DESDE MI EMBARRADA TRINCHERA EN EMPEL
COSAS DE LA VIDA A VISTA DE SOLDADO.
lunes, 17 de marzo de 2025
PRESENTACIÓN
jueves, 2 de marzo de 2023
NUEVA PÁGINA WEB "TRINCHERA EN EMPEL"
Mis queridos lectores, es tiempo de mudanza.
Me voy a la página web que mi querida María Luisa Martínez García, con muy poquita colaboración por mi parte, ha ideado, creado, diseñado y llevado a buen fin.
Está aquí:
https://sites.google.com/view/trincheraenempel
Aparte de todos los artículos de este blog ordenados por título y temática (no sólo por fecha), encontrarán mis hilos y tuit que considero más importantes de Twitter, recomendaciones, colaboraciones y alguna sorpresa más.
Espero que les guste.
Un saludo afectuoso a todos.
domingo, 2 de octubre de 2022
RELATO BREVE. 1, 2, 3, PROBANDO, PROBANDO...
“No me voy a caer” –ese fue el último pensamiento de José mientras la enésima gota de sudor helado recorría su espalda y sentía en la sien cómo los acelerados latidos de su corazón parecían querer reventar el empapado borde de su boina. Era raro que un chaval casi recién llegado al Ejército pensara así. Hacía ya muchos años que se había acabado eso de que, ante un mareo en formación, la única opción viable era desplomarse. En aquellos tiempos, nadie en su sano juicio se planteaba salir del bloque de su compañía, delante de público y autoridades tambaleándose como un borracho en las fiestas de su pueblo. El arresto –y la “caña” de sus compañeros–, en ese caso, era ineludible. Pero la otra opción, estrellarse con todo éxito contra el suelo, podía tener efectos más devastadores que el “talego” o la mofa: roturas de tabique nasal, brechas, puntos de sutura, esguinces, labios rotos... Sí, hay que reconocer que sacar a un tipo de formación a rastras chorreando sangre era un espectáculo un tanto gore. Ahora ya no. Poco a poco, se generalizó el despliegue de sanitarios que “saltaban al ruedo” a ayudar al desorientado militar que estaba a punto de tener un vahído. Todo muy humanitario y ecológico.
Vencido, José soltó un imperceptible gemido y, después, su mirada se fundió en negro. El golpe resonó seco, duro, temible contra el pavimento del patio de armas, que un inusual e implacable sol de septiembre había recalentado hasta atravesar las botas de los allí formados. Un leve murmullo se extendió entre el público que seguía la parada militar. José se cayó como se caen aquellos cuyo espíritu lucha a muerte contra un cuerpo que quiere desvanecerse: sin una palabra, sin un paso, sin una duda... a plomo.
Lo normal es que los sanitarios de los que hablaba antes hubieran salido a por él, pero difícilmente podían hacerlo… porque no había. Ni el coronel ni nadie en el regimiento lo había previsto. Es verdad que en las unidades con un trabajo físico duro –las de Infantería principalmente y aquella lo era–, no suelen darse estos casos. La gente está fuerte y aguanta bien. Pero un día flojo lo puede tener cualquiera. Así que era normal que nadie saliera a por José, pero sí era más sorprendente que nadie de la compañía moviera siquiera un músculo para recogerlo. “Un bloque de guerreros fanatizados en la inmovilidad ordenada” –pensaría más tarde, no sin cierto orgullo, su teniente coronel. Sólo Marta, manteniendo su perfecto “firmes” a la izquierda de José y sin apartar la mirada del cielo, empujó disimuladamente con su pie el brazo aún armado de su colega que, tras su descontrolada caída, descansaba en su empeine.
Los segundos pasaban implacables y el murmullo entre el público empezaba a subir su volumen. “¿Es que lo van a dejar ahí el resto del acto?”. Finalmente, el jefe del batallón y su comandante giraron la cabeza hacia el cuerpo caído: “Que se lo lleven...” –ordenó el teniente coronel. “Y que lo remplace un imaginaria” –apostilló el comandante. Dos soldados de la compañía levantaron a José y le sacaron de formación. Según caminaban, despacio, José fue recobrando la consciencia. La recuperó del todo cuando David, un soldado veterano, duro como el pedernal y que casi le llevaba en volandas sin necesidad de su compañero, le golpeó el pecho con la palma de la mano. “¿Has desayunado, killer?” –le preguntó. Un sofoco subió hasta el rostro de José y le hizo pasar del pálido cadavérico al rojo pasión: “Sí...” Un avergonzado hilo de voz salió de su boca, más débil de lo que a él le hubiera gustado. Nuevo palmetazo al pecho. “Sí, por los cojones...” –David era perro viejo y un chaval que todavía se afeitaba más pelo en las piernas que en la cara, no se la iba a colar tan fácilmente. “Bueno, pero, al menos, te has ‘esnafrao’ como los buenos” –añadió, dedicándole una mueca que seguro que, en otro planeta, podría asemejarse a una sonrisa.
Una hora más tarde, José apuraba su cerveza de un largo trago, con el codo apoyado en la barra de la caseta. Milagrosamente, sólo alguna pequeña magulladura dejaba constancia de su “piscinazo” en el patio de armas. “Mejor ahora, ¿eh, José?” –su jefe de compañía le pasó el brazo por el hombro, cariñoso. “Sí, mi capitán, ahora sí...”, -contestó un poco azorado. “Pues ya sabes, un buen vaso de gazpacho o un chocolate con churros para desayunar y no te tira ni un huracán. A ver si os enteráis de que esa mierda del Monster que bebéis sólo vale para secaros el cerebro”. El capitán se giró hacia la barra: “¡Chaval, ponme dos birras por aquí, que hay cosas que celebrar!”. Y ese día, José, Marta, David, el capitán… charlaron y rieron comentando las cosas inexplicables que pasan en la “mili” y que nadie “de fuera” podrá entender jamás.
domingo, 20 de febrero de 2022
MI SOLDADO DAVID
Sí, hoy quiero hablarles de un soldado que no usarían para el calendario del periódico Tierra, un tema táctico de fuego real de exhibición o el izado de bandera del Día de la Fiesta Nacional. Pero que fue tan soldado mío, tan de “mi gente” como el mejor. O más. Así que, vamos al lío.
Mientras, David seguía alimentado el anecdotario. No sé cuándo se ganó, a pulso, su mote: Bombas. Creo que fue en una formación en la que quiso romper filas antes de tiempo… Casi le cuesta un arresto de su jefe de pelotón. Posiblemente, los problemas intestinales fueran una consecuencia de la enfermedad o la medicación. Recuerdo una evacuación en maniobras, en San Gregorio. Llevaba ya varios días sin hacer “aguas mayores” y hubo que trasladarlo al hospital. Allí tuvieron que «trastearle» por detrás para ayudarle. A su vuelta, las primeras palabras al cabo 1º Yáñez –nuestro hermano mayor en la compañía– fueron: «Mi primero, ya sólo me falta volar en globo… Me han metido una “manguera” por detrás». Él era así, capaz de arrancarnos una sonrisa en la situación más jodida con la mayor naturalidad.
Perfectamente asentado ya en la compañía, llegó el momento de la renovación de su compromiso con el Ejército. Las circunstancias habían cambiado y ya no existía la presión de captación de años anteriores. Me llamó un comandante de la Plana de Mayor de Mando para decirme que era el momento de deshacerse de David. «Ni de coña» –respondí contundente–. «Es posible que el soldado Molina nunca debiera haber ingresado en el Ejército, pero ese no es mi problema. Lo que sí sé es que ahora, después de trabajar duro estos años, no seré yo quien proponga su expulsión». Mi informe salió favorable a la renovación y creo que bien argumentado. Para su suerte, y la nuestra, en esto me hicieron caso desde arriba…
Y sé que, como a otros muchos, esa muesca que David me dejó en el corazón me acompañará hasta que me toque a mí también dar ese último salto de la muerte a la Vida. Y, al otro lado, David, junto a César, Santi, Félix… me estarán esperando con unas jarras heladas para echar unas risas y recordar esos tiempos en la 3ª compañía, cuando éramos inmortales.
sábado, 29 de enero de 2022
VIAJE AL PASADO. DISCURSO DESPEDIDA DE LA 3ª COMPAÑÍA RIMZ "ASTURIAS" 31
REGALO DE MIS CHICOS EN MI DESPEDIDA DE LA 3ª CIMZ. |
Academia General Militar que me impactó en su momento y me ha acompañado desde entonces: "La recompensa del capitán no está en las notas de su comandante, sino en la mirada de sus hombres". Gracias a Dios, todavía puedo miraros a la cara, a todos. Me marcho del "Asturias" con dos arrestos, una cruz y los recuerdos de posiblemente los cuatro mejores años de mi vida. Pero dejo también algo de mí entre vosotros. Como pone la placa de la Bandera que dejo de recuerdo en la compañía: Recibid el corazón de vuestro capitán, para siempre.
sábado, 25 de diciembre de 2021
VUELVO A CASA. REGIMIENTO ASTURIAS 31
Un discurso puede ser nada más que eso, un discurso. Pueden ser palabras vacías que no van a ningún lado –lo más frecuente–, pero también pueden forzar el giro en una situación delicada o hacerse un hueco en la Historia. Para los soldados de línea como yo, todo es más sencillo. Usamos arengas más o menos improvisadas para calentar los corazones en momentos determinados y algún discurso institucional en aniversarios o celebraciones puntuales.
Componentes del regimiento de Infantería “Asturias” 31.
Espíritu forjado a sangre y fuego durante 358 años de historia. 358 años combatiendo en todos los conflictos acaecidos en suelo patrio y en aquellos que surgieron en Italia, Dinamarca, Francia, Portugal, Cuba, México, Colombia, Antillas, Argelia, Marruecos... 358 años en los que se fraguó una forma de ser y de actuar, cristalizada, tras la campaña del Rosellón, en un sobrenombre, “El Cangrejo”, y un lema, que es fácil de decir pero que sólo los elegidos pueden cumplir: “Al enemigo, la espalda, jamás”. Y aquí seguiremos, sin dar la espalda, ni al enemigo, ni a las adversidades, ni a los problemas.
Vuelvo, pues, con el inmenso honor y la grandísima responsabilidad de ponerme al frente de todos vosotros y creo que merecéis saber, desde ya mismo, lo que podéis esperar de mí.
poblaciones o acompañar los féretros de nuestros compatriotas hasta instruir unidades extranjeras, proteger fronteras lejanas o, Dios no lo quiera, combatir hasta dar la vida al otro lado del mundo. Esa sí es mi misión y a ella me dedicaré en cuerpo y alma.
Y para cumplirla, tres son los pilares en los que procuraré apoyaros e impulsaros:
La instrucción y el adiestramiento,
El mantenimiento y la operatividad de los materiales,
Y la moral y el bienestar de todos.
Y sabemos también que no podemos combatir solos. Como unidad de maniobra necesitaremos siempre de apoyos y capacitadores. Por ello, a los jefes de las unidades hermanas, entre las que incluyo a la Unidad de Servicios de Base, os ofrezco desde ya nuestra colaboración y os pido encarecidamente vuestra ayuda para seguir avanzando en una mejor integración si cabe. Juntos, contribuiremos a que nuestro general cuente con una brigada más eficaz, cohesionada y, por qué no, más letal.
Sé también de nuestras carencias. En efecto, son tiempos complicados y el panorama presupuestario parece que no deja mucho espacio al optimismo. Pero os digo que, en realidad, en más de treinta años de servicio no recuerdo un tiempo fácil. Y siempre hemos avanzado a pesar de las penurias, porque nuestro compromiso con la Patria está por encima de todo. Os pido, pues, que borréis de vuestra mente cualquier atisbo de pesimismo que os aleje de la seguridad de que, cuando un militar español se empeña, triunfa siempre.
Porque no soy ningún ingenuo. Sé que son diversas las motivaciones que os traen a servir a España en el Ejército. En esas filas os mezcláis los que vivís vuestra vocación militar con toda intensidad, los que sólo os atrae la parte mas dinámica y aventurera de la profesión y aquellos que únicamente buscáis una salida laboral. Pero hay dos cosas que nos unifican y nos obligan a todos, querámoslo o no: El uniforme que llevamos, signo visible de lo que un día juramos al besar la Bandera y la herencia recibida de los que aquí nos precedieron. Ambos nos exigen ejercer y mantener una serie de valores, inseparables a nuestra condición militar. Los conocéis muy bien:
Estos valores son la guía de nuestro comportamiento y son los que nos diferencian de una banda de mercenarios. Porque no somos un ciudadano más. La sociedad a la que pertenecemos, como garantes de su defensa armada, espera de nosotros un comportamiento ejemplar. Y os aseguro que, antes o después, todos nos encontraremos en la difícil disyuntiva de tener que elegir entre mantener los valores que acabo de enumerar o ceder a comportamientos que se encuentran, cada vez, más visibles en esa misma sociedad y que, desgraciadamente, apuntan en sentido contrario. Pido a Dios que nos ayude entonces a tomar la decisión correcta.
Pido a María Inmaculada, patrona de la Infantería, que es también Nuestra “Santina”, la Virgen de Covadonga, protectora de nuestro regimiento, que me ayuden a cumplir con mi deber y nos ampare a todos en nuestro servicio a España.
Ahora, queridos componentes del regimiento “Asturias” número 31, ya sabéis lo que podéis esperar de vuestro coronel.
(Mi teniente coronel, manda firmes)
Y por primera vez, al frente de todos vosotros, gritad conmigo: ¡Viva España!, ¡Viva el Rey!, ¡Viva el Ejército!
(Fotografías: Erik Sebastián de Erice Llano)
martes, 2 de marzo de 2021
SIMPLE Y LLANAMENTE, LA GUERRA
“En la guerra no hagas ciencia, haz acción.
En el combate no hagas táctica, haz combate.
Haz la guerra con rabia, con fiereza, ataca, ataca más, ataca siempre. El ataque es una música que hiela los corazones enemigos.
¿Conservar una posición? Sueño de propietarios, no de soldados.
Vencer es cavar la fosa del enemigo allí donde se le encuentre, es hacer del campo de batalla su matadero. El verdadero espíritu de la guerra es el espíritu de destrucción, de muerte. El objeto inmediato del combate no es la victoria, es matar; y no se avanza más que para matar, y no se salta a la garganta del enemigo más que para matar, y se mata hasta que no quede nadie a quien matar”.
Nayaf. de José Ferre-Clauzel |
Así, seguiremos preparándonos para lo más complicado y exigente y, por eso, seremos capaces de asumir, sin problemas, cualquiera de las “otras” misiones que nos puedan llegar. Y las cumpliremos encantados y más si es en contacto directo con esa sociedad de la que procedemos y a la que servimos. Y mientras, seguiremos adiestrándonos como combatimos. Mucha rutina, mucha repetición, mucho sudor, mucho cansancio, para estar siempre preparados para una situación que no queremos que llegue. Esa es nuestra paradoja. Sin complejos ni temores, porque no somos nosotros los que tenemos que tenerlos.