ANTE TODO, SOBRE TODO, SIEMPRE... ¡ESPAÑA!
Al joven militar –ya sea teniente, sargento o soldado– le sorprenderá esta pregunta. “Al tecol se le ha vuelto a ir la pinza” –pensarán para sí, mientras me ponen la mejor de sus sonrisas. En efecto, en sus mentes llenas de proyectos e idealismo, seguramente no haya lugar para esa pregunta, ya que todos ellos tienen relativamente reciente su juramento a la Bandera:
“¡Soldados! ¿Juráis
o prometéis por vuestra conciencia y honor, cumplir fielmente vuestras
obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitución como norma
fundamental del Estado, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no
abandonarlos nunca y, si preciso fuera, entregar
vuestra vida en defensa de España?[1]”
FOTO: A. Cortés. BPC-III Besmayah |
Si, a pesar de todo,
insistiera poniendo cara de orate, sus rostros se endurecerían y me responderían sin dudarlo: “Yo trabajo
para España” que, al fin y al cabo, es en lo que se concentra ese beso que, con
un escalofrío, dimos una vez a nuestra Bandera. Pero si esa misma pregunta la
hago a los antiguos del lugar, a los que la realidad ha ido golpeando, con
mayor o menor dureza, todos esos sueños, la mayoría me lanzaría una mirada
aviesa, a la vez que reluciría un colmillo más o menos retorcido por la
comisura de su boca. Saben a qué me refiero y no es plato que nos guste
recordar a ninguno. Y, desgraciadamente, todos los que peinamos canas en esta
querida empresa, hemos mojado pan en esa salsa… Así que he decidido escribir estas reflexiones,
a modo de mi última “de moral” para mis chicos del batallón “Cantabria” y de
despedida de este magnífico regimiento que es el “Saboya”.
“A España servir hasta morir”, el lema
tatuado en los corazones de nuestros
suboficiales no deja espacio a la duda. En
esos primeros pasos de nuestras carreras militares todos los objetivos
confluyen, y la Patria siempre aparece limpia y brillante en nuestro último
horizonte: trabajar para el pelotón, para la sección, para la compañía, prepararme
física e intelectualmente… Todo redunda en un beneficio simbiótico en el que la
persona, el entorno cercano, los cuarteles generales de las diferentes cadenas
de mando y funcionales y, por último, España obtienen su pequeño impulso. Es nuestro
granito de arena para una España mejor y más segura.
Lema que presidió la AGBS hasta diciembre de 2004 |
FOTO: BPC III. Preparando el despliegue en Irak en la ACINF |
“Elevar siempre los pensamientos hacia la Patria
y a ella sacrificarlo todo, que si cabe opción y libre albedrío al sencillo
ciudadano, no la tienen quienes reciben el sagrado depósito de las armas de la
nación, y a su servicio han de sacrificar todos sus actos[3]”.
Así, esa visión
limpia de nuestro trabajo por España empieza a enturbiarse;
ora porque el beneficio
del yo se antepone a todo; ora porque una amistad mal entendida o un
paternalismo dañino inclina nuestra balanza; ora, en fin, porque surge ese
patético “nosotros somos los más machos y el resto unos pistolos” que tanto daño ha hecho a unidades humildes y
trabajadoras. Y no quiero decir que en todas las ocasiones haya motivos
“oscuros” o mala intención en quien decide o dicta la orden. Ni mucho menos. Muchas
veces son simples errores, edificados sobre la base de un conocimiento parcial
de la situación o una información sesgada, y otras ocasiones… ¡Ya nos ocupamos
nosotros de auto-convencernos de que estamos haciendo lo correcto! Aparte del
siempre agradecido paso por las unidades, dediqué todo mi empleo de comandante
a los Estados Mayores del Ejército de Tierra y Conjunto y os aseguro que sé
perfectamente de qué estoy hablando.
FOTO: Autor. Patrulla en Mostar 1996. SPABRI III |
FOTO: ISAF. Español en un orfanato en Kabul. El otro frente |
Hablo aquí de
decisiones en primera persona pero, en muchas ocasiones,
simplemente
recibiremos este tipo de órdenes desde arriba. Y seremos conscientes, perdida
la inocencia, de la finalidad última que encierran. En estos casos, el código
de comportamiento viene perfectamente reflejado en dos artículos de nuestras
Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, aplicables uno, otro o ambos,
dependiendo del nivel de la orden recibida:
FOTO: BPC-III. Preparando el despliegue en Irak. |
“Antes de que su jefe haya tomado una decisión,
podrá proponerle cuantas sugerencias estime adecuadas; pero una vez
adoptada, la aceptará y defenderá como si fuera propia,
desarrollándola y transmitiéndola con fidelidad, claridad y oportunidad para
lograr su correcta ejecución”.
“En el supuesto de que considere su deber presentar
alguna objeción a la orden recibida, la formulará ante quien se la
hubiera dado. Si su incumplimiento perjudicase a la misión encomendada, se
reservará la objeción hasta haberla cumplido”.
VCI PIZARRO del RI Saboya Nº. 6 |
FOTO: BPC-III Besmayah. Con el CTS en Irak. |
FOTO: BIMZ I/6. VCI PIZARRO en ejercicio de tiro. |
Mirando atrás, veo
que en mis ya más de 23 años de servicio, he tomado
decisiones dudosas. Como
supongo que todos, en mi descargo diré que siempre pensando en que hacía lo
mejor. También, analizando esos errores, he descubierto una manera rápida e intuitiva
de resolver mis dudas, siempre dentro de mi ámbito de responsabilidad. Sencillamente,
me pregunto: ¿Es bueno para España? Si la respuesta es claramente afirmativa o
negativa, la decisión es inmediata. Si me quedara alguna duda, me asesoro,
investigo y trabajo un poco más la decisión, pero os aseguro que es en muy
pocas ocasiones. También os aseguro que me he sorprendido alguna vez con
respuestas que no son buenas para mí y sí para la Patria.
FOTO: elconfidencialdigital.es. La Legión en combate subterráneo. |
Pero hay un caso
que, históricamente, despeja todos los intereses bastardos, reordena los
valores y deja salir la férrea voluntad del servicio total y último a España en
aquellos que mantienen en su interior la verdadera nobleza del soldado (quien
nunca la tuvo no suele dar la sorpresa. No esperemos milagros…). No es otro que
el combate. Fin último y prueba de fuego del militar. Nadie mejor que un
sargento medalla militar individual para definirlo:
Tte. Ángel Salamanca Salamanca |
Trabajemos para
España, pues. Con nuestros defectos y virtudes. Con
nuestros aciertos y
nuestros errores. Con la ilusión del recién incorporado y la serenidad del
veterano. Rememos en la misma dirección. Que si la rompiente vuelca nuestra
balsa, achiquemos agua y volvamos al ataque. Una, otra y las veces que sea
necesario. Termino con un poema –posiblemente uruguayo o argentino, pero que
podemos aplicar perfectamente en la Madre Patria– que descubrí en los años
complicados del inicio de la profesionalización del Ejército. Cayó en mi poder
casi al mismo tiempo que iniciaba los primeros pasos como jefe de una compañía
en aquel momento escuálida y lo sentí como propio. Solo me queda ya desear que
este regimiento Saboya “viejo, herido, roto,
erguido” siga marcando la diferencia como lo hace y tatuando profundamente su lema en el alma de todo aquel que pasa por sus filas. Recibid el corazón de
vuestro teniente coronel, para siempre.
FOTO:Juanma Juguera. BIMZ I/6 en combate urbano |
Póngase a discreción y
escúcheme soldado,
quiero hablarle de lo que está pasando,
no quiero verlo más con los ojos
tristes,
la cabeza baja y el corazón cansado.
Es difícil lo que voy a decirle
porque antes nunca había pasado,
y se hace difícil entender las cosas
cuando entenderlas hace daño.
Cuando usted se puso este uniforme
supo que tenía que vivir luchando,
y que en el trabajo de todos los días
no había lugar para el desgano.
Ya sé que el sueldo le queda corto,
que en cuartel se achicó el rancho,
y para tener bien a los gurises[6]
tuvo que salir a changar[7]
a otro lado.
Ya sé que quedan pocos hombres
y que entra de guardia con
veinticuatro,
y justo ayer se le enfermó la patrona,
y se terminó de completar el cuadro.
Esto, esto es el sacrificio
del que tanto le habían hablado,
es la frontera entre los débiles y los
fuertes,
entre ser civil o ser soldado.
Es el orgullo de sentirse hombre
a fuerza de aguantar los golpes bajos,
de caer y levantarse mil veces
sin que nadie lo vea derrotado.
Así es como se le sirve a la Patria
con el corazón fuerte y bien templado,
para aguantar de frente a los que ahora
nos quieren débiles y fracasados.
Ahora, si todavía tiene ganas
de sentirse un buen soldado,
vaya, agarre su fusil y venga conmigo,
tenemos que seguir entrenando.
[1] Esta es la fórmula en vigor que aparece en la Ley
39/2007, de 19 de noviembre, de la Carrera Militar. En mi caso, lo hice con la
fórmula de la Ley 79/1980, de 24 de diciembre, sobre la fórmula para jurar la
Bandera de España. Decía así: “¡Soldados!
¿Juráis por Dios o por vuestro honor y prometéis a España, besando con unción
su Bandera, obedecer y respetar al Rey y a vuestros Jefes, no abandonarles
nunca y derramar, si es preciso, en defensa de la soberanía e independencia de
la Patria, de su unidad e integridad territorial y del ordenamiento
constitucional, hasta la última gota de vuestra sangre?”. Qué queréis que
os diga, todavía me emociono leyendo este juramento, por Dios, que termina con
la rotundidad de “la última gota de vuestra sangre”.
[3]
Discurso
del General Director de la Academia General Militar, Francisco Franco, con
motivo de su cierre el 31 de junio de 1931.
[4]
Simplificando, es el término por el que se conoce a esas situaciones en las que
se le dan vueltas a las cosas en la cabeza, sin llegar nunca a tomar una
decisión. El exceso de análisis lleva a reunir tal cantidad de información que
cada vez es más complicado tomar la decisión correcta. El miedo al fracaso hace
el resto.
[5]
Discurso
del Sargento Ángel Salamanca Salamanca (con el empleo de teniente en aquel momento, ya en la reserva) con motivo de la imposición, en 1998, de
la Medalla Militar Individual concedida en 1969 y ganada en 1943, en la batalla
de Krasny Bor.
Preciosa despedida. Digna de enmarcarla y ponerla en aquella sala de Banderas de Badajoz, para que todo el mundo la lea.
ResponderEliminarNo me extraña que los que sirvieron a España a tus órdenes hace ya muchos años, te sigan llamando "MI CAPITAN, contigo hasta la muerte".
Un abrazo muy fuerte. MI SOLDADO.....
Muchas gracias. Sé que es "amor de padre" pero, aún así, me gusta. Un abrazo fortísimo
EliminarPericote, como siempre es un placer leerte. Alimenta el espíritu y la moral.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Cuando un mando es querido por todos los sitios donde ha pasado no puede ser casualidad.
ResponderEliminarCuando es difícil decir si es mejor militar o mejor persona no es casualidad lo anterior.
L9 que si estoy seguro es que TODOS los que servimos en algún momento a su lado estariamos en formación con un "a formar"
Queridísimo Manu. Muchas gracias por tu comentario. Sabes que también tengo detractores... No se puede agradar a todo el mundo (ni nunca lo he pretendido). Sí te digo que soy lo que soy y estoy donde estoy gracias a vosotros, los que fuisteis mis subordinados. Mis chicos. Yo sólo llevaba las riendas, pero el poderío, la fuerza, la grandeza era toda vuestra. En el Tercio, en el Asturias, en el Saboya... ¡Yo sí que estaría orgulloso de poder formar otra vez a vuestro lado! Cuídate mucho, Manu. Un abrazo fortísimo
EliminarSiempre a tus órdenes, hermano. Sabes de qué hablo. Como excepcional militar que eres, como español enamorado de tu Patria y persona íntegra has vivido también esas encrucijadas en las que nos hemos encontrado. Espero que sigamos conservando la paz de espíritu y la claridad para resolver en esos momentos en los que no es fácil ver el Norte... Un abrazo muy fuerte and take care there.
ResponderEliminarY yo, ¿Para quién trabajo?
ResponderEliminarNo me ha costado reconocerme en ese joven Teniente, Sargento o Soldado, que con 16 años decidió, de entre todas las opciones posibles (que no eran pocas gracias a Dios), incorporarse al Ejército. Decisión que tomó con apenas 7 años, cuando públicamente exponía ante quien le preguntaba, que por encima de todas las cosas, lo que quería, era ser militar.
Aún hoy con casi 50 años, no sabría explicar el porqué de tal decisión. Como si fuera una vocación religiosa, yo también oí “la llamada”. Pero fue la de las armas, la del valor, la del honor, la del compañerismo, la del sacrificio, la de la lealtad, en definitiva la de la vida militar.
Tampoco me ha costado reconocerme entre los veteranos del colmillo retorcido, con sus atracones de pan con salsa de realidad. A veces absurdas pero significativas y otras absolutamente increíbles. Como cuando prohibieron ir con la verde camisa legionaria abierta más allá del primer botón (y con camiseta debajo) o la decisión de retirar el lema “A España servir hasta morir” del monte Costampla.
Con esa última decisión nos mataron a todos los suboficiales. Nos dejaron sin lema, sin alma. Sin la razón de ser última del militar y a nadie le importó, ni a la sociedad civil, ni al Mando en su infinita sabiduría y bondad, ni siquiera a nuestros subordinados.
¿Para quién trabaja el “militar” que acepta y hace suya la orden que le da el político de turno? desde luego que hizo un flaco servicio a España… o todo lo contrario. No sabemos, ni sabremos nunca, el porqué de tal decisión. Ni las consecuencias que, de no haber cumplido esa orden, se habrían desatado.
¿Algún infante se imagina levantarse un día en Toledo y no ver la silueta del Alcázar? No por su riqueza arquitectónica o histórica, que la tiene, sino por lo que supone y significa. Por el ideal que representa, por los valores que encierra, es la esencia misma de la vida militar. Cuando flaquea el ánimo, cuando el espíritu está a punto de quebrarse, ¿Qué infante no ha alzado la vista hacia Toledo y viendo la silueta del Alcázar ha apretado dientes y puños sacando fuerzas de donde un instante antes solo había agotamiento y desaliento?.
Y entre medias ¿Que ha pasado?. Que aparecieron las evaluaciones, los IPEC, las recompensas, los idiomas y las fobias. Nos dimos cuenta de nuestra propia humanidad y de la humanidad del Mando al mismo tiempo. Ya me gustaría decirlo en el sentido más noble e idealista de la expresión, pero desgraciadamente y en ambos casos tengo que decirlo en el sentido más realista y peyorativo.
El Mando no se equivoca más que los demás. Pero precisamente por ser Mando sus equivocaciones tienen más repercusión y afectan a más gente. Eso es lo complicado del ejercicio del Mando, la responsabilidad que asumes y que, si no estás preparado, te desborda y te ves forzado a hacer tuyas órdenes superiores absolutamente contrarias a tu moral, escudarte tras las decisiones del Mando o a veces, en contra de tu interés personal, obedecer u ordenar. La “Paralisis por Analisis” no deja de ser una “Dejación de funciones”.
¡Pero es imposible no equivocarse!
Claro, es una de las consecuencias de nuestra humanidad. Lo que falta es liderazgo. Te puedes equivocar porque eres humano, pero yo te seguiré hasta la muerte, no porque seas el jefe sino porque además, mereces serlo. Eres, dentro de tu humanidad, el ejemplo a seguir, la luz y el guía. Y además das pruebas de ello a diario. No por salir una vez a la semana a correr con tu batallón eres más líder, ni por hablar bien de ellos cada vez que tienes ocasión, ni por ir a visitarlos cuando están de maniobras. Sino por tu humanidad en el sentido, esta vez sí, más noble e idealista. Porque haces de los problemas del Mando, de tus compañeros y subordinados… los tuyos. Porque sus éxitos son los tuyos, porque no pierdes la esencia, y aunque seas TCol o General no has dejado, ni dejarás nunca de aplicarte a diario el Art 65 de las RROO. Con la natural destreza del que ha nacido para esto.
Esa es la base de todo.
Querido lector anónimo. Lo primero de todo, muchas gracias por tu comentario que podría ser, sin duda, un artículo en si mismo. Puedo estar de acuerdo en muchas cosas de las que expones, pero hay un punto ácido en el escrito, un halo de pesimismo que no comparto, aunque entienda que la vida te haya podido llevar por ahí. Por eso, creo que debo contestarte.
ResponderEliminarDescubrí mi vocación militar en uno de los últimos Desfiles de La Victoria que se celebró en Madrid. Tendría entre cuatro y seis años y La Legión tenía su zona de espera previa al desfile en la Calle General Sanjurjo (hoy José Abascal), donde yo vivía. Bajé a verles y estuve "trasteando" entre esos legionarios de la vieja escuela hasta que poco antes de irme me hicieron una foto con un chapiri y subido al carnero. "Quiero ser legionario" fui respondiendo a la consabida pregunta desde ese momento. Supongo que el uniforme, los "tatoos talegueros" y los fusiles eran irresistibles para mí. Y fui creciendo y la respuesta se convirtió en "quiero ser militar". Vislumbraba ahí unos valores en la profesión, los que tú nombras, que me atraían enormemente y que me gustaban como centro y guía de mi vida. Y seguí madurando y mi respuesta se transformó en "quiero ser oficial". Tendría entonces catorce o quince años. Y en esa época fue cuando también me contesté a una pregunta clave ¿Por qué quiero ser militar?. No fue fácil. El uniforme, los tatoos (que jamás me hice después), las armas o, incluso, los valores, no me daban la respuesta rotunda que yo esperaba. "Los militares no pueden morir sólo por eso" -me decía mientras repasaba los "años de plomo" en los que vivíamos. "Porque es dónde, creo, mejor voy a servir a España" me dije, exultante, un día. La vida militar no es un fin en sí misma. Cualquier mercenario tendría entonces más satisfacciones que nosotros. Es sólo un medio para servir a España. Como se sirve desde otros muchos ámbitos Pero es, precisamente, la forma en la que se siente y se lleva a cabo ese Servicio y lo que eres capaz de poner en juego por él, lo que te hace invencible.
Con esta premisa clara entenderás todo lo escrito y lo que ahora escribiré. Yo desfilé en la Castellana de Madrid con la camiseta debajo de la camisa verde y a 120 pasos por minuto (en lugar de a 160). Y fui el teniente más feliz del mundo. Primero, porque me acordé de los legionarios que me inyectaron mi vocación (monje de una mística legionaria, que diría Pallás Sierra) veinte años atrás. Segundo, porque uno o dos años antes había desfilado La Legión con guerrera y corbata y levantando el brazo hasta el hombro del de delante, en lugar de hasta la costura de la borla. En la calle Bailén, creo recordar. Y escondí en la caja fuerte de la Compañía que mandaba como teniente-comandante ese "nuevo credo legionario" de un Teniente General que se creyó que podía enmendar la plana a Millán Astray. Y seguimos recitando el Espíritu de la Muerte... Y mira ahora dónde está nuestra Legión. Todo porque una serie de militares, de todos los empleos y Ejércitos (traigo aquí, especialmente, al Almirante Rodríguez Martín-Granizo) pensaron que la Legión era buena para España. Por eso la Legión es inmortal...
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EliminarLa retirada del "A España servir hasta morir" no mató a los suboficiales. Fue una cacicada política. Una más. Pero el lema sigue ahí, como escribo, tatuado a fuego en el corazón de todos los suboficiales. Más aun, lo que lograron es que no haya una unidad militar en el Ejército de Tierra en la que no se oiga, al romper filas, ese lema gritado como si saliera desde el mismísimo infierno. Un pelotón, una sección o una compañía... o varias. Es una delicia mandar "a discreción" y escucharlo como un eco. Te aseguro que mi vocación y mi alma de infante no están presos de ningún edificio, de ningún escudo, de nada material. Mi Cruz, mi Bandera, mi espada...
ResponderEliminarSí, vivimos bajo el mandato político. Es el Gobierno de turno quien dicta nuestra política, nos guste o no. Y así debe ser. Otro tema es que los dictados de un político determinado sean soplapolleces, o peor, atenten contra nuestros ideales o tradiciones. Que los hay. Pero ahí cada uno es responsable de sus acciones u omisiones. He ejecutado o transmitido muchas veces órdenes con las que no estaba de acuerdo. Se llama disciplina. Sí, con los ojos puestos en los dos artículos de las RROO que cito, pero primer tiempo del saludo. Y cuando he tenido que mostrar mi disconformidad, lo hecho. Vehementemente a veces (he recibido unos cuantos sobres con el sello rojo de RESERVADO. Los conservo con el mismo orgullo con el que llevo las cruces en el uniforme, porque todos me los gané mirando hacia abajo).
Tu último párrafo es, como dices, la base de todo. Es el espejo en el que a todos nos gustaría mirarnos. ¡Ojalá simplemente llegara a ser una imagen distorsionada de lo que expresa esas frases! Sé que no soy líder...¡Si sólo fuera un buen jefe...!
En fin, querido anónimo, aunque con ese punto amargo, tus palabras reflejan que hay un gran soldado detrás. No te quedes en lo accesorio (que es importante también, pero no en las cuestiones graves), busca tu hueco y tu objetivo en la vida, respira hondo, "agarre su fusil y venga conmigo, tenemos que seguir entrenando". Un abrazo muy fuerte.