MONUMENTO A LOS CAÍDOS DE ESTADO MAYOR. ESCUELA DE GUERRA (MADRID) FOTO: www.blog.sedic.es |
Antes de continuar con esta entrada, me he dado cuenta
de que todavía no he escrito el motivo por el que decidí abrir este blog. Creo
que es obvio que no es por afán de notoriedad, con un número de visitas que, si
quitamos las de los familiares, las mías y las accidentales, podría llevarme a
pensar que soy el único humano conectado a Internet en el universo. Tampoco es
la plasmación de una "necesidad irrefrenable" que, a modo de válvula de escape, da
salida al “volcán” intelectual que llevo dentro, la exhibición impúdica de unas
imágenes íntimas e introspectivas de mis “adentros” o el infructuoso intento de
mejora de mis mediocres cualidades narrativas. No, soy de Infantería, por lo
que el motivo creo que es mucho más simple… ¿O no?
FORMACIÓN EN LA ACADEMIA GENERAL MILITAR 1990 FOTO: AUTOR |
Después de más de 20 años de profesión militar he visto
la transformación que en demasiados casos sufrimos los oficiales de la extinta
escala superior en el devenir de nuestra carrera. Creo que ya lo he descrito
anteriormente: pasamos de ser potenciales líderes de moral inquebrantable, preocupados
sólo por la preparación propia y de nuestros hombres en beneficio de la
eficacia de nuestra unidad, a sombras egoístas de nosotros mismos, demasiado
atemorizados por todo aquello que pueda lastrar nuestra proyección profesional.
Algunos, los menos gracias a Dios, la sufren nada más salir de la Academia
General Militar. Son tenientes "de Estado Mayor" que creen, literalmente, que
llevan el bastón de general en la mochila[1]. Otros empiezan la metamorfosis al enfrentarse al primer “salto” importante que supone
el ascenso al empleo de comandante. Es la entrada en el club de los “jefes”, de
acuerdo con la antigua división de empleos militares.
Pero la verdadera prueba
de fuego, la travesía del desierto que pocos consiguen finalizar sin mácula, es
el ascenso a coronel y, especialmente, a general. Es como si un “rayo” nos
tirara del caballo, pero al contrario de lo que le ocurrió a San Pablo, no
vemos la Luz Verdadera, sino que el golpe nos causa una amnesia progresiva. Se nos olvidan las vivencias pasadas; escondemos en el rincón más oscuro
de nuestra memoria, para evitar que perturbe nuestra conciencia, los grandes momentos de milicia disfrutados, y
sufridos, con nuestros subordinados; desaparece nuestro espíritu crítico; y,
finalmente, nuestra médula ósea se convierte en Blandy blue. Abrazamos vehementemente el lema “el que se mueve no
sale en la foto”. Vamos, que don Tancredo a nuestro lado es un friky del breakdance. Ante la mirada atónita de los que nos conocen, abandonamos
el mundo real y empezamos a navegar por nuestro Matrix particular. Y eso cuando
no nos volvemos desvergonzados y entusiastas partidarios de todo aquel que
pueda influir en nuestra carrera, ya sea animal o vegetal, político o militar. Esta mutación no es, por supuesto, ni uniforme ni inevitable. De hecho, también he
de decir que los que logran finalizar ilesos este ironman de las tentaciones, se convierten (continúan siéndolo en
realidad) en jefes excepcionales que multiplican su prestigio en cada uno de
sus actos, que ejercen el mando con ejemplaridad y asumen las responsabilidades
sin titubeos. Podrán cometer errores sí, pero escuchan, reflexionan, deciden y
mandan. Son con los que yo, particularmente, me iría a la guerra sin dudarlo un
segundo[2]. Por supuesto, no sé en qué grupo estoy;
sólo en cuál me gustaría estar. Tampoco seré yo quien lo juzgue.
ULISES Y LAS SIRENAS DE HERBERT JAMES DRAPER |
Como Ulises en la Odisea[3] empiezo
a oír los cantos de sirena y, sinceramente, no sé si la cuerda que me ata al
mástil de mi barco resistirá. Por eso quiero, y aquí está el objeto de este
blog, dejar ahora, todavía cuerdo, testimonio de quién soy, de dónde vengo y
lo que pienso, y que en un futuro, si me convierto en lo que ahora tanto
detesto, alguien me lo pueda echar en cara con datos en la mano. Que pueda
sacarme los colores diciéndome: “Mire, mire lo que escribía hace unos años”.
Así que, si un día veis que este blog desaparece, seguramente sea que ya estoy
en fase de pupa. Es decir, convertido en un capullo. Hecha esta aclaración,
prosigo.
Estamos viviendo unos tiempos más que difíciles de los
que, por supuesto, no se libran las Fuerzas Armadas. En nuestro ámbito, del
impacto de la crisis no escapa prácticamente nada: desde los grandes programas
de armamento a cosas tan simples y mundanas como el papel[4]. Si bien
las agrupaciones que tienen previsto su despliegue en operaciones siguen
llevando a rajatabla su estricto e intenso programa de instrucción y adiestramiento,
el resto ven cómo se complican, día a día, no ya las maniobras en los grandes
campos nacionales, sino el simple hecho de salir al tiro, practicar el
despliegue de una sección de carros o el desembarco de un mecanizado. La
mayoría de las unidades están haciendo un esfuerzo ímprobo por encontrar
“soluciones imaginativas”[5], pero
hasta la imaginación, en estos casos, tiene un límite.
Entre las poesías que han dejado huella en mi memoria a
lo largo de mi vida militar, hay una que me gustaría traer aquí y ahora. No he
sido capaz de encontrar su autor, sin duda hispanoamericano y muy probablemente
uruguayo, pero su significado es universal. Es la siguiente:
Póngase
a discreción y escúcheme soldado,
quiero hablarle de lo que está pasando,
no quiero verlo más con los ojos
tristes,
la cabeza baja y el corazón cansado.
Es difícil lo que voy a decirle
porque antes nunca había pasado,
y se hace difícil entender las cosas
cuando entenderlas hace daño.
Cuando usted se puso este uniforme
supo que tenía que vivir luchando,
y que en el trabajo de todos los días
no había lugar para el desgano.
Ya sé que el sueldo le queda corto,
que en el cuartel se achicó el rancho,
y para tener bien a los gurises
tuvo que salir a changar a otro lado.
Ya sé que quedan pocos hombres
y que entra de guardia con
veinticuatro,
y justo ayer se le enfermó la patrona,
y se terminó de completar el cuadro.
Esto, esto es el sacrificio
del que tanto le habían hablado,
es la frontera entre los débiles y los
fuertes,
entre ser civil o ser soldado.
Es el orgullo de sentirse hombre
a fuerza de aguantar los golpes bajos,
de caer y levantarse mil veces
sin que nadie lo vea derrotado.
Así es como se le sirve a la Patria
con el corazón fuerte y bien templado,
para aguantar de frente a los que ahora
nos quieren débiles y fracasados.
Ahora, si todavía tiene ganas
de sentirse un buen soldado,
vaya, agarre su fusil y venga conmigo,
tenemos que seguir entrenando.
SOLDADO AMERICANO EXHAUSTO EN AFGANISTÁN. PREMIO
WORLD PRESS PHOTO 2007. SU AUTOR, TIM HETHERINGTON,
MURIÓ EN 2011 CUBRIENDO EL CONFLICTO LIBIO.
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Eso
es, antes de pensar en tirar la toalla, antes de entrar en una espiral
autodestructiva de “rajes”, antes de que hagan mella los que aprovechan la
crisis para redoblar los ataques contra la Institución[6], es hora
de parar un momento, ponerse a discreción, y escuchar al soldado que llevamos
dentro. Esa voz interior que nos llevó a abrazar esta profesión. Ese Pepito
Grillo que sí se acuerda de cómo las pasaban nuestros antecesores en sus
trayectos por el “camino español[7]”, de la
eterna mojadura en Flandes, mes tras mes, sin ver un escudo. Ese que no olvida
a los que murieron en Cuba y en Filipinas, y en Annual. Es, en fin, el que nos
recuerda lo que una vez dijo el clásico y que no me cansaré de sacar a colación:
“Yo no sé qué tiene esta profesión que, a
pesar de los sacrificios, riesgos, ingratitudes y miserias, son tales las
satisfacciones y alegrías que se está orgulloso y feliz de pertenecerla y con
el siempre deseo de continuar en ella”.
MANIFESTACIÓN CONTRA LOS GASTOS MILITARES EN VALLADOLID FOTO: www.elnortedecastilla.es |
No, no me divierte el recorte de sueldo y pagas extraordinarias, ni las reducciones en todos
los ámbitos que están afectando a nuestra “vida y funcionamiento” diario como militares. Es duro, sobre
todo cuando los que toman o fuerzan esas decisiones, ahora o en el pasado,
están muy lejos de predicar con el ejemplo. Pero todavía me considero por
encima de todo eso. Todavía creo que “a
España servir hasta morir” es más que un lema arrancado de una montaña por
unos acomplejados. Todavía encuentro diariamente, dentro y fuera de mi
profesión, mil razones para seguir tirando de este viejo y destartalado carro patrio.
SOLDADOS ESPAÑOLES EN BADGHIS (AFGANISTÁN) FOTO: ET. |
Hoy,
con un pie en la escalera del avión que me llevará a Afganistán, miro con
preocupación la situación de “acoso y derribo” en la que dejo a mi querida
España. Desde dentro y desde fuera. Y el problema es que ese conjunto de
valores que aceleran, en todos los ámbitos, la recuperación de una nación en situaciones apuradas, hace
tiempo que la sociedad española los apartó por desfasados y ridículos. Como
decía Unamuno, “me duele España”. Mañana empezará la Eurocopa y todo se olvidará
unos días. “Pan y circo”, aunque cada vez menos pan y ya demasiados payasos.
Sólo
espero que las noticias que me vayan llegando cuando esté lejos sean un punto de luz al
final del túnel y no una punzada más de desasosiego en un territorio hostil.
[1] La frase original es de
Napoleón: “Chacun de mes soldats a dans son sac à dos le
bâton de maréchal”.
Posteriormente, la utilizó mucho en sus arengas el general Perón.
[2] Aunque es obvio, explicaré para aquellos no familiarizados con la
expresión castrense, que decir de un militar que “me iría a la guerra con él”,
es el máximo elogio que le podemos hacer. De hecho, en mi particular
clasificación, están estos “perros de la guerra”, los guerreros, y los demás,
funcionarios de uniforme, laboriosos, simpáticos e inteligentes en su mayoría,
útiles para mover ese mastodonte que son las Fuerzas Armadas, pero que,
aparentemente, no valen para ejercer el fin último de nuestra profesión que es
mandar hombres en el combate. Mandar, en su simple extremo, a matar y morir.
[3] La Odisea, de Homero. Canto
XII.
[5] La situación me
recuerda al “camióptero” que viví de teniente en el Tercio. La mayoría de los
ejercicios de “desembarco aéreo” y helitransporte eran así, en camión.
Practicábamos la entrada y salida de UH-1H, el magnífico helicóptero de
entonces, poniendo filas dobles de bancos que simulaban los asientos reales. “Embarcábamos”
y “desembarcábamos” una y otra vez, haciendo el gesto de apertura y cierre de
las puertas correderas. Eso sí, cuando volábamos de verdad, era todo un
acontecimiento.
[6] Por ejemplo, las
manifestaciones en contra de los gastos militares y, los militares en sí,
celebradas en Valladolid y otros puntos de España el pasado sábado 2 de junio,
Día de las Fuerzas Armadas, o la continua perorata de determinados partidos y
asociaciones, que ha arreciado en los últimos meses. Aprovecho para recomendar
el articulo que sobre este tema ha escrito la excepcional periodista M. Ángeles
Moya en www.ateneadigital.es/RevistaAtenea/REVISTA/articulos/GestionNoticias_8834_ESP.asp. También se puede leer desde el enlace que
hay en el lateral de este blog.
[7] El camino español es el corredor que tuvieron que abrir los Tercios
para alimentar de provisiones y tropas la guerra en Flandes. Aunque con
diversas variantes, el camino español unía Milán y Bruselas y los tercios
invertían una media de 50 días en recorrer los aproximadamente 1.000 kilómetros
que separaban ambas ciudades.
Nada que añadir a lo que ya sabes de lo que pienso de tus escritos.
ResponderEliminarUn enorme abrazo y feliz vuelta de Afg.
Corleone, o sea, yo.
Muchas gracias "padrino". Nos vemos a la vuelta y repetimos ración de callos a la madrileña.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.
"no sé si la cuerda que me ata al mástil de mi barco resistirá" Pedro, sabes que te admiro por tu integridad y sé que esa cuerda es firme y lo aguantará todo. O dejarías de ser tú. Por otra parte, en la vida civil ocurre lo mismo: cuantos más "galones" te dan y más ceros añaden a la derecha de tu nóminna, más te olvidas de tu esencia, más te aislas en tu ególatra columna autoconstruída. Una pena. Pero tú eres de otra pasta, debe ser por el apellido que llevas, que tantos disgustos ha causado a algunos de tus familiares por estar más con los de abajo que con los de arriba. Y tú siempre has estado con los de abajo, que son los que mantienen la autenticidad. No cambies, pijo, por más estrellas que te pongan en tu uniforme y por más que este tipo de comentarios te cree problemas con esos llamados "los de arriba". Abrazo fortísimo, que ya nos daremos pronto algún día en vaqueros y camiseta. Sin galones.
ResponderEliminarMuchísimas gracias tío. La verdad es que es tan común esa actitud que, aún teniéndolo claro, me da miedo. Te voy a contar tres cosas que me pasaron hace dos días, viniendo hacia Afganistán. Son una casualidad, no vanidad o autobombo, pero creo que vienen al caso y supusieron una inyección de moral al inicio de misión. Fueron las siguientes:
ResponderEliminar1. Estando en la cola para facturar el petate se me acercó un brigada legionario (de la Legión es el contingente que está volviendo de Afganistán y él se ocupa de sus vuelos) a saludarme. Fue, de sargento primero, auxiliar de mi compañía en la Legión casi el año que me quedé de teniente-comandante. Se llama Antonio y es sin duda el mejor auxiliar que he tenido nunca en mis años de mando. ¡No te puedes imaginar el cariño con el que nos saludamos, qué ilusión me hizo encontrarle ahí después de casi 20 años sin vernos!.
2. En el autobús que nos llevaba al avión, se me acercó un teniente al que no conocía. Me preguntó si era quien soy, a lo que obviamente le contesté que sí. Me dijo que había estado destinado en la compañía que mandé durante cuatro años hace ya más de diez y que tenía ganas de conocerme porque los antiguos del lugar (tropa) todavía hablaban de mí.
3. A Barajas nos llevó un amigo. Fue mi cabo durante más de tres años y ahora es taxista. Se llama Iván y su magnífica esposa Cristina. Algún día les dedicaré un artículo, a ellos y al peque que seguro está en camino aunque ni ellos lo sepan. Son una paraje formidable. Le pedí que fuera él quien me llevara al aeropuerto. Una cara amiga. Por supuesto accedió. Pues bien, después de dejarme en Barajas (no dejé que mi mujer y mi hija se quedaran a despedirme. En realidad intenté que ni siquiera viniesen), no debió de ver muy bien de ánimo a la "family", y ni corto ni perezoso recogieron a Cris en el trabajo y se fueron los cuatro a cenar por ahí. Consiguieron que las dos superaran un momento muy difícil acompañadas y por ello estaré siempre en deuda con ellos.
Todo esto te lo cuento porque esos compañeros, muchos de ellos fueron y son mucho más que simples colegas de trabajo, me han dado infinitamente más de lo que yo pude hacer por ellos. Entre otras cosas mi identidad como militar. Y todos ellos me han importado siempre mucho más que cualquiera de mis jefes, por un simple razón: los segundos podían evaluarme, pero los primeros eran con los que sudaba, reía, lloraba, arrestaba, me cabreaba, premiaba, bebía, sufría y, en fin, me jugaba el tipo en operaciones y ejercicios. Ellos eran los que tendrían mi vida en sus manos si venían mal dadas. Y ante eso, ascensos, cruces o promociones no valen una mierda.
Un abrazo fortísimo, en calzoncillos y camiseta árida, que uno es militar hasta en ropa interior, pero sin estrellas...