FOTO: www.mundomascota.net |
Hacía tiempo ya que no publicaba nada y no ha sido por
falta de noticias o de ganas. El problema ha sido (y es) que comentar temas de
actualidad desde la condición de militar te hace andar, la mayoría de las
veces, por el difuso borde que separa nuestra libertad de expresión y la
obligación de neutralidad política y sindical. Así, desde mi última
publicación, se han ido a la picadora dos borradores: el primero sobre la
Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) y Eduardo Bautista, el Judas
Iscariote[1]
que la comandaba. Otra faceta de la “kultura”, de la que habría dado buena
cuenta Millán-Astray con su famosa y siempre descontextualizada frase de “¡Muera
la Inteligencia!”[2]. El segundo,
sobre la publicación de la Ley Orgánica 9/2011, de 27 de julio, de derechos y
deberes de los miembros de las Fuerzas Armadas, que ha pasado desapercibida en
los medios de comunicación y ha sido también superficialmente difundida en medios militares. Para mí supone, ni más ni menos, que la desaparición del
concepto de Mando, con mayúscula, tal y como lo hemos conocido hasta ahora. Las
asociaciones tienen, a partir de este momento, un papel preponderante en la “defensa y
promoción de los intereses profesionales, económicos y sociales de sus
miembros” y contribuirán “en el proceso de elaboración de proyectos normativos
que afecten al régimen de personal”. Como dice su Preámbulo: “Se pretende que
esta vía –asociaciones profesionales– sea un complemento adecuado de la representación
institucional que se ejerce a través de la cadena de mando militar”. Sin
comentarios.
Unamuno saliendo de la universidad de Salamanca FOTO: www.rojoyazul.net |
Por eso, hoy he decidido escribir de algo inocuo desde el
punto de vista político pero de gran contenido emocional en mi vida.
Nevesinje es un pequeño pueblo de la zona serbia[3]
de Bosnia-Herzegovina. Está a unos 30 kilómetros al oeste de Mostar y a unos diez
de la frontera con la zona bosnio-croata. En noviembre de 1996, a pocos
kilómetros de la línea de alturas que domina el pueblo, se encontraba uno de
los destacamentos españoles, de entidad subgrupo táctico (SGT), pertenecientes
a la SPABRI III de la Fuerza de Implementación de la OTAN (IFOR)[4].
En un paisaje nevado y con temperaturas de hasta -16ºC, los BMR del SGT
“Alférez Munar” patrullábamos Nevesinje y los alrededores. La escasez y los
años de guerra se notaban en las gentes del pueblo, penuria agravada entonces
por el simple hecho de ser serbio-bosnios, los grandes perdedores y los “malos
de la película” para la comunidad internacional. Allí, buscándose la vida como
todos los demás, había un perro. Grande de tamaño aunque flaco, con el pelo
negro, no muy largo, que podría asemejarse, con muy buena voluntad, a un pastor
belga. Andaba de un lado para otro, sin llamar la atención de nadie, buscando
algo que comer. Yo sí me fijaba en él. Me llamaba enormemente la atención la
viveza e inteligencia de su mirada. Oía el ronroneo del BMR, se paraba en seco,
nos miraba, y seguía a lo suyo una vez comprobado que no éramos una amenaza. Lo
veía prácticamente todos los días que bajé a Nevesinje en esas primeras semanas
de misión. Por supuesto, no le di nunca nada. Nos mirábamos y ya está. No sé lo
que hubiera pasado si alguien me hubiera visto darle comida a un perro en
aquellas circunstancias.
FOTO: www.wikipedia.org |
Un día, ya bien entrado diciembre, lo vi muerto, sobre el
hielo, en una cuneta del pueblo. Tumbado, sin signos aparentes de violencia,
como si estuviera durmiendo. Reconozco que me entristeció bastante. Y allí siguió muerto durante al menos una semana más, despertando el mismo interés entre los transeúntes que el que había despertado cuando estaba vivo. Me dio más
pena ese perro que la mayoría de los adultos con los que me tropecé en esa
misión, sin tener claro realmente el porqué. Ese perro negro abrió un huequito
en mi corazón, una conexión sentimental con ellos, los perros, que ya no me
abandonará el resto de mi vida. Los niños y los ancianos eran otro tema. Quizá
en mi cerebro la lástima sea proporcional al grado de vulnerabilidad. No lo sé.
Pero lo que sí sé es que ambos son las primeras víctimas en cualquier
conflicto.
PATTON (Foto: autor) |
Siete años después de ese suceso, compramos nuestro primer
perro. Mis padres también han tenido perros, pero este era el primero
verdaderamente mío. La verdad es que fue casi una elección forzada. O un perro
o un sueco de un metro noventa que llenara mis grandes ausencias de casa. Así
entro Patton en nuestra vida. Un bulldog francés totalmente blanco, seguramente
el más débil de la camada en su República Checa natal. No sé el tiempo que
llevaría en la tienda[5] pero cuando
entré, mi mujer lo había sacado de la jaula y el pobre hacía todas las monerías
que sabía para intentar convencerla de que era el perro adecuado. Yo no había
visto esa raza en mi vida –la dueña de la tienda tuvo que coger un libro para explicarnos
sus características–, incluso me pareció bastante feo, pero mi mujer ya había
elegido. Ese perro blanquito, con orejas de murciélago y al que sólo le faltaba
bailar claqué para llamar nuestra atención, nos llenó de alegría y cariño los
escasos tres años que vivió. Como si Dios hubiera querido compensar su
constitución débil[6], le había
dotado en cambio de un carácter y una dulzura que inspiraba una enorme ternura.
PATTON (Foto: autor) |
Un día, sin saber bien la causa, se quedó paralítico de
medio cuerpo. Recuerdo que llegué desde Bilbao, donde en aquellos días estaba
destinado. Estaba en el veterinario, en el suelo, hiperventilando de dolor,
cuando me acerqué a él. Me vio y vino hacia mí arrastrándose buscando mis
caricias y mi protección. Ya no había nada que hacer. Había perdido la
sensibilidad profunda en las patas traseras debido, posiblemente, a una lesión
en la médula espinal. Le pusimos la inyección y murió en mis brazos. No
recuerdo haber llorado tanto en mi vida. Sabía que era irracional. Un pedazo
soldado de treinta y pico tacos llorando como una magdalena por un perro.
Irracional pero irrefrenable. Ese huequito que me había abierto el perro negro
de Nevesinje se hacía más y más grande.
He enterrado a mis cuatro abuelos. Los cuatro muy queridos
y con los que mantuve una magnífica relación tanto de niño como de adulto. Con
la muerte de ninguno de los cuatro derramé una sola lágrima. He enterrado a
compañeros. Compañeros de promoción y amigos, antes que compañeros de armas.
Tampoco derramé por ellos una sola lágrima. Incomprensible, irracional,
estúpido…, pero real.
MONTY (Foto: Autor) |
Ahora tenemos otros dos bulldogs francés. Monty, el mayor
de ellos, con ocho años, compartió su infancia con Patton; él también maduró el
día en que murió su compañero de juegos. Tiene dos operaciones de hernia
discal. Le pasó lo mismo que a Patton pero esta vez la experiencia hizo que lo
cogiéramos a tiempo. Lo pusimos en manos del excepcional personal del hospital
veterinario Los Madrazo de Madrid, que lo sacó adelante. Arrastra un poco las
patas traseras (le ponemos botas para que no se destroce las uñas) y tiene pérdidas de orina, pero sigue disfrutando de la vida a
tope. A Ike, el pequeño, de seis años, también lo sacó adelante el equipo de
Los Madrazo cuando sufrió la parálisis de todo su sistema digestivo. Ahora sólo
puede comer pienso humedecido y en pequeñas cantidades, pero sigue siendo un
cachorro grande que disfruta haciendo el payaso. Y lo peor es que ambas
lesiones fueron simultáneas y en medio de otras mil movidas personales. Ellos vivieron porque así lo decidimos, gracias al acierto veterinario y a un esfuerzo descomunal por nuestra parte, pero no hay un solo día que no me alegre de la decisión que tomamos.
IKE (Foto: Autor) |
El otro día, viendo la película Hachiko[7],
me vinieron a la mente muchas de las razones por las que estoy tan unido a mis
perros. Representan la lealtad[8]
incondicional, el amor eterno y gratuito, el agradecimiento constante e
inmediato, la compañía inquebrantable, el consuelo silencioso. Están bien
cuando tú están bien y son capaces de cualquier cosa por el amago de una
caricia en el lomo. Por eso, cuando se van, dejan ese vacío tan enorme. Porque
ese hueco, ese agujero que a mí me abrió el perro negro de Nevesinje, no puede
llenarlo ser humano alguno, simplemente porque siempre poseerá los defectos intrínsecos a esa condición humana.
Sé que este artículo no lo entenderán quienes no tengan
perro. Tampoco aquellos para los que tener perro es atarlo a una cadena o
encerrarlo de por vida para que vigile una propiedad. Para los que un perro es
una herramienta de caza que cuelgan de una soga cuando pierde facultades. Para
los que tenerlo consiste en convertirlo en un psicópata, como ellos, y luego
sorprenderse de que haya destrozado a un niño. En fin, para los que creen que
es un juguete estacional que se abandona en una carretera cuando se van de
veraneo porque es un estorbo…
Sí, sé que este artículo es difícil de entender cuando no
has sentido la cabeza de un perro durmiendo en tu regazo o te ha acompañado en
un largo paseo por el monte.
Ahora que lo estoy acabando, sé que a alguno le parecerá
ridículo y, a otros, hasta vergonzoso. “¡Vaya militar!”, pensarán. Pero, para
tranquilizar a estos últimos, les recuerdo que en la guerra se mata
principalmente a humanos y en ese caso, ya veis, no tendría ninguna pega.
PATTON Y MONTY (Foto: Autor) |
MONTY Y IKE (Foto: Autor) |
[1] Cosas de la vida. Posiblemente la mayor aportación de Teddy Bautista a
la música española sea su participación en el musical Jesucristo Superstar,
estrenado en España el 6 de noviembre de 1975, y en el que Teddy hacía el papel
de Judas, como no podía ser de otra manera. En la década de los ochenta la vena
creativa de este pedazo…artista se debió secar, dedicándose desde entonces a
“sus labores” ahora ya públicamente conocidas.
[2] El 1 de octubre de 1936, en el Paraninfo de la Universidad de
Salamanca, chocaron dos personalidades formidables. Don Miguel de Unamuno, rector
de la universidad, intelectual excepcional, orador brillante, agudo, ágil y
letal como una alicantina; y don Millán-Astray, militar e intelectual también,
excepcional orador, pero con el estilo y el calor del que arenga a los soldados
que se dirigen a una muerte segura, más que dedicados a la dialéctica pura.
Millán-Astray, con un ego que no le cabía en su maltrecho cuerpo y tres meses
de guerra civil a su espalda; Unamuno, que llegaba con un calentón importante.
Este se debía a que llevaba en su mano la carta desesperada de la mujer de un
íntimo amigo suyo, el presbítero de la iglesia anglicana don Atilano Coco
Martín, detenido y pendiente del paredón. Había pedido clemencia al general
Franco, pero fue inútil. Empiezan los discursos y el profesor don Francisco
Maldonado de Guevara ataca duramente a Cataluña y al País Vasco que, junto con
Madrid, califica como focos de la anti-España. El bueno de don Miguel, vasco de
pro, no aguanta más. Pide la palabra y su discurso es demoledor. Salta
Millán-Astray que arremete como una apisonadora enfervorizando al auditorio.
Alguien por el fondo del auditorio grita “¡Viva la Muerte!” En respuesta,
Millán-Astray grita: “¡España!” Don Miguel, de pie, coge carrerilla y en una
intervención tan letal como magnífica, con el grito sobre la muerte y la
invalidez del fundador como hilo argumental, le hiere en lo más
profundo de su orgullo. Millán-Astray, de pie también, en su impotencia sólo
contesta “¡Muera la Inteligencia!” Don José María Pemán, que presencia el incidente,
intenta suavizarlo gritando: “¡No!, ¡Viva la Inteligencia!, ¡Mueran los malos
intelectuales!” Entre el tumulto que ya empieza a formarse vuelve a oírse de
nuevo a Unamuno con su famoso “¡Venceréis, pero no convenceréis!” y finaliza
con un cortante “he dicho”. Viendo el cariz que está tomando el asunto, don
Esteban Madruga Jiménez, futuro rector de la universidad, agarra a Unamuno para
sacarlo de allí. Doña Carmen Polo, esposa de Franco, le coge del brazo. Unamuno
tropieza y, Millán-Astray que sigue toda la escena y es consciente de lo
delicado de la situación le grita: “¡Dele usted el brazo a la señora!”
Finalmente don Miguel, acompañado en la salida por el cardenal Plá y Deniel,
logra meterse en el coche que le llevará a su domicilio. Un choque de trenes:
Unamuno, que había apoyado el alzamiento desde su inicio, había cargado contra
una de sus figuras más míticas. Millán-Astray, hombre culto e intelectual
brillante, había gritado “¡Muera la Inteligencia!” Definitivamente, los
calentones son muy malos. Por cierto, Atilano sería fusilado por su pertenencia
a la masonería el 8 de noviembre de 1936.
[3] Bosnia-Herzegobina está dividida en dos entidades: la República Srpska
(ortodoxos), de mayoría serbia, y la Federación de Bosnia-Herzegobina que se
reparte zonas croatas (católicos) y bosniacas (musulmanes). Sus fronteras
vienen delimitadas, aproximadamente, por la situación del frente en el momento
de la firma de los acuerdos de Dayton en 1995.
[4] En ese momento las fuerzas españolas de SPABRI III desplegaban, en
Bosnia-Herzegovina, en Mostar-España, Mostar-Aeropuerto, Stolac, Nevesinje,
Trebinje, Dracevo y Medjugorje.
[5] En todos estos años hemos aprendido mucho sobre los perros y lo que
les rodea. Lo primero es que nunca, jamás, volveremos a comprar un perro en una
tienda de animales. Los motivos son las condiciones en las que están los
cachorros y, especialmente, el origen de la mayoría de ellos, granjas en la
Europa del Este con hembras sobreexplotadas de las que son destetados a los
pocos días para ser vendidos por kilos, meterlos en un camión y venderlos aquí
por un precio infinitamente superior. Nuestro segundo perro se lo compramos a
un veterinario. Otro error, pues se supone que comprábamos un bulldog francés
puro pero, al crecer, ha resultado estar totalmente fuera de estándar. El
último lo compramos en criador y esa vez sí acertamos.
[6] Los problemas de salud más importantes que sufrió el pobre Patton
fueron: prolapso de la glándula del tercer párpado (ojo de cereza), sarna
demodécica, ojo seco (derivado de la carnicería que le hicieron para,
supuestamente, curarle el prolapso), intoxicación hepática, problemas de
alimentación (era francamente un mal comedor), tenía ligeramente hipertrofiado
el corazón y la fatal lesión nerviosa que provocó su paraplegia y su eutanasia.
[7] Hachiko: A dog's Story. Director: Lasse Hallström. Protagonistas: Richard Gere y Joan Allen
[8] De hecho, la RAE define lealtad, en su segunda acepción, como el amor
o gratitud que muestran al hombre algunos animales, como el perro y el caballo.