Entraré ahora en las que son, para mí, las dos características más sobresalientes del líder militar y que dan título a esta serie de artículos: el prestigio y la ejemplaridad.
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El prestigio se cultiva día a día y su crecimiento es lento y difícil, sobre todo en el ejercicio de las tareas habituales, ajenas a los grandes hechos de armas y las conductas extraordinarias. Sin embargo, una sola falta, un solo “patinazo”, una sola acción u omisión reñida con lo que se entiende debe ser la conducta recta del militar, y el trabajo de años se irá al traste. Y no estoy hablando de partir de cero, no. Se partirá de mucho más abajo, porque siempre habrá alguien dispuesto a recordar la condición de “pecador”. Pero puede darse la siguiente paradoja: una misma acción puede acarrear la pérdida del prestigio a ojos del mando y, en cambio, granjear la admiración y reconocimiento de los subordinados. Y, lo que es más normal, viceversa. Otra vez el equilibrio en esa cuerda floja que es la lealtad.
Muy ligada al prestigio está la ejemplaridad. Posiblemente en nuestra “empresa” sea el factor que más influya en esa ganancia o pérdida de prestigio. Si bien este último es independiente del grado o puesto de su poseedor, la ejemplaridad varía con ambos factores. Los criterios aplicables al general jefe de una brigada son diferentes a aquellos ligados a un sargento jefe de pelotón, aunque su raíz sea común.
Ejemplar es aquello que da buen ejemplo y, como tal, es digno de ser propuesto como modelo[2]. Esta sencilla definición encierra una dificultad enorme para el militar, ya que engloba todo el conjunto de valores y virtudes tradicionales. No se puede ser ejemplar a “media jornada”. No se puede ser ejemplar en la vida cotidiana del militar sin la constancia, la abnegación, la paciencia, la disciplina, el compañerismo… No se puede ser ejemplar en el combate sin el valor, la templanza, la gallardía, la fortaleza física y mental…“¡Qué bien aprendieron los oficiales la lección permanente del Credo! Jamás dijeron en el combate: ¡Id!, ni siquiera ¡Vamos!, sino ¡Seguidme!”[3]. La ejemplaridad se trabaja día a día y aunque las grandes acciones influyen, lo que verdaderamente cala y conforma ese modelo es la actitud en el quehacer diario. No por ello el líder deberá ser más fuerte, más rápido, más resistente, más inteligente e, incluso, más guapo que sus subordinados. No lo será, pero sus subordinados sabrán que siempre estará cerca, sobre todo cuando vengan mal dadas, y a él dirigirán su mirada cuando haya que resolver. (Continuará)
Fantástico, extraordinario, me ha encantado.
ResponderEliminarUn infante.
Muchísimas gracias por tu mensaje. ¡Si cumplirlo fuera tan fácil como escribirlo!
EliminarUn abrazo fortísimo
Muchas gracias por sus sentidos y juiciosos articulos que transmiten magnetismo a los que sienten amor o admiracion por la milicia sus valores
ResponderEliminarUn Capitan RV
Muchísimas gracias a ti por tu mensaje y muchísimas gracias por haber querido dar ese paso y servir en los Ejércitos como reservista.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte
Quisiera comentarle lo muchísimo que he disfrutado su artículo. Soy un muchacho de 17 años, con la mirada y el corazón puestos en la AGM, y cosas como la que usted escribe ciertamente inspiran. Un saludo y mucho ánimo!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu mensaje. Si verdaderamente tienes tus aspiraciones puestas en la AGM, ¡A por ello! No está fácil y con la doble titulación menos todavía, pero nadie dijo que ser soldado fuera sencillo. Me alegro que este blog valga para dar ese pequeño plus de moral a los que estáis en línea de salida. Un abrazo muy fuerte y mucha suerte en tus aspiraciones.
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