He
tenido el honor y la responsabilidad de participar en la tercera rotación de la
misión Inherent Resolve –Alfa/India
en nomenclatura española– en Irak, como jefe del Equipo de Adiestradores de
Brigada. Nuestra misión se puede resumir en una sencilla frase: Instruir y
adiestrar a las unidades del Ejército Iraquí para que afronten la lucha
contra el Daesh en las
mejores condiciones posibles. ¡Y qué misión! Alguna vez, la justificación de la
presencia de las Fuerzas Armadas en un escenario puede ser complicada de
entender para el español medio. Por ejemplo, mientras Bosnia-Herzegovina o
Kosovo podían ser socialmente asumibles por la proximidad geográfica, la
implicación en Afganistán o El Líbano escapaba muchas veces a la comprensión
del que leía la noticia de la muerte de un cabo en la posición 428 en Ghayar o
escuchaba que un Improvised Explosive
Device (IED, Artefacto Explosivo Improvisado) había arrancado las piernas a un
teniente y su soldado conductora a unos kilómetros de Ludina. Pero en Irak,
como en Mali o Centroáfrica, la lucha militar[1] contra el Daesh y
sus franquicias la entiende casi todo el mundo. Porque el Daesh
está matando en Paris, Niza, Londres o Bruselas y no lo ha hecho todavía en
España porque nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado son la releche.
Y recalco, desgraciadamente, el “todavía”. ¡Es tan difícil prever dónde matará un descerebrado que no tiene nada que perder!
Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah.
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Pero, sobre todo, les están matando a ellos. A los iraquíes y a los sirios. Y los occidentales
no nos enteramos (o no nos queremos enterar) ni de la mitad de lo que allí
pasa. Y os aseguro que la crueldad de las ejecuciones del Daesh no la había visto en ningún otro escenario. Por eso estoy
tan orgulloso de esta misión. De haber estado allí, con ellos. De haber
puesto el granito de arena hispano en su lucha allí, que repercute también
en la nuestra aquí. “Un soldado no vive mucho en Irak” nos decía el comandante
de la compañía Ranger de la
Brigada 35… Y es verdad que había mucha “carne picada” –carne de cañón, para ser
menos gráfico–, mucho soldado que tenía todas las papeletas para caer en el
instante que asomara los morros en Faluyah, Ramadi o Mosul, pero como repetí hasta la saciedad
a los mandos iraquíes que conocí, “si con nuestro trabajo somos capaces de
salvar la vida aunque sea a uno más de tu hombres, sólo eso ya supondrá
una satisfacción y nuestro esfuerzo estará bien empleado”. Aumentar su
supervivencia y su letalidad en el tiempo disponible. Así de simple… ¡y así de
duro!
El
artículo que aparece a continuación lo escribí, cruzado ya el ecuador de la misión, para la revista del regimiento “Saboya”. Ahora lo cuelgo aquí para dar a
conocer un poco más lo que los soldados españoles hacemos a unos miles de
kilómetros de casa. Allí pasamos la Navidad. Allí sudamos algo más que la
camiseta convencidos de la utilidad de nuestra misión. De las tres brigadas que
instruimos la tercera rotación de A/I, el artículo se centra en la 72 Brigada
del Ejército Iraquí. La primera y la que más tiempo estuvo con nosotros. Son nuestros chicos de la 72 y este
artículo va por ellos. Y que Alá les proteja.
Lanzamiento de manguera explosiva MICLIC en uno de los temas de fuego real de la Brigada 72. Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah.
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No
es fácil resumir en unas cuantas líneas lo que han sido dos meses intensos de
instrucción y adiestramiento de la brigada 72 del Ejército Iraquí. Intensidad
hasta en nuestra toma de contacto, en la que los instructores, todavía con la
imagen de la despedida en la retina, entraron a “frotamiento duro” en el
adiestramiento de los “yundis”[1].
No hay tiempo para "aclimatarse" en estas misiones. La 72 brigada no era una unidad recién llegada. Llevaban ya un mes largo de
instrucción y el buen trabajo del contingente A/I-II estaba dando sus frutos.
Lo previsto –y ahí empezamos a descubrir que hablar de previsiones en Irak es
como fiarte del horóscopo de una revista del corazón– era que en dos semanas
terminasen su adiestramiento con un gran ejercicio de batallón, denominado Combined Arms Breaching Exercise (CABEX,
Ejercicio Interarmas de Apertura de Brechas).
Así,
sin prisa pero sin pausa, empezamos a trabajar. Sin hacer mucho ruido, con
tanta modestia de recién llegados como ganas de hacer un buen trabajo,
conscientes de la responsabilidad de representar a España, en general, y a la Brigada de Infantería
Mecanizada “Extremadura” XI en la apertura de este teatro para las Fuerzas
Pesadas, en nuestro ámbito terrestre. La brigada 72 estaba dividida en tres batallones de Infantería con
tres compañías de fusiles –dos de ellas ligeras –sobre camión en el mejor de
los casos– y una tercera dotada con el Mine-Resistant
Ambush Protected (MRAP) MaxPro norteamericano–, una sección de reconocimiento con vehículos Hummer – “Hummvies” que
llaman los americanos–, y una sección con tres morteros de 81 mm. Estas eran
las unidades que veníamos preparados para instruir: Tres batallones para tres
Equipos de Batallón Polivalente (EBP) con instructores de Infantería y
Artillería. Pero de nuevo, empezamos a descubrir lo que se ha convertido en el
lema de la Agrupación: “Nada es fácil en Besmayah”. Así, teníamos que instruir
también a una compañía Ranger, una
sección de protección y una batería de morteros de 120 mm. La verdad es que no
tenía muchas opciones: o debilitaba a los EBP sustrayéndoles personal o debilitaba
mi Plana Mayor asignando “dobles gorras” a alguno de ellos. Finalmente la
solución salomónica que adopté fue que mi capitán logístico S1/S4 y mi teniente
de transmisiones S6 instruirían a los 90 “yundis”
de la compañía Ranger y la sección de
seguridad y mi capitán de operaciones AS3, artillera, con un artillero de cada
EBP instruiría a la batería de morteros de 120 mm. No hubo ni una mala cara ni
un “pero” en ninguno de ellos ni en sus respectivos jefes. Primer tiempo del
saludo, como buenos soldados. Llegaban al mediodía de la instrucción y, por la
tarde, les esperaban en su mesa las tareas de “planíferos”. Nunca les podré
agradecer lo suficiente esa predisposición que mostraron para sacar adelante
una situación delicada.
La
rutina diaria –si es que aquí se puede hablar de rutina– era, más o menos, así:
La hora de levantarse era una decisión individual pero rondaba las 05:30 de la
mañana. Es increíble lo bien que los contendores de “Villalatas” –la zona donde
vivimos la mayoría de los instructores, denominada así por sus techos de
uralita y carpintería de aluminio– guardan el frío. En aquella época, el
termómetro que tengo dentro de mi cuarto llegó a marcar los 6ºC. “¡Un poco
flojo, mi teniente coronel!” –pensará algún lector. Seguramente tenga razón,
pero mi recuerdo es de un fresquito “intenso” al salir del saco de dormir. Quizás sea
también un tema psicológico. Cuando te levantas en un iglú o una fosa en la
nieve, sales preparado para lo que hay fuera. Aquí, en el semi-desierto iraquí,
no esperaba que la temperatura en el interior de mi cuarto fuera apenas unos
grados más alta que la exterior. Ahora empieza a pasar lo contrario: la
temperatura interior es asfixiantemente más alta que la exterior… ¡Qué bien! Con las legañas
puestas, el siempre “agradable” paso por el contenedor de ablución, con su
espectro de olores y la incertidumbre, cada vez menor gracias a Dios y a la
Unidad de Apoyo de Base (UABA), de si se habría agotado el agua o no. Después,
al desayuno. La última estación de esta rutina inicial era cargar los blancos,
la munición, el equipo en los vehículos y montar las columnas. En aquellos
tiempos, con la puerta principal cerrada por las inundaciones y habilitada una
secundaria, la acumulación de MRAPs, camiones, autobuses y pick-ups, por metro cuadrado de barro era un espectáculo. Parecía
imposible que los chicos de la Unidad de Protección (UPROT) supieran cuales
eran los vehículos de sus columnas y los instructores a que MRAP, español o
inglés, tenían que seguir. Los instructores y los “ángeles guardianes” de cada
unidad de marcha se reunían en un breve “briefing”
de seguridad –briefing “bajo las
ruedas” lo denominaban los paracaidistas en similitud al “briefing bajo las alas” de sus saltos. Nosotros, por comodidad,
decidimos denominarlo “briefing”
sobre las ruedas…–. Acababan las últimas instrucciones y ese caos de gente
yendo y viniendo con cajas de munición y blancos, intérpretes, vehículos, voces
en español, portugués, inglés y árabe… desaparecía en un par de minutos como
por arte de magia. Me gusta verlos marchar por la mañana. Aparte de que
considero que es mi obligación de jefe, por si surge algún problema, hablar
unos segundos con ellos, darles la mano, un golpe en la espalda o intercambiar
una simple sonrisa, refuerza mi convicción de la enorme calidad humana y
profesional de los instructores que hemos traído a Besmayah. Me he sentido y me
siento orgulloso de ellos cada minuto de esta misión y rezo para que vuelvan todos a casa sin novedad.
Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah.
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El
punto de encuentro con la unidad iraquí era directamente en los campos de
instrucción. Entre las pintas que traían los “yundis” y los “hummvies”
“customizados” con planchas de acero, parecían salidos de la versión Bollywood de “Mad Max”… Uno con casco, otro con gorra, el de más allá con gorro
de lana… El de un lado con el gorro de lana debajo del casco, y el del otro,
incomprensiblemente, había conseguido meterse el pasamontañas con el casco puesto. Cazadoras
de los Bulls, chaquetas, zapatillas
de deporte, botas de colores diversos... Mucha parafernalia de air-soft. Muchas calaveras de “The Punisher”
pintadas en los cascos, auriculares conectados con la nada, mini-cámaras de plástico…
En resumen, un espectáculo.
De The Punisher se pasó a The
Spanisher... ¡Impresionante!
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Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
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La
primera actividad de la mañana solía ser la educación física. Por supuesto, los
instructores iban con pantalón del uniforme, botas y camiseta. La pistola al
cinto y unos cuantos fusiles a la espalda. Siempre al lado de los “yundis”. Siempre delante de los “yundis”. La ejemplaridad ha sido una de
las grandes bazas de la Unidad de Instructores de Brigada (BDE)-III y estoy
seguro que de los anteriores contingentes también. Eso de trotar no les hacía
mucha gracia, pero terminaron corriendo más de 30 minutos seguidos.
Estiramientos, fuerza y algunos juegos para terminar. Son muy competitivos y
así se esforzaban sin tener que tensar la cuerda. Después llegaba la
instrucción de combate. Repetir una y otra vez las posiciones, los movimientos,
las órdenes. Parecía que de un día para otro olvidasen todo lo aprendido. Vuelta
a empezar. Intentar que los capitanes y los jefes de batallón se implicaran en
la instrucción. Ahí, la mano izquierda de los instructores, especialmente de
los capitanes, hizo milagros. Prácticamente no había suboficiales y dos o tres
tenientes en toda la brigada. Las secciones estaban la mayoría mandadas por “yundis” más o menos dotados, por lo que
el panorama era bastante complicado en todo lo referente a planeamiento y
liderazgo.
Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
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El
Programa de Instrucción (PoI) tenía dos pilares básicos: Las Tácticas, Técnicas
y Procedimientos de aproximación a una población y el combate dentro de un
núcleo urbano. Todo iba enfocado a incrementar su letalidad a la vez que se
aumentaba igualmente su posibilidad de supervivencia en esos dos escenarios. La
Brigada Paracaidista (BRIPAC) creó una sección de zapadores en cada batallón.
Las instruían ingenieros británicos y americanos y se especializaron en la apertura de
brechas. Es otro de los conceptos que estamos intentando cambiar en esta
guerra: Apartar un poco la Contrainsurgencia (COIN) y retomar el combate
convencional, en el sentido de que es imposible limpiar cada IED que una unidad
encuentra en su avance, cuando el Daesh
ha sembrado miles de ellos. Tienen que tratarlos como los campos de minas de la
guerra convencional, abrir brechas en ellos y seguir avanzando. Después, en
escalones más retrasados, los ingenieros irán limpiado las áreas más
importantes. Como
ya he dicho, en la instrucción de las unidades de Infantería todo era repetir
una y otra vez conceptos básicos. Fuego y movimiento. De binomio, de pelotón y
de sección. Protección. Romper el contacto, avanzar por una calle, limpiar un
edificio. Defensiva temporal de una posición, reacción contra una emboscada. Y
los instructores siempre ahí. Siempre haciéndolo primero. Siempre ejemplares.
Foto: A Cortés. BPC III Besmayah
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Aparte
del adiestramiento de los tres batallones de Infantería y las secciones de
zapadores también estaba la compañía Ranger.
Los “malahui”, con un buen capitán al
frente y un alférez cuasi-psicópata como jefe de la sección de protección.
Aunque por el nombre puede parecer que esta compañía era una unidad de gente
escogida, en realidad era todo lo contrario, era la unidad de castigo. Allí
iban los malos, los indisciplinados, los enfermos, los viejos, los muy gordos y
los demasiado flacos,… Y con todos ellos, unos noventa, un capitán español y un
teniente portugués hicieron maravillas. Hicieron que esa galería de los
horrores tuviera sentido de unidad. El propio general, que en varias ocasiones
habló con desprecio del adiestramiento de su compañía, finalmente reconoció el
gran nivel alcanzado (siempre hablando en la escala relativa en la que se movía
la brigada 72). Reconozco que les cogí especial cariño.
Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
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Además,
aparte del trabajo con estas unidades, se impartieron varios cursos específicos
para determinadas capacidades. Así, se agrupó a todos los equipos de snipers de la brigada en un curso de
dos semanas del que gracias al esfuerzo de sus tres instructores –dos españoles
y un portugués– se alcanzó un nivel más que aceptable. Otro curso fue el Explosive Hazard Awareness Course (EHAT), impartido por los
británicos, una especie de C-IED básico dirigido a darles alguna oportunidad
más de supervivencia en un entorno plagado de explosivos improvisados. Este
curso se daba a todo el personal de la brigada y los más avezados pasaban a
realizar dos cursos más específicos: Detect
IED, que como su propio nombre indica
está enfocado en la detección de IED y “trampas cazabobos”, –booby traps– en inglés, y Defeat IED, que busca dotarles de cierta capacidad de remoción mecánica de
esos mismos artefactos.
Por
último estaba la batería de morteros de 120 mm, que fue uno de nuestros grandes
quebraderos de cabeza. No logramos que los iraquíes trajeran munición para los
tubos de 81 mm de los batallones y los veinticinco disparos que hicimos con los
de 120 mm fueron casi un milagro. Tubos americanos e iraníes, con munición
polaca de origen soviético –de la URSS de toda la vida– y unas tablas de tiro
en árabe que perfectamente podían haberlas encontrado en un paquete de
Phoskitos. De hecho, el primer disparo fue 900 metros corto… ¡No está mal! El
trabajo que hicieron los artilleros con ellos fue magnífico. Aguantaron
pacientes y profesionales todas las argucias del jefe del Grupo para
“escaquearse” del trabajo o no traer la munición. Con perseverancia y buen
hacer fueron capaces de formar al calculador, los observadores avanzados y la
línea de piezas. Incluso fueron ellos los que dispararon con la unidad de
morteros de la 71 brigada que se adiestraba en la Task Force de Taji. Las limitaciones nacionales de los
neozelandeses y australianos les impedían salir de su base para hacer el tiro…
Y allí estuvieron los artilleros españoles. En dos días les enseñaron nuestros
procedimientos de puntería –que prefirieron a los aprendidos con sus anteriores
instructores– y realizaron el tiro con ellos. Vinieron de la División y de la
jefatura de Artillería iraquí a verles y, como no podía ser de otra forma, les
felicitaron.
Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
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Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
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Del Combined Joint Force Land Component Command
– Iraq (CJFLCC-I, el cuartel general del Mando Componente Terrestre que ellos
incompresiblemente pronuncian “siflic”)
cada vez llegaba una variación nueva. Las desconexiones que muchas veces
existen entre los cuarteles generales y las unidades. Unos en los mundos del Power Point y las grandes estrategias y
otros en el puñetero barro. Puedo hablar sin tapujos porque he estado en los
dos lados y sé de qué hablo. Ya he comentado la situación prevista cuando
llegamos a Besmayah en diciembre y la existencia del famoso ejercicio de fuego
real CABEX, a ejecutar por uno de los batallones, con el que finalizaría el adiestramiento.
Estábamos empezando a pensar cómo meterle mano a ese ejercicio, que no nos
convencía, cuando llegó la ampliación del periodo de instrucción y la primera
visita del General Clarke, jefe por entonces del Componente Terrestre. Allí, ya
con el pulso tomado a la brigada 72, le dijimos que el nivel alcanzable por la
unidad no era batallón, sino compañía. Fue un jarro de agua fría, pero el
tiempo nos dio la razón. A cambio, se nos ordenó que todas las compañías de la
brigada tendrían que hacer ese ejercicio de fuego real. Además, y eso lo
decidimos nosotros porque somos así de “chulos”, todas las compañías realizarían
un ejercicio de asalto y limpieza de una zona urbanizada con fogueo y
demoliciones reales (el polígono está preparado para poder hacer fuego real y
voladuras de puertas y butrones).
Y a
ello nos pusimos en esas cuatro semanas. Un trabajo intenso que hacía que los
días volasen. Trabajo que, finalmente, cristalizó y fuimos capaces de realizar
los 10 ejercicios de fuego real de compañía que incluían fusilería de 5,56 mm.
y snipers de 7,62 mm; ametralladoras
de 5,56 mm, 7,62 mm y 12,70 mm disparando desde el suelo y desde vehículos MaxPro y Hammer; lanzagranadas de 40 mm y anticarro LAW de 66 mm; humos,
granadas de sonido y explosivos para simular la apertura de brechas, además de
la que abría el vehículo blindado con pala empujadora (Dozer), que rellenaba un foso y abría el pasillo en un merlón. En
tres de estos ejercicios no hubo simulación, sino que las aperturas fueron reales.
Para ello, además de con la Dozer, se
abrieron brechas con otros tres métodos diferentes: manguera pesada (MICLIC)
que lo hacía en un área de IEDs contra vehículos, dos mangueras ligeras (APOBS)
que lo hacían en los cinturones de IEDs contra personal y una carga en “T” de
explosivo plástico que reducía un T-wall
a arenilla. Además, en uno de ellos se hizo fuego real de morteros y participó
un carro de combate T-55, que hizo fuego con la máquina DsHK de su torre. En
palabras del General de tres estrellas MacFarland,
que manda el Teatro de Operaciones y presenció uno de estos ejercicios, “el
mejor ejercicio de fuego real que he visto en Irak”. Por si fuera poco, hicimos los otros 10 ejercicios de compañía de combate en zona urbanizada y limpieza de
edificios, todos con sus respectivas voladuras.
Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
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Las
cifras de la preparación de la 72 brigada, sólo en el tiempo en que estuvo con
nosotros, BDE III, hablan por sí solas de la intensidad de la preparación. Con una media
de 900 militares en la instrucción diaria se consumieron 221.000 disparos de
5,56 mm, 49.000 de 7,62 mm, 34.500 de 12,70 mm, 1.400 granadas de 40 mm, 81
lanzagranadas anticarro LAW… Nada más hay que ver el crédito anual de un regimiento de Infantería española para darse cuenta de la envergadura de lo realizado. Ahora, nuestros
“chicos” de la 72 están partiéndose el cobre en el norte, en Makhmur. En el primer día de avance le
sacaron 9 kilómetros a su brigada “hermana”, y en los sucesivos tomaron y
liberaron varias aldeas en posesión del Daesh.
Están en defensiva ahora, rechazando contraataques y acometidas de vehículos
suicidas. Han tenido varias bajas, pero ahí siguen. Seguramente sean las
casualidades del combate y esa suerte que unas veces te sonríe y otras te
golpea con dureza, pero el hecho es que, a día de hoy, la 72 está haciendo un
gran papel y su nombre se asocia a los españoles.
Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
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Mirando
atrás, ahora que trabajamos ya a más de 30ºC con la brigada 35, parece que han
pasado años desde aquellos días en los que el barro lo invadía todo y el frío
de la mañana se colaba por los huecos del chaleco. Nueva unidad, una acorazada
con más de 1300 militares a los que hemos filiado en cuatro días, 3 carros de
combate M1 Abrams, 6 carros T-72 y 11
vehículos de combate de Infantería BMP-1 para formar tripulaciones de soldados
recién reclutados, perfeccionar las pocas que ya están formadas y mejorar la
instrucción táctica de sus unidades, al menos hasta el nivel sección (en el
Ejército Iraquí las secciones son de tres vehículos). Cuatro batallones y una
compañía Ranger. Menos tiempo, más liderazgo, más
disciplina y más ganas de trabajar que los anteriores. Hemos normalizado la instrucción nocturna, a pie y con los blindados, fuego real incluido. Sí, parecen mejores, pero sin pasarse… nuestros chicos de la 72 tenían un "color especial".
Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
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Y
nosotros, con las mismas ganas que al inicio de la misión. Vuelvo a salir a
diario para ver a mis instructores ¡Qué gente más excepcional! Como lo fueron, seguro, los de
la Brigada Legionaria (BRILEG) y la BRIPAC. Pero estos son los míos y, simplemente
por eso, para mí los mejores soldados sobre el planeta. Implicándose hasta las
cachas, sin medir esfuerzos, asumiendo conscientemente los riesgos, como siempre hemos hecho allí donde nos han
mandado. El soldado español “conecta” enseguida con cualquiera, ya sea iraquí,
maliense, croata, serbio o afgano... Lo llevamos en los “gérmenes”, como
alguien dijo una vez. Veo la diferencia a diario, ya que mando instructores
británicos, norteamericanos y portugueses. Sólo estos últimos se acercan un
poco a nuestra forma de ser. Pero esa conexión que te permite acercarte a ellos
con naturalidad, que te den besos al encontrarte o despedirte –sólo los amigos
lo hacen–, te cojan de la mano como si de una pareja paseando por la Gran Vía
se tratase, te inviten a un falafel
–bocata de pan de pita con una albóndiga de pasta de garbanzo y ensalada dentro–
hecho en la trasera de una pick up
(que las primeras veces expulsarás de tu cuerpo de forma explosiva en las
siguientes horas), te desmiguen el pollo con las manos y te lo pongan en tu
plato o te cuenten sus confidencias, esa forma de ser, es el arma de doble filo
que nos puede impedir reaccionar con la rapidez necesaria si alguna vez la
situación se tuerce. Y la memoria histórica de esta unidad sabe lo rápido que se
tuercen las cosas en Irak…
Somos soldados españoles, con todas sus letras, defectos y
virtudes y no, ellos, los yundis, no crean
ese vínculo tan profundamente. Si alguna circunstancia rompiera la “luna de miel” en la
que trabajamos, no les costaría un milisegundo rebañarnos el cuello si tuvieran
oportunidad. De un día para otro y sin mediar explicación. ¡Ris-ras! Para ellos
sería normal y justificado. Mientras, nosotros podríamos seguir dudando si desenfundar
o no. Cuanto más tiempo pasa con ellos, más dudas puede tener el instructor a
la hora de reaccionar instintivamente ante una amenaza cierta. Lo sabemos, lo
hemos trabajado en la preparación y ahora se lo recuerdo constantemente a mi gente. Y yo
soy el primero que aprovecho esa relación privilegiada con ellos, ya que
facilita la coordinación y resuelve los pequeños problemas del día a día.
Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
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Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
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Por eso es tan importante la presencia de nuestros queridos “ángeles
guardianes”, la UPROT, que mantienen la necesaria y fría distancia para
reaccionar, sino al primero, antes de que se produzca el segundo disparo. Esa
es la principal dificultad de esta misión. Esa es la balanza de confianza que
hay que usar con maestría. Esa es la grandeza de esta unidad de instructores
que tengo el honor de mandar y que no olvidaré el resto de mi vida. Pero dejemos
los sentimentalismos para la vuelta a España. Ahora hay que seguir trabajando
duro, contra viento y marea porque, como dije antes… ¡Nada es fácil en
Besmayah!
Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
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Foto: A. Cortés. BPC III Besmayah
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[1] Soldado
en iraquí. Muchas veces, entre los españoles se generalizaba su traducción a
militar iraquí o incluso a persona de esa nacionalidad o material de ese
origen.