Un discurso puede ser nada más que eso, un discurso. Pueden ser palabras vacías que no van a ningún lado –lo más frecuente–, pero también pueden forzar el giro en una situación delicada o hacerse un hueco en la Historia. Para los soldados de línea como yo, todo es más sencillo. Usamos arengas más o menos improvisadas para calentar los corazones en momentos determinados y algún discurso institucional en aniversarios o celebraciones puntuales.
Componentes del regimiento de Infantería “Asturias” 31.
Espíritu forjado a sangre y fuego durante 358 años de historia. 358 años combatiendo en todos los conflictos acaecidos en suelo patrio y en aquellos que surgieron en Italia, Dinamarca, Francia, Portugal, Cuba, México, Colombia, Antillas, Argelia, Marruecos... 358 años en los que se fraguó una forma de ser y de actuar, cristalizada, tras la campaña del Rosellón, en un sobrenombre, “El Cangrejo”, y un lema, que es fácil de decir pero que sólo los elegidos pueden cumplir: “Al enemigo, la espalda, jamás”. Y aquí seguiremos, sin dar la espalda, ni al enemigo, ni a las adversidades, ni a los problemas.
Vuelvo, pues, con el inmenso honor y la grandísima responsabilidad de ponerme al frente de todos vosotros y creo que merecéis saber, desde ya mismo, lo que podéis esperar de mí.
poblaciones o acompañar los féretros de nuestros compatriotas hasta instruir unidades extranjeras, proteger fronteras lejanas o, Dios no lo quiera, combatir hasta dar la vida al otro lado del mundo. Esa sí es mi misión y a ella me dedicaré en cuerpo y alma.
Y para cumplirla, tres son los pilares en los que procuraré apoyaros e impulsaros:
La instrucción y el adiestramiento,
El mantenimiento y la operatividad de los materiales,
Y la moral y el bienestar de todos.
Y sabemos también que no podemos combatir solos. Como unidad de maniobra necesitaremos siempre de apoyos y capacitadores. Por ello, a los jefes de las unidades hermanas, entre las que incluyo a la Unidad de Servicios de Base, os ofrezco desde ya nuestra colaboración y os pido encarecidamente vuestra ayuda para seguir avanzando en una mejor integración si cabe. Juntos, contribuiremos a que nuestro general cuente con una brigada más eficaz, cohesionada y, por qué no, más letal.
Sé también de nuestras carencias. En efecto, son tiempos complicados y el panorama presupuestario parece que no deja mucho espacio al optimismo. Pero os digo que, en realidad, en más de treinta años de servicio no recuerdo un tiempo fácil. Y siempre hemos avanzado a pesar de las penurias, porque nuestro compromiso con la Patria está por encima de todo. Os pido, pues, que borréis de vuestra mente cualquier atisbo de pesimismo que os aleje de la seguridad de que, cuando un militar español se empeña, triunfa siempre.
Porque no soy ningún ingenuo. Sé que son diversas las motivaciones que os traen a servir a España en el Ejército. En esas filas os mezcláis los que vivís vuestra vocación militar con toda intensidad, los que sólo os atrae la parte mas dinámica y aventurera de la profesión y aquellos que únicamente buscáis una salida laboral. Pero hay dos cosas que nos unifican y nos obligan a todos, querámoslo o no: El uniforme que llevamos, signo visible de lo que un día juramos al besar la Bandera y la herencia recibida de los que aquí nos precedieron. Ambos nos exigen ejercer y mantener una serie de valores, inseparables a nuestra condición militar. Los conocéis muy bien:
Estos valores son la guía de nuestro comportamiento y son los que nos diferencian de una banda de mercenarios. Porque no somos un ciudadano más. La sociedad a la que pertenecemos, como garantes de su defensa armada, espera de nosotros un comportamiento ejemplar. Y os aseguro que, antes o después, todos nos encontraremos en la difícil disyuntiva de tener que elegir entre mantener los valores que acabo de enumerar o ceder a comportamientos que se encuentran, cada vez, más visibles en esa misma sociedad y que, desgraciadamente, apuntan en sentido contrario. Pido a Dios que nos ayude entonces a tomar la decisión correcta.
Pido a María Inmaculada, patrona de la Infantería, que es también Nuestra “Santina”, la Virgen de Covadonga, protectora de nuestro regimiento, que me ayuden a cumplir con mi deber y nos ampare a todos en nuestro servicio a España.
Ahora, queridos componentes del regimiento “Asturias” número 31, ya sabéis lo que podéis esperar de vuestro coronel.
(Mi teniente coronel, manda firmes)
Y por primera vez, al frente de todos vosotros, gritad conmigo: ¡Viva España!, ¡Viva el Rey!, ¡Viva el Ejército!
(Fotografías: Erik Sebastián de Erice Llano)