de tropa, los oficiales y lo que es más importante: David encontró un lugar en su vida para servir con su ejemplo y su conducta que tiene tanto o más valor que las acciones de los efectivos.Me ha encantado.

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